22. Nuestras lágrimas se convertirán en lluvia

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POV ALEX

—¿Por qué me has engañado? ¿Por qué? —el corazón se me parte en dos cuando Valeria susurra esas amargas palabras.

Quiero contarle todo, quiero decirle lo que realmente siento. Ella necesita respuestas y pienso dárselas.

—Te lo puedo explicar... Yo... —agacho la cabeza para mirar a Valeria a los ojos, pero en el momento que lo hago, Val se apoya sobre mi hombro y suelta un suspiro.

Mierda.

Se ha dormido.

Cierro los ojos yo también.

Porque cerrando los ojos parece que todo vuelve a ser como antes.

Como cuando nos quedábamos hasta las tantas de la noche viendo películas de miedo, las cuales asustaban muchísimo a Valeria y eso me divertía.

Me gustaba como se agarraba a mi brazo y le gritaba a la televisión: ¡No entres, no lo hagas! Y cuando la protagonista entraba, ella suspiraba para si misma diciendo: te lo dije.

Incluso a veces se subía a mi regazo y escondía su cabeza en mis hombros.

Como está haciendo ahora mismo.

También recuerdo como cuando terminábamos las películas de terror, dormíamos abrazados, el uno junto al otro.

Ella tenía miedo de que yo me fuera algún día. Yo le prometía que no lo haría, y los dos sabíamos que lo que teníamos sería para siempre.

O como cuando Valeria quería revivir la típica escena de la Dama y el Vagabundo.

—Vamos Alex... tú tienes que coger el otro extremo y a la vez aspiramos el spaguetti. —señala Valeria con una sonrisa de lado.
—Val, nos vamos a pringar.
—¿Por qué la Dama puede y yo no? —frunce el ceño y cruza los brazos en su pecho mientras suelta un bufido. —a las buenas o a las malas. —señala con una sonrisa maligna. —ya has elegido, prepárate para lo que es bueno. —amenaza mientras coge un puñado de espaguetis y en un rápido movimiento los estampa contra mi cara.
El tomate y los espaguetis hacen de mi cara todo un cuadro.
Valeria ríe malignamente por atrás, tanto que hasta se sujeta la barriga, y encogida se sigue riendo.
Aprovecho esa posición y me armo yo también con un puñado de espaguetis.
Se los lanzo, y estos aterrizan en su pelo, llenándolo de tomate.
Valeria pega un pequeño grito.
—Ahora sí, ¡te vas a enterar! —coge otro puñado y corremos por toda su casa.
Valeria se rinde tras ver que soy más rápido y vuelve a sentar.
Agarra un espagueti sobrante del plato y me lo ofrece.
Yo me meto un extremo y ella el otro. Empezamos a aspirar hasta que ya no queda más espagueti. Solo nuestros labios unidos.
Labios llenos de tomate, pero aún así, superamos a la Dama y al Vagabundo.
Porque nuestro amor puede superar incluso a la ficción de los libros.
—Te quiero. —susurra Valeria aún con el espagueti en la boca.
—Yo también tonta. —digo cariñosamente mientras agarro sus manos y la atraigo hacia mi para volver a sellar nuestros labios.

Abro los ojos, y todos los recuerdos se van, lentamente, poco a poco, se van desvaneciendo.

Pero me consuelo al ver a Valeria apoyada en mi hombro.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora