EMMA (28)

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—Doctora, tiene un último paciente— Me informó Sylvie, mi secretaria, desde la puerta.

— ¿Segura?— Pregunté, revisando la computadora— ¡Pero no tenemos a nadie más agendado para hoy!

—Si lo sé, pero dice que no puede consultar más que ahora y que viene de parte del club.

—De acuerdo, hazlo pasar— suspiré resignada, me puse de pie para guardar algunos archivos en la gaveta que tenía tras de mí. Entonces lo sentí, mucho antes de que golpeara y se quedara recostado sobre el marco de la puerta, observándome. El sonido inconfundible de sus pasos que había anhelado más de una vez, la fragancia de su perfume Hugo Boss que podía distinguir entre todos los demás aromas. "Sabía que vendrías" pensé, mientras la sangre se me congelaba en las venas.

—Hola, Emma— dijo caminando lentamente hacia mi escritorio— ¿O debo decir, doctora Jayaraman?

Sentía las manos heladas, mi corazón se disparaba cuando oía su voz y me maldije por eso. Me volví para enfrentarlo y lo vi más guapo, los rasgos muy marcados, sus traviesos ojos verdes, vestido de negro y con su infaltable gorra vuelta hacia atrás.

—Hola— no fui capaz de decir nada más.

— ¿Puedo? — dijo, señalando la silla que tenía frente a él.

"No, no puedes", lo quiero decir pero sé que no podré. En vez de eso le digo que sí con la cabeza y se sienta frente a mí. Pasamos algunos segundos estudiándonos, como si quisiéramos descubrir los cambios que habían ocurrido en nosotros en todo ese tiempo que no nos vimos.

— ¡No sabes la alegría que me da volver a verte!— sé que es sincero, trago saliva y no puedo articular palabra. ¡Esto es ridículo! Pienso en Mats, en su sonrisa, sus abrazos, sus besos. Pienso en el amor que siento por él y de repente eso es más que suficiente para enfrentar a Marco ahora. Sin el corazón acelerado. Sin manos sudadas. Él es solo un fantasma del pasado.

— ¿Cómo estás? — sigue, dispuesto a confrontarme.

— ¡Estoy muy bien, gracias! — respondo con convicción— ¿Y tú?

— ¡Aquí me ves, soy un habitante más de Londres! — dice, lanzando una carcajada.

— ¡Sí, lo supe! Lo leí en algún lado, te felicito.

—No pareces muy feliz de verme.

— ¿Acaso tengo por qué?

—Tal vez...— responde con un hilo de voz.

Entonces se me queda viendo atentamente por algunos instantes y me siento incómoda. Quiero decirle que pare, que ya no tiene derecho a mirarme de esa forma tan íntima. Quiero irme, pero sigo sin poder reaccionar. Me quedo sentada apenas, sin ganas de hablar, esperando que note lo mucho que me es indiferente. Esperando creerme yo misma que me es indiferente.

—Estás tan distinta— dice —Más segura, más... Mujer. Y hermosa. Estás hermosa, como siempre.

Siento que el estómago se me estruja dolorosamente cuando escucho sus palabras. Podría jurar que estoy ruborizada y eso me irrita. La buena educación me manda a agradecer los elogios pero el orgullo me lo impide. "¡Se indiferente, se indiferente!"

—Pasó casi un año, Marco. La gente cambia, así como muchas otras cosas cambiaron también...— finalmente puedo responder con más firmeza en la voz.

—Me lo imagino— murmura, mientras toma entre sus manos un marco con una foto de mi último cumpleaños donde Mats y yo sostenemos a Tatiana en brazos, frente a un enorme pastel.

Sé que entendió exactamente lo que quise decir y casi sonrío. Un clima denso estalla entre nosotros y él ya no me mira a los ojos. Parece querer decirme algo y que busca desesperadamente el coraje para hacerlo. Me pongo de pie tomando mi bolso, un mensaje sutil de que nuestra conversación está terminada. Cuando iba a despedirme por fin, suena mi celular. El nombre de Mats aparece en la pantalla y se me seca la garganta. Miro a Marco que sigue rígidamente sentado frente a mi escritorio.

— ¿No vas a contestar? — dice, recuperando su acostumbrado aplomo. No da ninguna señal de querer darme privacidad y salgo al pasillo.

— ¡Mats, hola!

— ¡Hi, Liebe! — tiene la voz cansada pero sé que está sonriendo —¿Aún no terminas con la consulta?

— ¡Si, ya terminé! Me retrasé porque tuve un paciente de última hora pero ya estoy saliendo. ¿Y tú, terminó el entrenamiento?

—Sí, acabo de llegar a casa. ¿Te podrías apurar, mamá? Tenemos hambre— estalla en carcajadas mientras escucho a Tatiana junto a él, imitándolo.

—Yo también los echo menos. Enseguida estoy ahí.

— ¿Estás con alguien? — pregunta. Sé que está bromeando, pero la pregunta me pone tensa. Detesto la idea de mentirle a Mats, pero tampoco puedo decir "sí, tengo a Marco Reus en mi consultorio"

—No, estoy sola. Sylvie se acaba de ir.

Marco suelta una risita sarcástica a mis espaldas y quisiera matarlo en ese preciso momento.

—De acuerdo, no te demores, ok? Te amo

—Enseguida estoy ahí, también te amo.

Marco me mira con una ceja arqueada y su clásica sonrisa torcida.

—No le dijiste a Hummels que estoy aquí.

—No es algo importante, no hay nada que contar— no quería sonar grosera, al contrario, quería marcar la distancia entre nosotros. Quería sonar indiferente y tal vez fue eso lo que lo sorprendió. Se acercó a mí y me tomó del mentón para obligarme a verlo a los ojos.

—Lo siento tanto Emma, tanto.

— ¿Lo sientes por qué?

—Por todo: por lo que hice, por lo que dije, por haber desistido de nosotros, por no haber apostado a nuestra relación.

—Está bien, Marco— dije, apartando sus manos —Es agua pasada. Tú volviste a ser el que eras antes, te casaste, tienes alguien que te ama. Yo tengo un esposo, una hija y una vida. Creo que nos fue muy bien— estaba orgullosa del tono desafiante de mi voz.

Marco bajó la vista y afirmó con la cabeza. Volvió hacia mi escritorio y tomó una vez más la foto.

— ¡Marco, por favor! — supliqué —De verdad tengo que irme.

— ¿Quieres saber algo curioso? Cuando vi a tu hija por primera vez me prendé de ella porque la vi muy parecida a Nico— dejó el marco sobre el escritorio y se encogió de hombros mientras salía— Supongo que todos los bebés se parecen ¿no crees?


Für Immer ||Mats Hummels|| Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora