5. Beatles vs Bruno Mars

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POV Alex

¿Qué hacia ella ahí?

Normalmente cuando humillo a alguien, hace alguna de estas cosas; o no aparecer más y borrarse de la lista o venir y pegarme cuatro puñetazos.

Pero ella no. No se le veía con ninguna de esas intenciones. Eso me ha dejado un poco más helado de lo que estaba cuando por la mañana me dijo esas palabras. Esas que aún rondan mi mente.

<<Que poca vida tienes, para intentar arruinar la mía sin éxito. La mía ya estaba arruinada mucho antes de que tu estuvieras>>

Se que no me tendría que importar lo que le ha pasado, y más siendo que le he tratado pésimo. Pero la curiosidad me reconcome por dentro. Esa mirada, como lo dijo. En cada palabra había dolor detrás, lo noto. En ese momento que pronunció esa frase, pude contemplar perfectamente su cara. Algo me resultaba familiar, y de alguna rara manera; acogedor.

Tenía que saber más sobre ella. Pero dudo que después de la broma ella quiera saber algo de mi. Aunque desearía conocerla y descubrir porque está rota.
-¿Pero qué estás diciendo Alex? ¿Desde cuándo te importa lo que sientan tus víctimas? ¿Qué te has tomado? - habla mi voz de la conciencia, devolviéndome a la realidad. ¿A mí que me importa? Tiene razón.
Aún así, algo me ha tocado. Algo se ha encendido en mi interior. Y me asusta mucho.

Me adentro en mi cuarto dispuesto ha no hacer nada. Hoy no. Bueno, ni hoy ni ningún día.

Necesito relajarme. Y solo hay una cosa que lo consigue; la música. Me dirijo hacia mi estantería repleta de discos. Pero cuando veo un hueco vacío el alma se me cae a los pies. En ese hueco estaba nuestro disco. Y cuando digo nuestro, me refiero a Valeria y mío. Ese que me regaló ella una vez. Ese que es mi preferido. Ese que me recuerda a ella. A sus ojos profundos que cuando los miraba me transmitían miles de emociones. Las que se pueden conseguir a través de una webcam. Sus perfectos rasgos, hechos a medida. Su boca entreabierta cuando pensaba, como mordía su labio inferior cuando estaba nerviosa, como se sonrojaba cada vez que le decía un cumplido, la forma en la que se reía; como si no hubiera un mañana, como colocaba su pelo a un costado cuando estaba pensativa. Sus palabras, sus consejos, sus historias. Ella era especial. Ella era diferente. Ella era única.

Aún la recuerdo, y sigo atormentado por el hecho de que de un día a otro desapreció. Y a partir de ahí no volví a hablar con ella. Aún sigo pensando en ella. Aún, aunque no quiera, tiene una parte de mi corazón. Y es que ni Blanca ni ninguna otra chica puede ocupar ese sitio de mi corazón que aún sigue perteneciendo a esa chica de la webcam.

Me pregunto dónde estará ella ahora. Que estará haciendo. Cómo será. Si sigue sonriendo con esa sonrisa torcida que tanto me gustaba. Si sigue riéndose con chistes malos o si sigue bajando la mirada cada vez que sus mejillas se tornan color carmesí.

Realmente la echo de menos.

Aún recuerdo el día que me regaló aquel CD. Fue el mejor día de mi vida. A partir de ahí cuidaba ese CD como si se tratara de mi vida. Era y es tan especial para mí. Al no verlo en su sitio el corazón me duele. Mucho.

Rebusco como loco por la estantería, tirando todos esos CDs de los Beatles y de Queen. Ni rastro de él. Empiezo a buscar por toda la habitación. Empiezo a volverme loco.
No.
No.
No puede haber desaparecido.
Simplemente no puede.
Era el último recuerdo que tenía de Valeria. Era nuestro disco. No puedo haberlo perdido como la perdí a ella.

Siento que mis emociones pasan de tristeza a rabia. Una increíble. Agarro mi vaso de agua de la mesita de noche y lo estampo contra la pared haciendo añicos. Como ahora mismo está mi corazón; partido a mil pedazos.
La sangre hierve dentro de mi, como un volcán a punto de explotar. Abro la puerta y no dudo en chillar a los cuatro vientos.
- ¿Dónde está ese maldito CD? - grito exasperado.
Al segundo aparece Blanca junto a una lima de uñas, limándoselas mientras me mira sugerente.
- ¿Qué disco estás buscando? ¿El de la niñita esa?
Aparto la mirada furioso, ahora no estoy de ánimo para bromas. Valeria no es ninguna niñita.
Ella toma el silencio como una afirmativa.
- Venga por favor Alex, ¡hablabais cuando teníais trece años! ¡Trece! Madura un poco anda - dice mientras se adentra otra vez a su habitación.
Alex grita desesperado, lleno de rabia y furia. Ella no puede hablar de Valeria así. Valeria era la única razón por al que vivía y mi alegría de cada día. Aunque tuviéramos trece años cuando empezamos a hablar, para mí siempre será la mujer de mi vida. Ella me lo enseñó todo cuando yo no sabía nada.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora