11. Un mal día

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Salgo de casa de Valeria furioso y enfadado conmigo mismo.

Creí que le caía bien, que podíamos ser (o éramos) amigos. O por lo menos conocidos. Pero no, todo este tiempo ella tenía mi disco.

¿Por qué? ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué quería verme sufrir?

¿Qué le he hecho yo?

No tenía motivos para provocarme tal dolor.

Ella no sabe todas las noches que he pasado llorando.

Sí, llorando.

Todo por ese disco, ese recuerdo, por Val... Cada vez que pensaba que el disco no estaba, en mi cabeza aparecía la imagen de Val hace unos años. Cuando aún hablábamos por Skype. Me recuerda a su mirada de intriga mientras me veía a través de la pantalla abrir el papel que contenía en su interior el disco. Y como sus ojos se agrandaban y una sonrisa se formaba en sus labio cuando le decía que me encantaba.

También el recuerdo de las ganas que tenia de abrazarla, de besarla, de que juntos oyéramos a Coldplay.

Y como lo sigo sintiendo.

Lo que daría ahora mismo por poder tenerla entre mis brazos y sujetarla para que nunca se separara de mi. Para no perderla como ya lo hice una vez...

Aún recuerdo con lágrimas aquella fecha, 28-03-2012...

Flashback

- Y tu Val, ¿qué prefieres Nutella o Nocilla? - pregunto con cara seria pero sin perder la sonrisa.

Me encanta preguntarle cosas tontas sólo para verla reír un rato y que muestre sus preciosos dientes blancos.

- Nutella siempre - señala divertida mientras acaricia su pelo.

Yo hago una mueca de asco acompañada de un gesto como si fuera a vomitar. Ella estalla a carcajadas mientras sus mejillas se tornan rojizas.

- ¿Nutella? ¡Está mucho mejor la Nocilla!-apunto mientras me uno a sus risas que cada vez son más estridentes.

Ambos reímos y bromeamos. Estoy feliz a su lado. Creo que en los únicos momentos en los que de verdad estoy alegre es con ella. Con Valeria me siento vivo. Valeria me mantiene así. Y sólo ella a podido hacerlo en toda mi vida.

No se catalogar lo que siento, pero sólo se que tiene que ser amor. Porque sino: ¿Cómo es que se siente tan bien?

Valeria vuelve a reír y me mira fijamente. Esta vez estalla con una gran risotada que inunda toda mi casa con su melosa voz.

Pero en ese momento ocurre lo peor que nunca hubiera podido imaginar. Ni en mis peores pesadillas.

La puerta se abre mostrando a mi padre con un semblante lleno de furia. Su cara se enrojece a medida que va avanzando hacia mi hasta quedar cara a cara.

Sin mediar palabra se saca el cinturón que llevaba puesto en sus pantalones. Y sin darle más vueltas me pega en la cabeza haciendo que mi ordenador caiga mientras chillo entre sorprendido y adolorido.

- Niñato. Vamos a ver ¡Deja de pegar gritos! ¿No sabes hacer nada más? ¡Eres igual de inútil que tu madre! - al pronunciar esas palabras, la fura nace en mi interior y la ira corre por mis venas. Me levanto decidido mientras me acerco lentamente a él. Noto como mi pulso se acelera y mi corazón va a abandonarme en algún momento. Él se da cuenta de que trato de plantarle cara y se aproxima a hablar rápidamente. - Eres igual de imbécil que tu madre. Tendría que haber hecho esto mucho antes.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora