Capitulo 2

85 15 5
                                    

Escucho personas hablando tras la puerta de mi habitación, me cuesta un poco abrir los ojos, pero, miro hacia la ventana. Ya todo se ve obscuro, apenas una luz tenue alumbra mi habitación. Me inclino hacia adelante para sentarme; un hombre distinto entra sin dar aviso, junto con dos más.
Atrás, Aída y una mujer más entran, me pongo nerviosa y lo único que se me ocurre decir:

—¿Qué hora es? —parpadeo, incorporándome.

—Buenas noches Yoselin, soy el consistorial Cox, el delegado Morón me comentó tu inexplicable curiosidad y también mencionó que vendríamos por ti mañana, me temo que te llevaremos en este momento, te instalaremos en tu departamento.

"¿Qué rayos ocurre?" se suponía que me iría hasta mañana por la mañana.

—Se nos ha pedido que mañana te presentes a trabajar, espero ya hayas leído tu rol —continúa.

Los miro desconcertada y temerosa, pero asiento con la cabeza. Mi mente está inundada de confusión, pero supongo que negarme; no sevirá de mucho.

—Solo necesito ir al baño y vestirme —digo.

Miro hacia el baño y luego miro lo que traigo puesto, apenas me doy cuenta que, sobre mi cuerpo desnudo solo está un camisón de por medio.

—Claro—dice el consistorial—. Mi colaboradora y la colaboradora Aida te ayudarán, debes tomar en cuenta que solo tienes veinticinco minutos.

Ellos salen de la habitación, quedándose conmigo las dos colaboradoras, cada una me ayuda a levantarme de la cama para meterme al baño enseguida.
Me siento mareada, noto que las dos colaboradoras portan en su vestuario algo amarillo, y los hombres de afuera rojo, a mí me tocará vestir algo azul, supongo que así será la manera para identificarnos.

Aida abre la regadera. Un baño me caería bien en estos momentos, siento ya la presión, y no sé si es por el tiempo —los grandísimos veinticinco minutos que me dieron— o porque en realidad no sé lo que me espera después de salir, aunque debo admitir, me siento un poco ansiosa.

—El agua está lista —anuncia Aida.

La otra colaboradora me ayuda quitándome mi camisón y la venda de mi cabeza; me precipito a tocar el agua, apenas la toco y todo mi cuerpo siente un cosquilleo, no lo pienso más y entro al agua.
Es tan gratificante sentir el agua cayendo en tu cabeza, deslizándose por tu cara y tu espalda, y sentir en tus pies esas grandes gotas de agua salpicándote.

Escucho que alguien sale del baño. Quisiera quedarme aquí todo el tiempo del mundo, pero Aida comienza a apresurarme.

—Debemos irnos.

Aida me ayuda a salir envolviéndome en una toalla.  Al salir del baño, mi ropa ya está puesta en la cama, unos  jeans y una camiseta blanca, con un suéter azul marino y zapatos negros. Todo se mira tan bien, si no fuera por esos zapatos tan aburridos. Mi ropa interior tan blanca y pulcra me hace sentir sucia todavía, me dan ganas de regresar al baño y meterme al agua de nuevo, pero no, no hay tiempo.

Me apresuro a untarme el bálsamo que trajeron, visto mi ropa y la otra colaboradora comienza a cepillar mi cabello, al momento que pasa por mi nuca siento un ardor , un dolor que me hace quejarme. –¡Auch!

—Lo siento, es tu cicatriz, tendré más cuidado. —ofrece.

Lo dijo sin ningún remordimiento. No puede evitar llevar la mano hacia el dolor, me di cuenta que esta cubierto con un pedazo de tela de gasa.

—Déjate — ordena Aida. —Te lastimarás más.

Milagrosamente, terminamos a tiempo, tocan la puerta y la colaboradora responde:
—Enseguida vamos.

RecordandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora