Para cualquiera, decir que Emma era de hielo e irrompible no era nada del otro mundo, así se dio a conocer, fuerte, fría, sarcástica, su porte bromista jamás se había perdido ni en los peores momentos, la madurez la invadía de a ratos haciéndola crecer de golpe, pero hay una cosa que nunca pudo dejar de lado, sus miedos. ¿Cómo podría? ¿No es el miedo, una de las cosas que nos distinguen como ser humano? ¿No es aquello lo que nos diferencia de un monstruo?
Como mencioné antes, para cualquiera Emma jamás se rompía, la broma del día era decir que ella no tenía corazón y acompañaba las risas admitiéndolo.
El problema comenzaba cuando las lágrimas amenazaban con quemar su pálida piel y humedecer sus labios con las transparentes gotas saladas; eran pocas las veces que esas insufribles tenían la suerte de salir a flote, porque alguien le había dejado en claro una vez: "Las lágrimas no solucionan el problema, solo los empeora" y era verdad.
De todas maneras eso no implica que llorar no alivie, que no sea necesario, había que permitirse una vez cada mil años quebrarse, era necesario, para recordarse luego, que después de todo ella no era de fierro.
Todos tienen un momento para permitirse esa debilidad... Y justo en ese momento donde él llegó a desacomodarle la estantería mental y sentimental, justo ahí, le fue necesario llorar, le fue necesario preguntarse -aunque no obtuviera respuesta- como era posible que de la noche a la mañana, viniera creyendo ser el dueño de su pequeño mundo minuciosamente cuidado y correcto, y lo pusiera patas para arriba.
Se había pasado el día fuera de la casa planteándose que dentro de poco debía dejar la casa que compartía con sus padres para mudarse a un pequeño apartamento cerca de la universidad a la que asistía, había tardado dos años en darse cuenta que era la mejor opción, necesitaba estar cerca si quería que sus estudios prosperarán, y menos mal que no había elegido su otra carrera, donde la universidad era más cercana,en los viejos tiempos creía que lo suyo era la psicología, aunque era un poco paradójico, se sentía en caos total, pero pretendía ayudar a otros que estaban igual o peor. ¿Eso debía decir algo de su persona? ¿Algo bueno? Bacilo en sus respuestas.
En fin, hacía dos años estaba estudiando periodismo a contra reloj, con horas de viajes y horas perdidas de estudio, con sus padres rondando por la casa semanas tras semanas, ausentes por tiempos indefinidos, eso no era vivir tranquila, ella necesitaba paz y seguridad, ya lo había decidido.
Busco las llaves en su bolso pero no dio tiempo a siquiera verlas porque la puerta se abrió de pronto, dejando ver a un Alan furioso detrás de un padre sonriente, eso la confundió ya no sabía que esperar, entro aún con el rostro perlado en incertidumbre, no le duró mucho sino hasta dar unos cuantos pasos.
-¿Eric?
"..."
El corazón le palpito fuerte, pues sabía lo que eso significaba ante la vista de Alan, le palpito más fuerte aún cuando su ex la miro de pies a cabeza con recelo disimulado. Su porte refinado y sus manos en los bolsillos de su pantalón se destacaban por sobre todas las cosas, había que admitir que Eric era un chico de buen pasar y vestía de las mil maravillas con su traje de tela fina y a simple vista, costosa.
-Creí que no llegarías a casa.- Sonrió complacido de verla.
"¿Desde cuando le llamas casa a MI casa?"
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¡Mi ídolo es un fantasma! /ARREGLANDO REDACCIÓN/
Novela JuvenilEmma Zonswan ha sufrido una terrible perdida, su ídolo y amor de su vida ha muerto tomándola por sorpresa a ella y al mundo entero. El dolor es tan grande que de solo nombrarlo la tristeza vuelve a desmoronar su corazón y en el momento más difícil a...