¿Quien lo diría? El sitio que más tratamos de evitar es el sitio de la respuestas para muchos. No más que todo para mí, para Kenny y Clementine. Irónico es ver cómo, con el pasar del tiempo he intentado evitar este sitio, intentado pasar de largo y decirle a Clementine que mi responsabilidad es la seguridad de ella. ¿No creen? Yo sí. Me odie por decir que los padres de Clem están muertos, pero, viendo como todo sucede, ¿no es mi culpa? No fui yo el que decidí no mostrarle esos mensajes guardados, quien sabe si aún, en la máquina contestadora. ¿Qué hubiera pasado?
Mientras nos deteníamos poco a poco, esperaba una respuesta del otro lado de la radio.
-"..."
La estática fue nuestra respuesta, un silencio atenazado por las amenazas de un pobre idiota. Pero, ¿cómo pudo localizarnos? ¿Cómo puede conocerme? ¿Cómo puede conocer a Clementine? Es más, ¿cómo puede saber que buscamos a los padres de Clementine? Mientras la noche, ya resplandeciente, cubría todo, nos detuvimos fuera de la ciudad para evitar los caminantes.
-¿Qué haremos ahora? -preguntó Kenny mirando alrededor.
-No lo sé -contestó Chuck, que se había bajado y nos estaba acompañando.
-Sugiero acampar aquí y dormir un poco. Mañana será un día largo -suspiré y los miré con resignación.
-¿Seguro? -preguntó Chuck, mirándome con preocupación.
-Totalmente -dije con amargura.
¿Por qué estoy molesto? Simple: no quería venir, más allá de todo lo que halla sucedido en el pasado con los ST John, Carley, Lily, Katjaa, Larry. ¿Las ciudades son nuestra mejor opción? Lo dudo. Hershel tenía una granja inmensa, alejada de la sociedad y, por supuesto, muy útil. Así entonces, ¿para qué mantenerse atenido a llegar a una ciudad? Oh, por Clementine.
Al día siguiente ella tendrá que aclararme algunas respuestas, tendrá que explicarme porque usaba su radio en el hotel y cómo obtuvo el contacto de este hombre. Y aunque las respuestas no me agradan, son necesarias para mantenerse con vida. Así nos mantenemos con vida. Así cuidamos de este lugar.
(En Marsh House - hora, 7:30 P.M.)
Narra hombre desconocido:
Se atreven a ultrajarme, se atreven a robar mis pertenencias. Se atreven a quitarme mis cosas. Esa gente la pagará caro. ¿Hoy en día como se hace eso? Oh, sí, la muerte. Lee Everett, no morirás hoy, no morirás mañana, pero morirás.
Abrí el armario y ahí estaban los padres de esa niña odiosa, me miraban con miedo y la esposa miraba mi arma atemorizada.
-¿Quieren oír a su hija? -inquirí.
-¿Co... cómo dices? -tartamudeó el hombre.
-¿Quieres oír por última vez a tu hija? -reformulé la pregunta.
El hombre me miró atemorizado y yo sonreí con desgana. Accione la radio e iba a hablar... pero, ¿para qué? Ellos me buscaron en los peores momentos. ¿Quieren saber lo que es un padre desesperado?
Me acerqué a ¿Diana? Ya ni me acuerdo, pero la saqué del cuarto. Curvilínea... Líneas. Te pregunto a ti de nuevo: ¿quieres saber lo que es un padre desesperado? Me acerqué a Diana y la besé, quitándole cada prenda de ropa mientras ella se dejaba por miedo.
-Entiendes la situación. Hazlo mal y -saqué mi arma y apunté a su esposo- este hombre pagará por tus errores.
Ella me miró atemorizada e hizo todo tal cual instrucción le daba. Al finalizar esta tortura, acerqué mi arma a su corazón y accioné el gatillo. Esa es mi intención, que se transforme. Lo mismo hice con el hombre. Bajé con los dos cadáveres rápidamente y los puse en un lugar donde pudieran integrarse a la jauría que estaba en frente del hotel. ¿Quieren saber lo que es la desesperación? Simple, pon un cuchillo en el corazón de tu esposa y siente como tus venas se marcan.
A los 10 minutos esos padres de Clementine estaban transformados y ya se habían adaptado a la comunidad de errantes. ¿A qué esperas, Lee Everett? Esperaré con paciencia, te arrebataré a tú Clementine de tus narices, borraré la esperanza de tu rostro. ¿Y cómo haré eso? Simple: quitando lo que más amas.
Oh, pero es cuando creen que podemos ser decentes en una era sin moral. Lee se ha equivocado. El mundo es muy cruel, y la única moralidad en un mundo como en el que vivimos hoy es el azar. Imparcial, sin prejuicios. Justo. Quiero justicia.
Fin de la narración del hombre desconocido.
Fui el primero en despertarme, o eso creí. Notamos cierta brisa agitando el claro mientras que la ciudad se mantenía en un silencio abismal. El amanecer salía deslumbrar con cierto retazo a los edificios destrozados mientras que nosotros nos estirábamos y Doug mataba a un caminante con suma facilidad.
Todos estábamos casi listo, a excepción de de Omid, quien aún presentaba problemas para caminar. Su tobillo era un problema, dado que sus movimientos, además de forzados, se notaba muy débil. Christa lo ayudaba con el hombro.
-Necesitas analgésicos -dijo Chuck mientras sacaba su pala del tren-. Te dará una infección si no se trata a tiempo.
-Seguro hay en el hospital o en la escuela -sugerí mientras revisaba mi pistola y me ponía mi bolso.
-Bueno, gente, es la hora -anunció Kenny con voz aburrida-. Quiero una última revisión y que tomen las llaves del tren por si hay un escape de última hora. Además quiero que estén Christa y Omid en el centro con Duck y Clementine mientras que Doug, Lee, Chuck y yo los rodeamos. Comprueben que nada se les olvida.
Tras asentir a esas órdenes, volví a entrar al tren para revisarlo. El vagón de Chuck estaba vacío y no había nada más que las cajas llenas de bebidas alcohólicas. Mire el vagón de máquinas y, por suerte, estaba todo en orden. Parecía ser la última vez que vería ese tren.
Todos bajamos la colina y doblamos a la derecha para evitar un pequeño grupo de caminantes que se desprendían del sendero. Cuando llegamos a la ciudad, saltamos la cerca y, mientras Clem y Duck cubrían a nuestras espaldas, ayudábamos a pasar a Omid, quien estaba muy lesionado del tobillo.
-Ahora es una obligación usar los cuchillos y armas que no generen tanto ruido -dijo Chuck y tiró su pala lejos. El ruido que esta generó fue lo suficiente como para atraer a algunos caminantes. Yo le entregué a Chuck un machete mientras que, de mi mochila, saque mi hacha, cuyo filo resaltaba a la luz de sol.
-Ahora cuidado -advertí-. Aunque los caminantes están muy separados, estamos en calles estrechas y callejones que no son tam longevos. Usen mucho los cuchillos.
Pasamos por callejones y calles desérticas sin señales de caminantes, lo cual me pareció extraño. Cruzamos a la derecha y vimos una farmacia, pero estaba totalmente vacía. Después de bajar unas 2 cuadras y llegar al parque, miramos al frente. Habían una docena de caminantes que se acoplaban en una dirección y sentido, como si fueran atraídos por algo.
Clementine me movió un poco y me susurró:
-Mira eso -y señaló hacia el campanario.
No sé con exactitud que era eso, pero parecía una persona. Se movía con gran habilidad, saltando entre techo y techo, esquivando los baches y trepando por las salientes. Cuando llegó al campanario, resonó un ¡glong! tremendo y todos los caminantes se dieron la vuelta.
-No toquen las campanas cuando la misa no ha empezado. Los creyentes llegaran muy temprano.
Y así empieza una corta batalla.