16. ¿Preparada?

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La alarma me despierta bruscamente, pero no me molesta. Porque ahora mismo estoy feliz.

Sí señores, lo que habéis oído (o más bien leído), Valeria Quiles está feliz.

Algo poco visto, la verdad.

Pero tengo una razón y un motivo que me hace sentir así.

Alex.

Él provoca estas sensaciones dentro de mi.

Me visto rápidamente y doy un repaso a mi maleta, esperando no dejarme nada (cosa que siempre me pasa. Sí, soy un despiste con patas).

Doy un último vistazo a mi habitación antes de cerrarla.

A continuación oigo pitidos continuos, y salgo corriendo hacia la puerta de la calle cargada de mi pesada maleta.

En la que he tenido que meter toda la ropa necesaria (medio armario).
No es que sea una superficial que no pueda vivir sin toda mi ropa, sino que no conozco nuestro destino del viaje no sabía que será adecuado.

Así que mi armario ha sufrido un atraco, dejándolo a dos velas.

Pero estará bien, ya que tiene a la cómoda. Que ya me he dado cuenta de las miraditas que se echan...

Bien Valeria, creo que te ha hecho un efecto secundario el chocolate que te has comido esta mañana.

Salgo rápidamente y cierro la puerta de la casa haciendo equilibrismo con la maleta.

Pegado a la acera puedo ver a Alex, sonriente como pocas veces lo había visto.

En cuanto me ve, baja del coche y se apresura a cogerme las maletas y depositarlas en su maletero.

Yo me subo en el asiento del copiloto y espero a que Alex se suba en el del conductor.

Lo hace rápidamente, y me regala un tierno beso no tan acelerado.

— ¿Preparada? —me susurra sonriente mientras acaricia mi mejilla con su mano derecha.

Yo asiento repetidas veces y Alex arranca el coche, perdiéndose por las calles.

Creo que pasamos todo el viaje charlando sobre temas banales, escuchando nuestro disco de Coldplay y gastando bromas.

Por no decir las veces que le pregunté lo mismo, como ahora.
—¿Cuánto queda? —repito mientras me giro hacia Alex. Este sonríe y suspira exageradamente.
—Queda nada, lo prometo. —dice sin dejar de mirar la carretera.
—¿Cómo las otras diez veces? —estallo en carcajadas, y él también.
—Esta vez es la definitiva. —me asegura ya más serio.

Ya era hora, llevamos como 5 horas metidos en ese coche infernal. Y yo aún sin saber dónde vamos. Cada vez los carteles contienen nombres de pueblos más extraños, así que no puedo sacar nada en claro.

Bajo del coche de Alex aún más emocionada de lo que ya estaba.

Delante de mis ojos tengo una gran casa, estilo ibicenco. Blanca con flores y plantas salvajes; enredaderas y amapolas se asoman por las paredes y los balcones. Parece una casa sacada de un mismísimo cuento de hadas.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora