Capitulo Diez: un gran problema

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Se sentía cálido y estaba tan a gusto que no quería despertarme. Un suave aroma se percibía en el aire y la suavidad de un cálido y delicado cuerpo, hacía que se sintiera mal incluso moverse.

Los recuerdos vinieron a mí tan rápido que no pude evitar sobresaltarme, haciendo despertar a Emma que había estado tan cómoda acurrucada junto a mí. Sus hermosos ojos azules me miraban interrogantes y la culpa junto al arrepentimiento cruzaron mi rostro.

¡Mierda! ¿Qué había hecho?

- ¿Estás bien? -preguntó ella intentando cubrirse con las sábanas.

- Sí -me apresuré a contestar quitando un mechón de cabello de mi frente-. Sólo... Fue un sueño.

Ella se dejó caer sobre las almohadas otra vez y se cubrió completamente con las sábanas. Aquello me pareció tan tierno y algo en mi corazón se movió arrancando de mis labios una pequeña sonrisa.

Estaba avergonzada seguramente por la desnudez de su cuerpo. Intenté descubrir su rostro y sus bellos ojos me miraron con timidez.

- ¿Te escondes de mí? -pregunté tratando de seguir descubriéndola de aquella sabana que me impedía mirarla a la luz del día.

- ¡Chris! -expresó juguetonamente mientras forcejeábamos por la sabana. Se convirtió en un juego y ella reía feliz al impedir que le arrebatara lo que la cubría, y yo sonreía empeñado en verla sin aquello.

Cuando por fin le arrebaté la sábana, la contemplé. Ojos azules y apenados, labios de un rosa suave, piel marfil, con el cabello castaño claro alborotados sensualmente, pechos redondeados y perfectos, cuerpo esbelto y piernas largas. Ella era tan hermosa que dolía, arrancaba el aliento ver su desnudez y era imposible no reaccionar a ella. Quería volver a tocarla, quería volver a besarla y hacerla mía pero...

No podíamos hacer aquello, ella no se lo merecía. No podía jugar con sus sentimientos sabiendo que nunca le correspondería como ella se merecía.

Su lugar no estaba a mi lado, ella debía estar con alguien que pudiera amarla y apreciar cada centímetro de su bello cuerpo, alguien que despertara así con ella y pudiera ver aquellos brillantes ojos cada mañana. Pero no... De pensar que ese alguien no sería yo, una punzada de celos me apuñalaba el pecho.

Acaricié su mejilla y la vi sonrojarse. ¿Estaría recordando lo sucedido anoche? ¿Estaría deseando que se repitiera?

"No, pequeña. No volverá a suceder."

Pero jamás me hubiera imaginado que sería ella quien se acercara a mí y me besara tiernamente en los labios. Aquello fue como tomarme un sorbo del más exquisito licor, iba quemando mis venas y recorriendo mi cuerpo haciéndolo reaccionar de una manera salvaje y primitiva.

Le devolví el beso con urgencia y ella se dejó llevar, su piel contra la mía se sentía incluso mejor, mi cuerpo reconocía al suyo y lo reclamaba pero...

- Prepararé el desayuno -me ofrecí haciendo un esfuerzo sobre humano para arrancar mis labios de los suyos y me apresuré hacia la cocina.

Si me quedaba un minuto más en aquella cama, no sería capaz de comportarme y Emma en verdad no merecía aquello.

Tomé mis calzoncillos del suelo y me dirigí hacia la cocina. Preparé unos huevos revueltos con tocino y algunas tostadas, y me serví un poco de jugo.
Al final había sido buena idea ir a comprar algo de comida y dejarla en el refrigerador.

Me senté en la destartalada mesa y coloque allí el desayuno, luego volví a la habitación donde encontré a Emma secándose el cabello con una toalla y completamente vestida.

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