Te amo.

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El día no podía haber ido mejor, estaba nuevamente trabajando en lo que le gustaba, aunque para el resto era la primera vez, tenía a la chica que lo volvía loco a su lado, buenos compañeros de elenco, pero sobretodo, una vida, nuevamente. 

Llegando a casa caballerosamente le abrió la puerta a Emma dejándola pasar, había sopesado la idea de mudarse a una casa amplia, es decir, el apartamento no estaba mal, pero la comodidad de una casa no era la misma, no sabía como se lo tomaría su castaña y era lógico, implicaría probablemente estar mucho más lejos de la universidad, más lejos de su familia y amigos, él no podía llevarla y traerla como un trapo de piso, ella tenía su vida hecha aquí. 

Igualmente le iba a plantear la propuesta, con intentar no perdía nada. Cerró la puerta detrás de él y arrojó el bolso en alguna parte. La siguió y abrazó por detrás.

-Si mal no recuerdo... Creo que tienes algo para mi.- Besó su nuca, ella sonrío.

-¿Ah si? Creo que no lo recuerdo...- Siguió caminando hasta la sala.

-Puedo recordartelo.- La giró hasta encontrarse con sus ojos oscuros. 

Una sonrisa traviesa en los labios de la muchacha confirmo que ambos estaban en sintonía y querían lo mismo, la llevó entre beso y beso hasta el borde de la mesa dejándola sentada de un solo jalón. Sonrieron por la apresurada situación y siguieron besándose casi con furia. 

Una mano atacaba la chaqueta de la chica, la otra la sostenía de una pierna, ella lo rodeo con ambas piernas por la cadera y comenzó a luchar con esa camisa que tanto le gustaba, era algo tonto, pero a veces creía que se veía mejor en el piso. 

Ya cuando pudo deshacerse de la prenda, el rubio paso sus manos por ambos costados de su cuerpo y tiró de la camiseta de tirantes que tenía su castaña, era increíble como no dejaba de sorprenderse cada vez que la tenía casi desnuda en sus brazos, una punzada le molestó en su entrepierna y la lujuria volvió a instalarse en sus ojos, no emitió sonido alguno más que jadeos robados. Tiro de su labio con los dientes y comenzó a besar cada centímetro de piel que encontraba en el camino, masajeo sus pechos haciéndola arquearse, quitó su brasier y los lamió, jugo con ellos hasta dejarlos completamente duros y sensibles. Le fascinaba ver como la blancura se volvía rosada y sudorosa.

Tuvo que reprimir un gruñido cuando sintió las manos delicadas de la chica posarse en él, una mano lo atraía agarrándolo de la nuca, lo besaba mientras que la otra mano, la más traviesa, se perdía entre los vellos que conformaban el camino a la felicidad, desprendió con rapidez su pantalón y hundió la manó en el lugar correcto, él estaba listo para ella.

-Dios...- Murmuró el hombre entre dientes.

Emma sonrío.

-No lo nombres, que esto es pecado.- Apretó con suavidad, lo hizo jadear pero eso no lo detuvo.

La volvió a besar con frenesí mientras dejaba darse placer, tuvo que separarse un poco de ella para quitar a jalones ese pantalón ajustado que tan loco lo volvía, pero más loco lo volvía acariciar sus piernas hasta llegar a su trasero, le gustaba desesperarla hasta escuchar su nombre, ya se sabía de memoria sus suplicas, y también sabía que una de ellas estaba por llegar, justo cuando amenazó con correr un poco la tela que cubría su feminidad para hundir su dedo.

-Por favor, Alan...- Murmuró en tono de suplica, él sonrío, adoraba a esa mujer.

-Por favor... ¿Qué?- Preguntó con la voz ronca de placer, se detuvo a mitad de camino y la miró.

-Deja de jugar y hazlo.- Demandó, con sus ojos cargados de necesidad, su boca roja e hinchada pedía a gritos que ahogara sus futuros gemidos.

¡Mi ídolo es un fantasma! /ARREGLANDO REDACCIÓN/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora