Cinderella y los 7 Enanitos II

# 7

Incluso si regreso, lo único que voy a lograr es terminar despertando a Jb, sería bueno para así tener más tiempo de pasear y disfrutar juntos, pero yo mejor que nadie conozco lo cansado que es hacer el viaje desde Corea hasta Ecuador, por esta razón lo dejare descansar la cantidad necesaria, al menos por hoy, porque quiero llevarlo a conocer tantos lugares que dos semanas no serán suficientes.

Pero con el fin de no desperdiciar el tiempo dando vueltas sin rumbo, aprovecharé para ir a visitar a mamá, seguro a esta hora no hay nadie más que ella en casa, le pediré un colchón o una cama de la habitación de huéspedes y un coche para poder pasear a gusto con Jb, porque, aunque no quiera admitirlo, el servicio de transporte publico de mi país no es el mejor que digamos.

Mi mami accede gustosa, era de esperarse pues para ella no tenerme a su lado por más de 24 horas es una tortura, es por esto que intenta cubrir todas y cada una de mis necesidades. Además es su manera de compensar el completo abandono de hace unos meses.

Escojo mi auto preferido, (un Mustang clásico que el abuelo solía conducir varios años atrás, hasta que se cansó y lo cambio por un Elantra del año) y me dirijo a casa de mi prima para contarle la buena nueva y la mala también, pues aunque no me sienta tan mal después de perder el trabajo, es algo que si me incomoda en cierta manera.

Después de conversar un par de horas con ella y su novio Cristopher regresé al departamento decepcionada porque esperaba con muchas ansias que Jb me llamara por teléfono lo antes posible.

Al llegar a casa lo encontré aun en pijama leyendo uno de los libros que Jr me regalo antes de mi regreso.

— ¡¡Oye!! Te dije que me llamaras al despertar.

— ¿recuerdas que no tengo celular?

No podía creer lo que escuchaba — si lo recuerdo, pero, no se te ocurrió llamar desde el convencional— no pude retener la carcajada después de aquella frase —tonto, como puedes no darte cuenta que tengo línea fija en el depa

—no lo note, lo siento— dijo mientras se unía a mis risas y se acercaba a abrazarme.

Y fue un abrazo largo, como si no fuese ayer el día en el que nos reencontramos sino hoy, fue un abrazo tierno, como si quien me lo diera fuese mi hermano mayor en el momento de una despedida, fue un abrazo cálido, como estando junto a una chimenea en un día de invierno, fue un abrazo único.

—Oye nos quedan dos semanas de estar juntos y parece que te estas despidiendo desde hoy

—no es una despedida, es que debo recuperar la distancia de los últimos meses.

—tienes razón, hay que ponerse al corriente— le dije tiernamente y me acurruque en su pecho.

Así permanecimos durante un largo rato, en silencio, como lo habíamos hecho tantas veces en el pasado, aunque quizás no sean tantas como el futuro nos permitiría repetir.