No tan niña.

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La chica de la tienda me había quedado mirando raro, a lo que yo simplemente solucione la "incomodidad" del momento mostrandole mi mejor cara de pocos amigos, por alguna razón la intimide antes de que se le pasara por la cabeza preguntar porque tanta ropa de hombre.

A la que no intimide para nada y no titubeo al preguntar, fue mi amiga, Marianne.

Aún me dejaba la incógnita rondando en mi cabeza... ¿Será que algún día cerrará la boca? pero no, eso era prácticamente imposible, si a Severus le fastidiaba la manera impertinente de hablar y querer saber todo de Hermione Granger, entonces se podía asimilar que yo era Severus y Marianne la insufrible aquella, insoportable a como de lugar, y esta bien, es una Gryffindor, como todo Gryffindor, tiende a ser exageradamente habladora, la boca no se le seca y las palabras se pueden contar como cien cada dos segundos.

"¡Bendito Merlín gracias por ponerme en Slytherin!"

"Menos mal que no eres bruja."

"Mi corazón dice que si."

"Y tu mente hubiera ordenado que mates a tu amiga, de haber tenido magia."

"Imposible, solo un imperio para que haga lo que pido."

-¡Bueno! ¡Ya basta!- Me exasperé.- Solo es ropa.

-¿De hombre?- frunció el ceño y no supe adivinar si era enojo o picardía lo que había en sus ojos.

-No se... Déjame ver...- Simule que buscaba entre las bolsas y saqué un bóxer.- ¡OH, MIRA!- exagere mis palabras irónicamente.- ¡Parece que si, Mary, parece que si!... Espera, ¿Crees que me queden bien a mi? Quizá sea de mujer, ya sabes, la nueva moda.

Ella miraba mi teatrito desde la otra punta del sofá, cansada, claramente esperando que terminara de hacer semejante catarsis de sarcasmo. Sus brazos cruzados denotaban inconformidad pero su mirada seguía siendo curiosa.

-¿Y bien? Si ya terminaste, puedes ir contándome para quien es todo eso, dudo que sea para tu padre.

-¿Por qué?- Fingí estar realmente indignada por sus últimas palabras.

-Emma, tú nunca le compras nada, ni siquiera en su cumpleaños fuiste capaz de regalarle un par de calcetines.

-Puedo estar haciendo una obra de bien y regalarle todo lo que le debo.- Me encogí de hombros.

-Y yo estoy casada con Benedict Cumberbatch.- Me sacó las bolsas y empezó a hurgar entre ellas, su gesto ahora era de aprobación, el buen gusto era mutuo.

-Mira tú que bien, cuando quieras me explicas porque no me invitaste a la boda.- Me senté a su lado y deje que revisara, mi vista se mantuvo fija en una camisa, era la que más me gustaba y esperaba que a él también.

-Nada mal.- Dobló una de las camisetas.- ¿Ahora me dirás para quien es?

-Para un fantasma.- Contesté, algo divertida, no estaba mintiendo, aunque ella claramente creería que si.

Decidió hacerme un favor bastante grande y no se metió más en el tema "Ropa y para quien."

En un par de horas me despedí de ella y salí rumbo a casa, eran las 16:30, cumplí con mi palabra, llegaría antes de las 17 hs si me tomaba un taxi. Pagué y al salir rebusque en mi bolso hasta encontrar mis llaves.

-Justo a tiempo.- Una voz ya muy bien conocida para mis oídos me hizo sonreír de lado.

-Creí que el tiempo era infinito.- Contesté adentrándome a mi casa, lo encontré en la sala, sentado en el sillón de dos cuerpos con un libro entre sus manos.

-Pero no siempre es justo.- Sonrió.- Llegaste en el momento indicado en que estaba pensando cuando volverías.

-¿Ya me extrañabas?-Pregunté divertida dejando las bolsas sobre la mesa.

-Todo se vuelve terriblemente frío cuando no hay nadie en casa.-Se encogió de hombros.

Me resultó tierno aquello último que dijo, pero decidí ignorarlo antes de hacerme ideas equivocadas en la cabeza, le hice un ademán para que se acercara a ver lo que le traía. Su manera elegante de actuar no se hizo esperar, incluso ese pantalón de dormir y aquella remera nada nueva le quedaba bien, me reí inconscientemente y negué con mi cabeza cuando me miró confundido.

-Te traje ropa, no sabía tu talle así que... Solo espero que te quede bien.

Me dedicó una última vez su mirada antes de posarla en aquellas bolsas y la ropa, aparentemente nada le había desagradado, eso era bueno.

-Tienes buen gusto. Y buen ojo...- Admitió.-Incluso para esto...-

Al parecer al señor se le hizo gracioso bromear sobre los calzoncillos, me sonroje y miré a otro lado mientras él amenazaba con reírse de manera estrepitosa. Esperen, ¿Amenazaba, dije? demos vuelta la pagina, el muy maldito se rió en mi cara como si nada.

-No... Eso no... No es gracioso.- No sabía si reírme o enojarme, francamente creo que cualquiera de las dos cosas es válida.- ¡Además no los elegí, simplemente los agarré y ya!

"Mentirosa"

"..."

"Te quedaste viéndolos como si fueran chocolate"

"Eh..."

"Como si Alan los tuviera puestos"

"..."

"Si los elegiste"

-Vaya, tienen buen gusto en ese local entonces...- Dejó entrever lo poco que me creía y me miró, divertido, pero dejó de reír a causa de mi vergüenza.- De verdad, muchas gracias, esa camisa esta genial.

Sonreí ampliamente, él me acompaño.

-Esa es la prenda que más me gusta para ti.-Creí ver un gesto de ternura en su rostro, me enternecí ante aquel acto y suspire.- ¿Te aburriste mucho?- Cambié drásticamente de tema.

P.O.V Alan.

¿Te aburriste mucho? Fue la pregunta elegida para cambiar de tema, era sorprendente ver como esa niña -Y no tan niña, pero a mi edad, solo así podría llamarla...- pasaba de ser totalmente demandante a ser ingenua y vergonzosa, era, sin haberlo esperado, una chica que me sorprendía de a ratos. Me agradaba, era buena compañía, la verdad es que no me había aburrido tanto, pero su ausencia se notaba y por eso, mi día se había hecho lento y muy largo.

-Para nada.- Respondí después de varios segundos, sin dejar de observar sus ojos color café.

-Es bueno oír eso, no quisiera que mi invitado de honor se sintiera incomodo en casa.- Bromeó, me reí a la par de ella y asentí.

-No quisiera que te sintieras mal por eso...- El silencio volvió a reinar el lugar.

-¿Quieres...

-¿Vemos...

Ambos reímos, dejé que ella preguntara.

-¿Vemos una película?- Se mordió el labio mientras esperaba una respuesta, no pude pasar desapercibido tal cosa.

-Claro...- Respondí aún con mi vista en su boca.

-Puedes elegir la que quieras, yo iré a preparar el pop.- Y se fue.

Se fue dejándome ahí parado, confundido y extrañado. ¿Que había sido eso? ¿Por qué razón la quedé mirando como si fuera una presa nada fácil? Creo que mis sentidos estaban fallando, y si no estuviera muerto podía jurar que mi corazón estaba latiendo fuerte.

Negué con molestia y me puse a buscar una película entre todas las que estaban apiladas a un lado del televisor, elegí una que jamás había visto, pero que en vida me habían recomendado ver. Me senté a esperarla, me pareció lo más correcto y dejar que ella colocara la película si estaba de acuerdo en verla tanto como yo.

¡Mi ídolo es un fantasma! /ARREGLANDO REDACCIÓN/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora