MATS (19)

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— ¡Mats entiéndelo, por favor! ¡Lo que me pides es una locura! — Mi padre se agarraba la cabeza y caminaba de un lado a otro.

—Es algo lógico, ya me lo habían ofrecido antes, solo es cuestión de volver a contactarlos y reanudar la negociación.

— ¡¿Pero por qué Inglaterra?! Por el amor de Dios, se razonable; hablamos del Real Madrid, te ofrecen cuatro años de contrato y 11 millones de euros brutos por temporada— Pensé que a mi padre le daría un infarto, siempre había sido mi representante y se bien que busca lo mejor para mi, pero en este caso yo tenía razones muy diferentes para querer abandonar Dortmund lo más pronto posible.

Estaba cómodo en el club y le tenía mucha gratitud, pero desde hacía un tiempo sentía cierta inquietud, sobre todo después de perder la final de la Eurocopa. Había llegado al Dortmund hacia ocho años y tal vez se estaba haciendo hora de buscar otros derroteros. El mensaje de Emma no hizo más que acelerar el proceso, volví a releerlo mientras mi padre continuaba diciendo que estaba loco, que tendría que resignar millones.

—Háblales, contáctalos, mete a otro equipo en la disputa para hacerlo más atractivo si quieres; pero ya está decidido: quiero jugar en la Premier League.

Me dirigí a Fredenbaumpark, un lugar adonde iba siempre que necesitaba pensar, me relajé frente al lago donde varias personas jugaban a la pelota o echaban botes de motor con sus hijos. "Un hijo" pensé, un hijo de Emma y Marco; observé los miles de rostros infantiles que pululaban a mi alrededor imaginando la cara de ese niño. El corazón me decía una y otra vez que mi lugar estaba junto a Emma pero mi razón rechazaba la idea suicida de arriesgarlo todo por una mujer que ni siquiera me amaba, que no se había vuelto a mirarme ni una sola vez, que me veía como a un buen amigo.

Cuando recibí el mensaje en el que me contaba de su embarazo estábamos en plena disputa de la Euro y sentí que el mundo se me venía abajo, no sabía de ella desde aquella noche de mayo en Basilea. No había dejado de pensarla un solo instante, la veía en todos lados, soñaba con ella casi todas las noches. Amaba a esa mujer profanada por la semilla de otro hombre.

Marco y yo evitábamos cruzarnos siempre que era posible, desde el incidente en el que nos habíamos tomado a golpes nada había vuelto a ser igual. En público simulábamos una correcta camaradería que ni nos molestábamos en continuar fingiendo cuando estábamos puertas adentro. Por eso cuando lo encontré en la sala de musculación la mañana siguiente, ni siquiera hice el intento de saludarlo, solo hacía de cuenta que no estaba ahí.

— ¿Entonces es cierto que te vas? — soltó, mientras distraídamente levantaba algo de peso con la pierna derecha. Noté que había comenzado a ganar músculo nuevamente.

—Eso dicen— le gruñí desde las barras paralelas.

—Vamos Mats, al resto puedes decirle lo que quieras pero a mi no me engañas— dijo, riendo entre dientes y sacudiendo la cabeza— Rechazaste la oferta de tu vida para correr atrás de Emma, niégamelo.

—Aunque fuese cierto, ese no es tu problema— Como siempre, solo tardaba escasos cinco minutos en acabar con mi paciencia. Caminé hacia la puerta sintiendo su mirada en mis espaldas.

—Cásate con ella, Mats. Porque si no lo haces tú, tendré que hacerlo yo...

Apreté los puños, tragándome la rabia. Marco ni siquiera estaba al tanto del embarazo porque, de lo contrario, no creo que se tomara las cosas tan a la ligera. Es del tipo de persona que no quiere crecer aunque él está lejos de ser inofensivo como un niño; de hecho es el preferido de los aficionados más pequeños, tal vez porque se identificaba con ellos. Ese bebé era de Marco y muy a mi pesar admití que sería un buen padre. Solo por un instante tuve el impulso de decírselo, borrar su sonrisa, obligarlo a asumir sus responsabilidades, para que después yo mismo pudiera apaciguar mi conciencia y partir tranquilo a Madrid. Pero no lo hice, eso solo le correspondía a Emma y ella estaba decidida a llevar adelante el embarazo y la crianza por su cuenta.

Aterricé en Londres, eternamente cubierta de niebla y llovizna, con mis padres a mi lado. Venía decidido a todo, había tomado una decisión crucial, había apostado mi futuro completo. La conferencia de prensa se me pasó como una nebulosa, trataba de prestar atención a las preguntas de los periodistas pero estaba más atento al movimiento de cabezas junto a la entrada del hotel. Me tomé la consabida foto con mi nueva casaca, posé para los fotógrafos y salí prácticamente corriendo al ver su mensaje: "Estoy en el bar del hotel, te espero". El camarero me indicó desde la puerta la mesa más alejada y escondida, la admiré de lejos bañada por la suave luz del mediodía que hacia brillar su cabello oscuro y ya no tuve dudas, ella me reconoció formando una sonrisa enorme. Aun enloquecía de ternura al ver su rostro. La abracé con fuerza, sintiendo como sus lagrimas mojaban mi camisa.

— ¡Perdóname, Mats! Te he dejado hecho un lío— se enjugó la cara con una servilleta— pero esto de las hormonas es una pesadilla...me la paso llorando todo el rato o me pongo eufórica de repente, es un desastre.

— ¡Estás preciosa! Ni siquiera se nota, no pareces embarazada— me puse a observarla con detenimiento, solo lucía más curva, absolutamente en todo el cuerpo. Su rostro se veía más redondo, más saludable.

— ¡Pero y tu...es que no lo puedo creer! ¡¿Arsenal?! —agitaba un ejemplar del Daily Telegraph que rezaba entre sus titulares "ARSENAL OFICIALIZA LA CONTRATACIÓN DEL DEFENSOR ALEMÁN MATS HUMMELS"

—Me dieron ganas de vivir en Inglaterra una temporada, era Londres o Manchester— me encogí de hombros— ¿Pero qué te parece si pedimos algo para almorzar y te lo cuento todo?— Me reí al ver que le brillaban los ojos de emoción.

— ¡Seguro, últimamente siempre tengo hambre!


Für Immer ||Mats Hummels|| Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora