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—Suficiente—dijo él mientras me apartaba y secaba sus lágrimas. Yo espere aún en el suelo mientras observaba como mi mejor amigo se ponía de pie una vez más, dispuesto a volver a fingir estar bien mientras su corazón era aplastado y machucado por la sombra de un amor no correspondido—ve a ponerte algo te vas a resfriar— fue esa la manera en la que Jb intento deshacer sus últimas palabras, su llanto, fue así como intento retroceder el tiempo para volver a ser los mismos de siempre.

Pero yo no podía dejar atrás ese momento, incluso si mi deseo fuese dejarlo atrás, no podía hacerlo, no podía volver a ignorar el corazón de la persona que jamás ignoró el mío, no podía hacerle lo mismo una y otra vez esperando que algún día él se recupere solo de todo el dolor que le eh causado, no podía hacerlo, simplemente no podía.

Así que me levante, me quite la toalla sin importarme que Jb estuviese en la misma habitación, fui a busca algo de ropa interior, una camiseta que uso como pijama de vez en cuando, y volví junto a Jb para hacerle saber que esta vez no lo dejaría solo.


—lo siento, no sé qué más decir, solo... lo siento—supongo que nunca antes sentí el verdadero significado de las palabras que acaba de pronunciar, porque nunca antes mi corazón se había roto al decirlas, pero esta vez, esta vez pude notar mis labios temblar, una lagrima caer al piso y supe que aunque sentí cada letra no había nada que pudiera resolver.

Jb me miro como un padre mira a su hija al pedirle disculpas después de un regaño, me regalo una sonrisa y volvió a lo suyo, entonces ese pequeño órgano que late dentro de mí, después de haberse roto en dos hace un momento, se partió en mil pedacitos. Era obvio, como podría saber él que mis palabras eran sinceras si las he repetido miles de veces.

Pero no podía rendirme, al menos debía hacerle saber que esta vez entendí lo que quiso decime, esta vez capte el mensaje, y esta vez no lo dejaría pasar.

Abracé a mi amigo por la espalda y me aferré a él como se aferra uno a la vida segundos antes de su muerte. —De verdad me importas Jb, no he sabido demostrarlo, pero de verdad me importas— mi voz estuvo a punto de quebrarse mientras hablaba, pero tenía que soportarlo lo mejor posible para no causar en él compasión, porque esta vez el llanto no podía ser solo una táctica para que él comprendiera mis sentimientos, esta vez no quería solo escabullirme de la situación y salir bien parada, esta vez debía hacerle frente.

En ese momento Jb se volteó y me abrazo tan fuerte como pudo—lo se tontita, sé que lo sientes, lo sé muy bien, ¿o acaso crees que de no saberlo me habría enamorado de ti?— mientras hablaba, acariciaba mi cabeza, para luego apartarse tan solo un poco y mirarme a los ojos— no tienes que ponerte así por nada, porque no es necesario, me basta con saber que ahora entendiste de verdad como me siento. Y ya ve a sentarte que el desayuno que te prepare está listo— su voz no podía ser más tierna, sus gestos no pudieron ser más amables, y él no pudo verse mejor que en ese momento.

Mientras él seguía hablando, me tomo de los hombros y me llevó hasta la silla del "comedor" en donde ya había servido una increíblemente grande cantidad de platillos, algunos de ellos típico de mi país, otros muchos típicos del suyo, y otros tantos que ni siquiera sabía cuál era su origen.

Al sentarme a la mesa, mis labios se sellaron sin aviso previo, no sabía que decir ni como comportarme, pero en realidad no había motivo para preocuparse, porque está allí mi salvador, porque estaba allí el Jb de siempre, el hombre del que cualquier mujer podría enamorarse. 

Cinderella y los 7 Enanitos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora