Las personas hablan del fin del mundo como si fuera la segunda venida de Dios, un milagro esclarecedor, algo que muchos ven como una jodida luz al final de un túnel que a cada rato es más oscuro. Pero, ¿por qué queremos el fin del mundo? ¿Acaso Dios nos ha salvado de la Segunda Guerra Mundial? ¿Nos salvó de la crisis social? ¿Ha curado el cáncer a nivel global? No, Dios es una creencia de plegarias en vano donde los más creyentes creen que hay un cambio.
Muchos pronostican el fin del mundo como un panorama donde el ser humano resurge de sus cenizas, tipo la anécdota del ave fénix. Empezamos desde el principio, comenzamos una nueva aventura cuyo desenlace es siempre un final feliz. No, nos equivocamos. Ya no hay finales felices en estos finales, no existe la vida de color de rosa. ¿Crees que todo le mundo le va bien por qué se avecina el fin del mundo? ¿De la noche a la mañana cambiará todo?
El mundo nos ha demostrado ser un sitio frío, cruel y minuciosamente calculador. Así que, cómo en la película del 2012, no podemos creer que algo bueno resurgirá de todo lo malo. No en este mundo de porquería, dónde el final... definitivamente es un nuevo comienzo. Tal y como ahora.
Así que, hablemos de lo que sabemos: hay algo que está cambiando, el mundo lo nota. Queremos toda clase de avances, así sean tecnológicos, económicos, geopolíticos, socioeconómicos, sociales, etcétera. El punto es que ahora el mundo se enfoca en los avances medicinales y biológicos. Pero toda acción tiene su reacción, y esta es la reacción de toda la mierda, de todo lo malo que quiere avanzar el mundo. Pero esto es sólo una mísera introducción de lo que viene.