Corrí hacia Omid y lo levanté. Con una fuerza que yo desconocía, lo arrojé hacia el vagón y Christa, Doug y Chuck lo agarraron. Omid sonrió. Pero mi situación no era mejor que la de él. Me retrasé un poco y ya me estaba cansando. Kenny, por obra de Dios, disminuyó la velocidad un poco y me subí rápidamente y cerré ambas compuertas del vagón. Estábamos a salvo.
Salí del vagón y subí a su parte superior. El silencio se volvió a apoderar de mis oídos y lo imprevisible sucedió repentinamente. Un fragor caliente y la tarde se vio sacudida por una llamarada impresionante. Tal como supuse, el contenedor había explotado. Los caminantes, retrasándose o quemándose, se veían de una manera que yo nunca había visto. Me quedé ahí unos minutos cuando escucho como unos pasos se acercan a mi. Clementine se hizo espacio y se metió entre mis piernas para evitar caerse.
-Pensé que morirías -comentó ella con la voz algo rota.
-He estado varias veces cerca de nuestra querida amiga, la muerte, cariño -comenté con ironía.
-¿Quieres abandonarme? -entendió ella con tristeza.
-No, cariño. Nunca te abandonaré -le sonreí con sinceridad y ella se tranquilizó.
Y así estuvimos un rato. Mirando a la nada, pensando en todo, mirando como el sol se escondía y como algunos caminantes salían del bosque. Clementine bajó y entró en el vagón. Yo me quedé arriba un rato más, esperando a que algo interesante sucediera.Entré unos 30 o 40 minutos después. La actitud de todos dentro del vagón era soñolienta y algunos hablaban entre sí con somnolencia. Decidí prender algo de fuego y abrí las compuertas del vagón para hablar entre nosotros.
Cuando encendí el fuego, todos se arremolinaron alrededor de él. Ese fragante calor, había olvidado ya lo que era estar rodeado, como en un día de campo, al fuego y dejar que las llamas consuman las conversaciones.
-Bueno, tomaré la palabra -dije y todos me miraron-. Gracias a los nuevos integrantes del grupo por habernos ayudado. Sin ustedes, no habríamos logrado hacer la hazaña que hicimos hoy.
-Mi tobillo no te lo agradece, Everett -bromeó Omid y todos sonreímos.
-Pero, cuéntenos su historia -pidió Doug-. ¿Qué hacían antes de conocernos?
Omid y Christa se miraron nerviosos. Los miré fijamente a los ojos y ambos me miraron. Asentí levemente y ellos, con un hilo de voz, empezaron a hablar:
-Nosotros nacimos en Georgia, irónicamente uno al lado del otro. Desde niños nos enseñaron a contar, a leer y a escribir. Parecíamos gemelos -sonrió Christa-, pero un momento duro fue cuando nos forzaron a separarnos.
-Yo me fui a New York -prosiguió Omid con un tono de voz amargo-. Y la odie no porque fuera una mala ciudad y tampoco por su hospitalidad... Fue por haberme separado de Christa y de mi hogar.
-¿Tú hogar? -preguntó Duck.
-Yo enseñaba en la Universidad de Georgia matemática simple y biología humanista. Yo conocí a Lee Everett antes de todo esto, hijo -le contestó Omid-. Bueno, una vez estando en New York, me quedé ahí por unos 4 meses y me fui otra vez a Georgia. Christa me esperaba.
-Había oído rumores de su regreso y fui a buscarle. Mientras pensaba en qué haría si llegaba o no, bueno, eso no importa. Cuando lo vi, fuimos a mi apartamento y hablamos ahí por horas -ella a su vez levantó una ceja y todos sonreímos-. Y después fue cuando, en las noticias de la mañana, vimos a Lee Everett siendo encarcelado.
-Sí -dijo Omid con la misma voz amarga-. Todos en la Universidad decían haberte creído conocer y decían que fue un error desde el principio haberte dado cobijo en esa universidad. Al contrario, yo siempre creí en ti. No él porque lo asesinaste, sino porque creías que era lo correcto.
-Bueno -siguió Christa-, después oímos rumores de que una integración nacional estudiaba un virus patológico que evolucionaba acorde al tiempo. Un virus que, según los científicos, pautaría un antes y un después en la historia de la humanidad. Georgia estalló en caos y en crisis. Los hospitales se vinieron abajo, las Fuerzas Armadas no hacían nada por nosotros y estábamos en una fatal crisis.
-Todos los días implorábamos porque mejorará la situación, dándonos nuevas vías de escape -dijo Omid con la voz aún amarga- o corriendo por nuestras vidas. Pasaron los días y las semanas y salimos de la ciudad en un carro que conseguimos. Tenía medio tanque de gasolina así que decidimos aprovecharla. Aprovechamos hasta la última gota de ese combustible hasta que llegamos a un pequeño pueblo. No era Macon. Era un pueblo llamado Woodbury; con muros y con vigilantes armados fuera.
-Oíamos a gente dentro de Woodbury y pensamos en una oportunidad para sobrevivir. Y luego apareció él -dijo Christa con la voz trepidante-, Merle Dixon.
Hice recuerdo de ese nombre. Claro que conocía a Merle Dixon.
-Dijo que nosotros intentábamos tumbar el lugar -recordó Omid con voz amarga-. Que nosotros intentábamos pasar información del lugar a otras personas como ustedes o como un tal Rick Grimes. A decir verdad, evitamos buscar problemas y nos fuimos de ahí lo antes posible.
-Y llegamos al puente Marshide -dijo Christa con voz algo alegre-. Y vimos como un tren disminuía paso. Y vimos como ustedes se bajaban y te vi a ti y a los niños buscar provisiones en la caseta. Después bajamos a ayudar.
-Bien -dije con voz trémula-. Creo que es momento de que sepan nuestra historia... -Y comencé a contar todo lo que pasó, desde que encontré a Clementine, como vi morir a Carley (a lo cual Doug y yo nos miramos fugazmente), el canibalismo de los ST John y lo más actual. Ellos no tenían idea de lo que nosotros pasamos, y aunque ellos estaban mejor de lo que nosotros estuvimos, la verdad es que son pocas las aventuras que hemos tenido.
Clementine y Duck dijeron que querían dormir en la cabina para acompañar a Kenny. Así que tomaron sus cosas, entre ellas el bolso de Clem y de Duck y sus pistolas. Yo decidí acompañarlos para aprovechar y hablar con Kenny.
El atardecer ya había desaparecido pero seguía viéndose claridad a pesar de todo.
Le sonreí a Kenny y el también lo hizo. Duck se había sentado al lado de él y lo miraba con admiración. ¿Que estará pensando Duck? Clementine fue la primera en quedarse dormida, aferrándose a el chaleco que tanto le gusto aunque lo odio al principio.-Estamos cerca de Savannah, Lee -dijo Kenny con su voz de siempre. Duck y yo lo miramos.
-Así es, Ken. Cuando lleguemos tendremos un plan y sabremos lo que tenemos que hacer -dije respondiéndole a su vez.
-¿Y podremos ayudar a Clem con sus padres? -inquirió Kenny preocupado.
-Ni idea -los tres la miramos-. Pero ella mantiene la esperanza.
Y una voz resurgió del bolso. Duck fue el primero en ir hacia el bolso de su novia. Lo abrió y me entregó el walkie-talkie.
-"Es...esperanza. Oh, sí, Clementine, ya tú sabrás lo que es la esperanza".
Accioné la radio y contesté:
-Y tú sabrás lo que es el miedo si vuelves a llamar aquí, desgraciado hijo de puta.
-"Crees que...".
Y lo interrumpí diciéndole:
-Pues estás muy idiota y no sabes hasta te des cuenta de que...
-"¿Cuenta de qué?"
-Te estás metiendo con la gente equivocada.