21. Mariposas

67 12 8
                                    

Nota de autora: leed nota del final.

Agarra mi cintura y acorta el espacio entre nosotros dos.

Junta nuestros labios, haciendo presión sobre ellos y mi cintura.

Y en ese momento, pierdo la cabeza.

Cambia una mano a mi nuca, haciendo más presión aún.

Su lengua recorre todos los espacios de mi boca.

Pedro sabe dulce, a vodka, pero con un toque ácido.

Tengo que admitir que besa muy bien.

Pero nunca se podrá comparar con los besos de Alex.

Esos eran diferentes, esos llevaban sentimiento.

Esos llevaban amor.

Alex...

—Alex...

Pedro se separa de mí y me mira confuso.

—Lo siento, —digo arrepentida. —no puedo hacerlo. —susurro, corriendo entre la gente y consiguiendo salir a fuera de la discoteca.

Ahí es cuando recupero la cabeza.

Y realmente me doy cuenta de lo que acaba de pasar.

Necesitaba aire fresco, necesito despejarme y olvidar por lo menos un segundo lo que acaba de pasar.

Me siento mal por haber besado a Pedro, pero Alex y yo ya no estamos juntos.

Y tengo que aceptarlo, por mucho que me cueste, y duela.

Ahora mismo solo quiero irme a mi casa, dormir y desconectar.

Pero no encuentro a Rosie, y no veo ningún taxi ni cara conocida para poder irme.

Empiezo a agobiarme, siento que mi cabeza está a punto de explotar.

—¿Necesita un taxi, señorita? —oigo una voz detrás de mí, acompañada de un rugido de motor.

Me doy la vuelta y puedo ver a Oliver. Con un rápido movimiento se deshace del casco y me lo pasa.

Yo le sonrio y le doy miles de veces las gracias.

Le digo mi dirección y el arranca la moto bruscamente, haciendo que me agarre de su cintura.

—¿Qué hacías sola en la calle a estas horas? —pregunta elevando la voz.
—Es una larga historia... —digo mirando hacia otro lado.
—Una chica misteriosa, eh... —susurra mientras suelta una pequeña risita.
—Y tú, ¿qué hacías, Mario Casas?
—Ouch, no me llames así. —dice mientras sacude la cabeza.
—Perdón, es que, creía que estábamos a tres metros sobre el cielo... —digo continuando la broma.
El ríe y se aclara la garganta —lo único que pasa es que tengo ganas de ti.

Me río, pero al segundo se hace un silencio, uno muy incomodo.

Me subo a la moto y conduce por las frías calles desiertas.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora