Ese pitido incesante, ese sonido abrumador había dejado a la tienda de electrónica en pañales. Oíamos gruñidos, unos más potentes, otros más débiles, algunos tan cerca que pensaríamos que estaba una de esas cosas dentro. Y todos los caminantes afuera agitaban la cerca, golpeaban la pared, la cual generaba un fastidioso crujido, se amontonaban en la vitrina.
-Y tienes que mantener la calma, Clem -aconsejaba a Clementine dada la situación. A nuestra derecha, Carley buscaba dentro de su bolso las municiones y, recargando su arma y echando el seguro hacia atrás, estaba lista para dar pelea-. No te alejes mucho de alguien e intenta no entrar en pánico.
-Duck, vamos, cariño. Hora de irnos -le dijo Katjaa a su hijo, quien asintió rápidamente con la cabeza. Kenny corría de aquí para allá como loco, intentando ayudar en todo lo que podía.
-¡Voy a acercar la camioneta al callejón! -exclamó para que todos lo oyeran.
Larry ya se había tomado la tableta y, con la ayuda de Lily, se incorporó, y sin decir una palabra, se dirigió a la oficina mientras su hija miraba a Kenny.
-Apúrate. Tengo que sacar a mi padre de aquí.
-No pienso dejar a nadie ni perder el tiempo -respondió Kenny y los dos corrieron hacia la puerta de la oficina y oí como saltaban la estantería y esperaban afuera. Kenny hizo un gesto desdeñoso y se giró hacia nosotros-. Cariño, lleva a Duck a la oficina y fortifica la puerta como si no hubiera un mañana cuando salgamos -caminó hacia Glenn, que estaba extrañamente tranquilo y se volteó para ver a Kenny-: Glenn, cuando me oigas tocar la bocina en el callejón, empieza a sacar a todos de aquí.
-¡Entendido! -exclamó y estiro ambos brazos. Estaba listo para la acción. Clem se había sentado en un taburete y me pidió que le pusiera las zapatillas y, mientras lo hacía, Kenny continuó, como si para esto hubiera nacido toda la vida:
-¡Doug, Carley y Lee! Ustedes asegúrense de que nuestras defensas aguanten hasta que todos salgamos. Ah, Lee, mejor préstame el hacha por si me encuentro a uno en el camino a la camioneta -añadió Kenny cuando vio el mango de madera.
-¡Claro, Ken! -respondí y, tomándola con las dos manos, se la lancé hacia él. La reja estaba desmoronándose y, cuando un chirrido metálico se oyó en el ambiente, todos nos volteamos hacia la puerta.
-¡Muchachos, la puerta está insegura! -exclamó Doug mirando a Carley y a Glenn respectivamente.
-¡No puede ser! -susurró Kenny, y tras un segundo de pensarlo, volvió a levantar la mirada hacia ellos-. ¡Ustedes tres, encárguense, yo volveré tan rápido como pueda!
Y salió corriendo hacia la oficina y, tras oírlo saltar la estantería, me giré nuevamente hacia Clementine, que se había bajado del taburete.
-Mantente alejada de las ventanas, Clem -y me dirigí rápidamente hacia donde estaban Doug, Glenn y Carley aguantando con todo la fuerza que tenían la puerta. Se oían gruñidos indescriptibles y manos golpeando el cartón y el metal de la reja. La puerta se sacudía con fuerza y cuando llegué, en espera de que alguno de los tres necesitase ser suplido, Katjaa exclamó ahogadamente:
-¡Glenn, necesitamos tu ayuda! ¡Apúrate, por favor!
-¡Vete! ¡YA! -grité y me puse, tan rápido como él salió en ayuda de Katjaa, en su lugar, solo que bloqueaba con mi espalda y tenía los pies hacia adelante, en contrariedad de los otros dos, que mantenían todo el apoyo en los hombros y empujaban con los pies hacia adelante.
Cristales rotos alrededor, gruñidos, golpes, Clementine casi llorando. Mil situaciones pasaban en un minuto que parecía ser el minuto más largo de toda la historia. Doug aguantaba y tenía, además del ceño fruncido, la frente perlada en sudor. Carley soltaba ciertos quejidos cuando la puerta se sacudía y ella era apenas despedida de la misma. Detrás de Doug la vitrina ya había cedido y la estantería se estaba sacudiendo como un vendaval.