MARCO (21)

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Nunca había logrado entender por qué muchas mujeres sienten una necesidad de casarse simplemente por el hecho de hacerlo y no porque hayan encontrado a un hombre al que se dedicaron a conocer y a amar bien hasta estar seguras de querer compartir el resto de la vida con él. Eso de presionar a un hombre para que te pida matrimonio lo encontraba... bueno... patético. Las cosas no funcionan así, creo yo. Si él no tiene intenciones de casarse, sea cual sea el motivo, es la mujer la que tiene que evaluar si sigue o no con él. Pero no chantajearlo. Creo que darle a elegir entre terminar o casarse es desesperado y una pésima elección.

Pero en este último tiempo, el tema del matrimonio me había estado pisando los talones. Meses atrás seguía esquivando el tema diciendo que era demasiado joven para comprometerme pero mirara adonde mirara había que gente que conocía y quería comprometiéndose y casándose. Hasta mi mejor amigo me comentó que por primera vez había empezado a cuestionarse si sería capaz de caminar con su novia hacia el altar. Supongo que es normal, después de un plazo razonable de tiempo, el preguntarte si te casarías o no con la persona que tienes a tu lado. Y creo que es bastante heavy poner a tu pareja entre signos de interrogación. O al menos eso creía yo. Pero cuando vi a Scarlett envuelta en un vaporoso vestido de novia para una producción de fotos se me nubló la razón. Me planté frente a ella y delante de fotógrafos, vestuaristas, reporteros y demás curiosos hice lo que jamás pensé que haría: le propuse matrimonio. Después de los aplausos y las felicitaciones, el fotógrafo sugirió que me vistieran de novio y fuéramos portada de la revista juntos. No hace falta ni comentar lo rápido que se agotó.

De eso hacía casi un mes. Una vez que se disipó la euforia me vi sofocado por un puñado de mujeres histéricas y lacrimosas: mi madre, mi futura suegra, mis hermanas, Scarlett y su infaltable sequito de amigas envidiosas, pedantes y entrometidas. La boda estaba programada para el 10 de diciembre y ya me estaba costando una fortuna entre la contratación de músicos de cámara, un cortejo de perros, caballos con plumas blancas, trajes de época y hasta un profesor de ritmos latinos que intentaba hacerme entender los fundamentos de la bachata, sin mucho éxito. Scarlett insistía en que era un ritmo de moda y nos veríamos muy bien bailándolo.

De simpática, efervescente y libre mi futura esposa había decantado en una bruja neurótica, obsesionada con el tono correcto de lila. Movía mucho la mano derecha, no tanto para reforzar sus palabras como para enseñar el feroz anillo Tiffany&Co, de oro blanco y diamantes por el que yo había pagado más de 50.000 €

— ¿Y entonces qué dices?

— ¿Eh...disculpa, no te oí...que me decías de qué...o qué? — sacudí la cabeza para tratar de volver a la realidad, llevábamos con la wedding planner más de dos horas, estaba muerto de aburrimiento.

— ¡Nunca me oyes! ¡Nada te interesa, nuestro matrimonio te importa una mierda!— empezó a golpear el suelo con el tacón de su sandalia, un preludio para otro de sus frecuentes ataques de nervios. La planeadora me miraba de reojo con gesto desaprobatorio, de seguro pensando que soy el peor hombre del planeta Tierra. Ya había tenido suficiente, necesitaba respirar.

— ¡Vale, Scarlett! ¡Voy a decirte la verdad: no me interesa en lo más mínimo si las flores son demasiado pastel, no me interesa si el chocolate es amargo o lo mezclamos, chocolate es chocolate! Te di un cheque en blanco para que hicieras lo que quisieras con la condición de que tú lo organizaras, ¡yo no quería tener nada que ver!

Salí de allí hecho una furia y me dirigí al Iduna, el único lugar adonde estaría a gusto, a salvo con mis pensamientos. Últimamente no dormía mucho, todo ese asunto de la boda me daba pesadillas, era siempre un muñeco Ken destripado por una niña o, en el peor de los casos, volvía a soñar con el accidente. Allí siempre estaba Emma pidiendo que no me muriera. El doctor Engel y los fisioterapeutas habían continuado con el plan que ella había diseñado y ya lograba hacer fútbol en espacio reducido aunque por poco tiempo, para no recargar los músculos nuevos que aun se estaban regenerando.

Había intentado localizarla esos últimos días pero la búsqueda no me dio resultados, no había cuenta de facebook, twitter o instagram, en el hospital me dijeron que no habían vuelto a saber de ella luego de que renunció, su número de teléfono "no correspondía a un abonado en servicio". Se había esfumado, como si nunca hubiera existido. "Tal vez sea mejor así, Marco" dijo Nuri, luego de responder que ni él ni su esposa habían vuelto a tener noticias de ella.

Si, tal vez haya sido mejor así.


Für Immer ||Mats Hummels|| Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora