12. Always in my head

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Siento una presión en el pecho que aumenta su dolor cuando recuerdo cada vez más.

Hace unos minutos, Alex.

No entiendo por qué pensaba que yo podía haber hecho una cosa así.

Nunca robaría, y menos algo tan importante para los dos.

Me dolió mucho que él creyera que yo había podido hacer algo así.

—Pero es que eres tonta Valeria, tienes que revelarle de una vez quién eres. No puedes soportar más esta mentira. —me regaña mi subconsciente.

Y es que tiene razón, no aguanto más.

Tengo que decírselo, pero no puedo.

El miedo al rechazo, al abandono, es más fuerte que yo. Tanto que está viviendo mi vida y decidiendo por mi.

Cosa que me aterroriza.

Y entonces vienen a mi mente las sabias palabras que Alex siempre me decía: —No dejes que el miedo te controle, se apodere de tu vida. Porque sólo entonces perderás la batalla. No perderías incluso si fracasaras al intentarlo. Sólo te vencerían si ni siquiera lo intentas. —recuerdo cómo me susurraba aquellas sabias palabras. Alex siempre tenía un consejo útil para cada momento. Yo siempre le preguntaba qué si tenía un libro llamado: "100 consejos sabios" y si se lo había aprendido de memoria.
Él sólo se reía y negaba con la cabeza.
Yo sigo creyendo que lo tiene escondido en alguna parte.

Con estas cavilaciones, me sumerjo en un profundo sueño. Dejando atrás los recuerdos y metiéndome de pleno en el mundo de los sueños...

7:15 A.M.

Me despierto sobresaltada por el ruido del despertador. En seguida me preparo, me visto y me acicalo en el baño.

Antes de abandonar la casa, paso por la cocina y cojo un batido de chocolate de la nevera.

Rápidamente salgo a la calle, camino hasta la parada de autobuses.

Una vez allí decido conectar mis auriculares al móvil y escuchar música.

La playlist de Coldplay se activa sola. Haciendo que mis oídos se deleiten con esa melodía.

Coldplay...

Como me recuerda a Alex.

Al dulce y maravilloso Alex que yo conocí.

Antes de que pueda poner más calificativos positivos en mi mente acerca de Alex, el autobús pita al llegar a donde me encuentro.

Rápidamente me subo al autobús. Avanzó hasta mi habitual sitio.

Las paradas pasan rápidas hasta que toca la de Rosie Chicle.

Esta se sube feliz y se sienta a mi lado aún sin perder la sonrisa.
—¿Qué tal estás amiga? —dice mientras se acomoda en el asiento.
¿Amiga? Qué rápido vamos, ¿no?
—Bien —respondo fríamente. Pero luego me doy cuenta de que tengo que dejar de ser una amargada y empezar a socializar si quiero ser feliz. — ¿Y tú? —corrijo rápidamente, aún nerviosa.
—Genial —dice ella con una amplia sonrisa. —¿Qué canción estás escuchando? —dice y a continuación me roba un auricular y se lo coloca en la oreja.

Cerrando los ojos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora