7. Tengo miedo

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POV Alex

Nunca en la vida me lo hubiera imaginado. Yo, abrazando a una chica desconocida. A una que un día antes había gastado una broma pesada. A una que había ayudado enfrentándome a Blanca.

Hace unos días no me reconocería. Pero desde que esa chica pronunció esas palabras llenas de dolor al cubrirla de ese empastre, algo en mí se encendió. Como una llama en mitad de la noche oscura, alumbrándolo todo por unos segundos.

Esa chica me es tan familiar y acogedora que me siento como si la conociera de toda la vida. Siento que la he visto antes.
Esos ojos marrones como la tierra, esa boca rosada y esas perfectas facciones sólo las puede tener una persona.

Val.

Pero no, Val no puede ser. Val es rubia, o por lo menos lo era cuando yo hablaba con ella a través de Skype.

Pero algo en mi interior me atormentó cuando aquella chica desconocida pronunció su nombre.

Valeria.

Pero no, no puede ser. Val vivía en Barcelona. No puede ser que ahora esté en Valencia, ¿no?

Aunque ahora que lo pienso, quizá esa desconocida no lo es tanto.

Pero ahora no quiero darle más vueltas a la cabeza.

Si me viera mi Alex del pasado al Alex de ahora le daría un infarto. Y es que aquí me ves, abrazándola sin saber aún el motivo.

—¿Estas mejor? —pregunto apartándome un poco de ella para poder mirarle a los ojos, sin soltarla aún, no quiero que se sienta desprotegida.
—Sí —dice ella y se separa rápidamente, poniéndose en posición de alerta.
Se levanta rápidamente y se cuelga la mochila sin mediar palabra. Yo le imito y quedamos cara a cara.
—Gracias —dice sonrojándose ligeramente, a la vez que esconde un mechón de pelo rebelde detrás de su oreja.
—De nada, Blanca a veces se pasa mucho—digo intentando consolarla. —¿En serio es todo ese dinero que tienes para comer? —señalo arrepintiéndome al segundo. A veces la curiosidad me mata.
Ella baja la mirada y la posa en la acera durante unos largos segundos. Hasta que por fin reacciona y levanta su vista hacia mi. Conectándose con mis ojos y mandando miles de descargas eléctricas a todo mi cuerpo.

Su mirada me transmite dureza, como si no sintiera nada. Pero por dentro está rota. Lo sé. Lo intuyo. Yo he pasado por lo mismo.

Gira la cara y da un paso hacia atrás, alejándose de mi.
—No te importa —dice fríamente a la vez que empieza a correr calle abajo.

Mi mente dice que vaya a clases y me olvide, pero por lo visto mi corazón no está de acuerdo. Mi corazón pide ir detrás de ella.

Y así lo hago.

Corro rápidamente consiguiendo alcanzarla. Cuando estoy a unos centímetros suyos la agarro de la cintura haciendo chocar mi pecho con su espalda.

Puedo notar como ella pega un grito ahogado y intenta zafarse de mi agarre.
—Soy yo, Alex —susurro en su oreja impregnándome de su fragancia.
Al instante noto cómo se relaja y todos sus músculos se destensan.

Lentamente se gira hacia mí con una mirada confusa. Quedando frente a frente, esta vez más cerca que antes. No la suelto, sigo agarrándola de la cintura con mis fuertes brazos, pero sin presionar demasiado. Por mucho que trate de no reconocerlo, me quedaría así por mucho más tiempo.

Me siento bien. Y esto me asusta.

—¿Por qué? —dice mirándome directamente a los ojos. Creo que debe notar mi confusión porque al segundo retoma la palabra —¿Por qué estás haciendo todo esto por mí?

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora