EMMA (34)

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Pocos entendían la frustración y la amargura de estar en medio de dos personas que, de ser compañeros y amigos, pasaron a odiarse. Mats estaba de constante mal humor, de comprensivo y cariñoso se transformó en una máquina de egoísmo y celos que se irritaba por cualquier cosa. No aceptaba de ninguna manera a Marco, así fuera en la esquina de la casa, pero tampoco le parecía bien que llevara a Tatiana yo misma para dejarla allá. Estaba tan estresada de hacer malabares entre el trabajo, la niña y ellos, para que no se mataran, que hacía más de un mes que no dormía como Dios manda de tanta angustia.

Marco se divertía molestándolo, mandándome constantes mensajes durante los momentos que pasaba con la niña y llenándome de selfies de los dos. Porque sabía que Mats las vería. Y cuándo le rogaba que parara, el buen juicio le duraba escasa media hora hasta que volvía a hacerlo.

Llegué a odiarlos a los dos.

—Siempre supe que sería un buen padre— dijo Manuela, mientras veía a Marco tras una montaña de juguetes, armando castillos y jugando con títeres en el balcón soleado.

Me sorprendí, porque desde que había llegado a Londres ella difícilmente me dirigía la palabra como no fuera para decirme "Hola" de muy mala gana y "Adiós" llena de alivio, cuando dábamos por finalizadas las visitas, que cada vez se hacían más frecuentes.

—Tengo que admitirlo, también yo he quedado sorprendida— reconocí.

Y era cierto. Con ayuda de sus padres y de Marcel (que resultó no ser tan mal tipo) habían acondicionado un cuarto para Tatiana que envidiaría la Princesa de Gales. Con hadas, castillos y animales que evocaban la Selva Negra alemana pintada en las paredes, lámparas que proyectaban formas en la oscuridad y una cuna majestuosa. En la puerta de entrada un cartel rezaba: «Bienvenida a casa, princesita». Tuve que bajar la guardia al ver a Marco cambiando pañales, cantando y aliviando cólicos. Como si hubiera nacido para hacerlo.

—Cuando sucedió lo de Scarlett creí que no se recuperaría, le pegó tan duro que me rompió el corazón. Y a pesar de ser su madre no sabía cómo consolarlo. —su mirada se perdió en el Támesis, como queriendo ahogar un mal recuerdo. Supuse que se refería al divorcio, del que solo sabía que no había terminado bien.

—Ningún matrimonio es fácil —comenté, porque la verdad se me hacía complicado conversar con ella. No sabía nunca qué la ofendería y qué no.

— ¿Pensaste en abortar? —su expresión era tan dura que no tenía sentido mentirle, tampoco explicarle los motivos por los que no busqué a Marco para contárselo. Todo parecía tan superfluo en ese momento.

—Sí, pero cuando llegó el momento no tuve el valor. El doctor comentó que hubiese sido una niña y eso me desarmó. No podía hacer tal cosa.

Me tomó de las manos y me dijo "Gracias" con voz temblorosa. No fue necesario que me dijera nada más. Luego salió al balcón para jugar con ellos. Marco entró luciendo su sonrisa más esplendida, últimamente reía todo el tiempo y era como un torbellino de energía que hacia mil cosas a la vez y hasta estaba leyendo un libro "Cómo Criar un Niño Bilingüe".

— ¿Estás bien? Tienes una cara rara ¡Ya sé! Mi madre te ha dicho algo...

—No, no...al contrario, creo que las cosas entre nosotras ya están aclaradas.

— ¡¿De veras?!

Manuela pidió permiso para llevar a Tatiana de paseo con el resto de la familia y no me pareció mal. Se comprometían a dejarla en mi casa al final del día. Cuando salieron yo también me puse de pie, viendo el reloj.

Für Immer ||Mats Hummels|| Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora