Capítulo 8.

11 4 0
                                    

Con forme voy bajando más y más, escucho el eco de voces charlando y riendo, se mete un escalofrío por mi espalda y no puedo evitar sacudirme, Day viene bajando después de mi, y sólo escuchamos como Bec cierra la puerta de madera, dejando todo oscuro, aunque no se logra ver mucho, aparecen unos destellos de luces de donde provienen las voces.

—¡¿Qué rayos es este lugar Day?! —escupo algo molesta y conmocionada.

—Te dije que todo era legal, todo menos aquí abajo, aunque de hecho jamás se ha hecho algo realmente malo, ¿sabes? —suelta con una voz divertida, como si jugar este juego de lo prohibido; fuera divertido.

—¡No tengo ni idea de lo que me estás hablando Day! ¿Rosie conoce este lugar? —cuestiono.

—No exactamente, ella no quizo entrar, es algo; miedosa —dice ladeando la cabeza.

—Bueno, yo también tendría miedo, ¿por qué se metería la gente aquí abajo? —sigo cuestionando afligida.

—Pues, porque aquí la pasamos bien, ven y verás —ofrece.

Soy un salto y enseguida él, nos incorporamos en la estabilidad del suelo. Day toma mi mano, jalándome por el estrecho pasillo. Al llegar, miro varias personas, mujeres y hombres, más hombres que mujeres claro.
Hay una mesa gastada que tiene unas bolas de colores de igual modo gastadas, con poca pintura, también se encuentra una barra de bebidas y las luces son más tenues y una que otra de diferente color, al fondo se miran unos hombres con una especie de dardos, donde los avientan hacía un cuadro con varios círculos de diferente tamaño, otras personas, hombres y mujeres, sentadas en una mesa con cartas en sus manos.
Ver todo esto me intriga.

—Ven, pediremos otras bebidas y pondremos algo de música.

—¿Música? Qué... ¿Qué es este lugar Day?

—Pues este lugar es la ley ¿no crees? —pregunta, entusiasta.

—La ley —asiento con la cabeza y junto mis cejas —. ¡¿La ley sabe de esto?! —levanto la voz lo suficiente como para que más de una persona se volteen a vernos.

—Shh, no te alteres, no pasa nada, tú solo... no digas nada —pide Day.

—¿Qué no diga nada? Quien rayos crees que soy, ¿tú caja de secretos? —escupo enojada.

—Yo no dije eso, es solo por seguridad, nadie querrá que nos descubran, o peor, que descubran este lugar —menciona.

—¿Por qué existe este lugar, si no quieren que sepan de el?

—Pues no lo sé, a mí me trajeron aquí igual que yo te traje, y supongo que nadie sabe que existe, solo algunos o más bien, solo los dignos de confianza.

—¿Qué te hace pensar que soy digna de confianza? —escupo.

—No dirás nada ¿o sí? Porque si ese es el caso, a la primera que se llevarán es a ti —suelta Day.

—¿A dónde me llevaran en dado caso? —contesto con intriga y molestia al mismo tiempo.

—Wow, solo relájate, vamos a sentarnos y a platicar, ¿puedes hacer eso? —pide Day.

—Sí, creo que sí —respondo molesta.

Day toma las bebidas que pidió, porque evidentemente habíamos olvidado las anteriores, nos acercamos a una mesa, y vemos entrar a más personas, sigo mirando para todos lados tratando de entender, qué de malo tiene este lugar, o por qué lo tendrían aquí escondido.

—Es algo rústico este lugar, ¿eh? —dice Day, cuando nos sentamos y los asientos crujen.

—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto nuevamente, molesta.

RecordandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora