Los desamparados.

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Si alguien pregunta si se puede morir en un instante y aún seguir respirando, la respuesta esta en los ojos de aquel hombre que ahora sostiene la mano pálida y fría de Emma, todo había sucedido tan rápido que los padres de la castaña no llegaron a procesar la situación, mucho menos llegaron a reconocer al hombre que se encontraba a su lado llorando por la muchacha.

Sentirse culpable era lo mínimo que habitaba en el pecho de Alan, que no hacía más que pedir perdón en susurros sin apartar la vista de la cama, estaba conectada a varios tubos que nunca entendió para que servían, una maquina controlaba su pulso y aceleración, una venda rodeaba su cabeza y una más ancha envolvía su vientre.

Ahora que se detenía a mirarla por completo, ahora que ya no la veía sin ver, se horrorizaba al ver tantas heridas, heridas que la sangre había cubierto por completo y no se dejaban ver.

-Debes ir a descansar.- Habló Zoe, quien ahora mantenía una de sus manos en el hombro del rubio.

Se exaltó, no estaba acostumbrado a que lo vean, era algo nuevo y que no tuvo tiempo de disfrutar con la persona que amaba, en pocos segundos recordó como había sucedido todo.

Cuando le preguntaron si la conocía, él asintió, cuando le pidieron los documentos, se sintió perdido, pero fingió buscarlos, sorprendiéndose al encontrar una billetera en el bolsillo interno de su chaqueta, la abrió y dudo en entregársela al policía que se la reclamaba, más se sorprendió cuando fue él quien la saco de la billetera y lo observo con detenimiento, al no ver ningún problema, siguió hablándole.

-¿Alan Patrick?- Esa pregunta fue retorica.- La ambulancia los llevará al hospital más cercano, pero me gustaría que antes llene esta ficha de datos.- Le tendió una planilla, la completó y recién ahí le devolvieron los documentos, se sorprendió al ver en la foto, al hombre de la sonrisa extraña, ese que había desaparecido después de que impactaran.

Lo entendió, ahora él vivía, él era ese hombre.

-Estoy bien aquí.- Aseguró sin voltear a verla.

-Zoe y yo podemos quedarnos hasta que decidas volver, o hasta que vengan sus padres.- sugirió Marianne.

Pero él no se movió de ahí, ni siquiera cuando llegaron sus padres, en realidad, si se movió, para buscar un vaso de café y observarlos desde afuera, se veían atentos ahora que ella estaba en coma, se preguntó si realmente era necesario tener que llegar a eso para darse cuenta lo importante que es la familia, pero termino desistiendo de sus respuestas, después de todo, mal o bien, sus padres estaban con ella.

Hubiera preferido contarles de otra manera que era el novio de su hija, en otra situación, aunque sospechaba que siendo así, ambos pegarían el grito en el cielo, pues un hombre de 40 años, con una chica de 20, no sabía que tan bien visto era aquello, en cambio ahora, en el lamentable cuarto de cuatro paredes en el que se encontraban, conocieron a la persona que cuido de ella en las últimas horas, no tenían derecho a reclamar nada, ni pegar el grito en el cielo, ni echarlo, y aún si quisieran hacerlo, no tenían fuerzas, su hija estaba grave.

-¿Ya estoy en el mundo de los desamparados?- Preguntó una castaña de ojos oscuros, no había nadie más que un viejo mirándola desde el otro lado del salón que parecía infinito y de un blanco que encandilaba.

Aquel viejo le sonrío negando.

-El mundo de los desamparados, es el de los vivos. Alan, esta en el mundo de los desamparados.

Tragó saliva, le dolía escuchar su nombre, le dolía saber que lo había abandonado, pero era por una causa justa ¿cierto? Ahora él podría ser feliz...

"O no..."

Ahora él podría hacer su vida, tenía una segunda oportunidad y debía aprovecharla.

-¿Ahora que sigue?

-Esperar, Emma, esperar...- Comenzó a caminar a su lado con las manos entrelazadas.

-¿Esperar?- Frunció el ceño, enseguida se proyectaron imágenes en ese blanco encandilante.

Alan sostenía su mano mientras dormía incómodamente apoyando la cabeza en aquel colchón de hospital, se había negado a abandonarla, ahora era él quien se veía frágil, desganado y sin vida, pero a pesar de todo eso, Emma podía sonreír, ahora todos podían verlo.

"¿Pero de que sirve, si él no quiere vivir?"

Ella seguía viéndolo igual, nada había cambiado en su rostro.

-Se lo que te estas preguntando.- Se adelantó la persona que ya no le resultaba tan extraña.- Tú siempre verás su esencia, lo que realmente es, tú siempre lo veras como Alan, como tu Alan... Aquel artista que admirabas y del cual te enamoraste.

Ella lo miró.

-El resto lo ve como un simple mortal llamado Alan Patrick.- Le sonrío.- Aunque Alan Patrick, fue un fiel servidor de este mundo, su hora de purificación llego junto con él.- Señaló a su hombre.

-No entiendo...- Interrumpió algo confundida.

-Patrick, era un ángel con cuerpo. Alan, era un alma sin cuerpo. Patrick quería ser energía, energía pura, no quería algo que lo limitara, el cuerpo lo limitaba.

-Alan necesitaba un cuerpo... Un cuerpo que lo limite en el mundo de los mortales...- Prosiguió Emma sacando conclusiones con una sonrisa de fascinación que fue seguida por la del viejo que asentía lentamente.

-Patrick le dejo el cuerpo a alguien que realmente quería vivir.

-Wow...- Fue lo único que pudo decir mientras observaba al rubio que estaba despertando y acariciaba la mejilla de ella misma, pero en otra dimensión,

Se sentía extraño tener el cuerpo separado del alma, había algo que la limitaba al estar adentro, algo que ahora no sentía, no estaba segura de sentirse bien siendo solo esencia.

-Solo quedan tres días...- Murmuró el hombre.

-¿Tres días para que?- Giró la cabeza para verlo pero ya no encontró a nadie, ni un alma, ni un hombre, absolutamente nada, el blanco se había vuelto un poco más añejo, ya no hacia entrecerrar los ojos para ver.

Comenzó a leerle a la chica, fragmentos del libro que ella le regaló, quizá así, sus sueños serían más felices, del otro lado del mundo, alguien lo observaba con los ojos cristalizados mientras le hablaba a su cuerpo físico.

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Un capitulo corto e improvisado para que no me odien, creo que ya deje varias pistas de como seguira la historia... ¡No mate a nadie! (aún...) y si se lo preguntan, Emma sigue viendo a Alan como Alan Rickman, aunque el resto lo vea como otra persona.

Elegí ponerle el tercer nombre como apellido, me parecio adorable, no lo sé.

Espero lo disfruten y dejen de odiarme... 

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¡Mi ídolo es un fantasma! /ARREGLANDO REDACCIÓN/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora