Capítulo Veintisiete: En verdad odio los hospitales

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Abrí los ojos lentamente y no pude ver absolutamente nada. Mi visión era borrosa y había demasiada luz. Unas suaves manos acariciaron mi rostro y me volví hacia ellas. Poco a poco mis ojos enfocaron el hermoso rostro angelical de Emma, quien me miraba con el rostro húmedo por las lágrimas.

— En verdad, tenemos que dejar de reencontrarnos así —dije con la voz pastosa. Ella sonrió y yo hice una mueca que se suponía era una sonrisa.

— Eso era justo lo que estaba pensando... ¿Cómo estás? —me acarició la mejilla y vi en su rostro el rastro de preocupación y angustia que le había causado.

— Como fruta en licuadora —sonreí (o hice el intento) pero luego dije con toda seriedad—. ¿Qué sucedió con Leyla?

— Ella está detenida. Su compañero falleció hace unas horas en el hospital.

— Por lo menos, toda esta pesadilla acabará.

— Lo hará —concluyó apretando mis manos con las suyas.

— ¿Cómo estoy?

— Te fracturaste dos costillas, te dislocaste el hombro, astillaste tu pierna izquierda y... te golpeaste en la cabeza. Los doctores no aseguran que hayan contusiones pero te estuvieron observando desde que llegaste.

— ¿cuánto tiempo llevo aquí?

— Dos días.

Apenas recordaba algo del accidente. Solo recordaba que me había abalanzado sobre Lucien y que el auto se volcó. Todo lo demás era confuso. Miré los ojos de Emma y tuve deseos de acariciarla, pero estaba vendado y enyesado por todas partes, hasta respirar me dolía.

— Eres muy hermosa —sus hermosos ojos se enfocaron en los míos y su rostro se ruborizó.

— Eso no te disculpa de preocuparme como lo hiciste.

— La verdad que no sabía que esto iba a ocurrir. Y por supuesto, no iba a involucrarte otra vez en esto.

— Debiste llamar. Decir cualquier pretexto o simplemente decirme la verdad.

— Jamás te mentiría o te pondría excusas. Pero haría lo que fuera necesario para mantenerte a salvo.

— En lo único que pensaba era en poder estar ahí y salvarte —confesó con la voz casi rota por las lágrimas que amenizaban con derramarse.

Extendí el único brazo que estaba más o menos sano, en su dirección y ella se acomodó suavemente en mi pecho.

— El que debe salvarte siempre soy yo. Eres lo más importante en mi vida, todo lo que tengo aparte de mi madre y si te pierdo... Emma. Si te perdiera, el dolor que antes sentí por haber perdido a Violeta jamás se podría comparar con el que sentiría si te pierdo a ti. Soy capaz de sacrificar todo por ver esos hermosos ojos y tu hermosa sonrisa.

Ella no dijo nada. Sabía que estaba llorando en mi pecho y lo difícil que era verme en aquel estado. Podía imaginarme toda la impotencia y la desesperación que ella debió sentir cuando le avisaron sobre la persecución. Emma era muy fuerte pero también era muy frágil y emocional.

— Eres lo mejor que me ha podido pasar en esta vida y lo haría todo para evitar perderte —continúe y le acaricié el cabello como pude.

— Temí perderte —dijo en tono triste—. Yo...

— Lo sé, pero ahora estoy aquí... contigo. No me iré a ninguna parte — ella levantó el rostro y me miró.

— Júrame que no volverás a ponerte en peligro otra vez —me exigió con el rostro expectante. Necesitaba una respuesta y la necesitaba urgentemente.

— Emma...

— ¡Júralo!

— Te lo juro —tragó saliva fuertemente y una lágrimas rodó por su mejilla.

Ella era tan especial, ella lo era todo. Tan valiente y decidida, al mismo tiempo frágil y sensible. Ella era más de lo que merecía y aún era dada a mí como el más preciado regalo. Emma se acercó a mí y me besó suavemente los labios. Quizás ahora se quedara un poco tranquila aunque yo no podía estarlo hasta asegurarme de que Leyla estuviera en la cárcel y recibiera su merecido.

— ¿cuándo podré salir de aquí? En verdad odio los hospitales.

— cuando te recuperes. Pero creo que será pronto.

Lo que en verdad no fue cierto. Me quedé en el hospital una semana más, porque tuve complicaciones con una de mis costillas que había rozado uno de mi órganos vitales. Afortunadamente todo estuvo bien y pude salir de aquel lugar tan deprimente.

El juicio de Leyla y Gregor se efectuó esa misma semana. Aún faltaban varias audiencias pero por lo menos sabía que le sería difícil salir de esta fácilmente. El padre de Leyla movió todas sus influencias para conseguir una condena menor, pero con mi testimonio, el de Emma, Elliot, Violeta y hasta el propio Gregor en su contra, le fue muy difícil librarse  esta vez. Sin embargo, aún teníamos que esperar a la última audiencia.

— ¿Crees que ella pueda salir pronto? —me preguntó Emma una tarde en la que estábamos ambos abrazados sobre su cama.

— No lo sé, su padre es el mejor abogado penalista de la ciudad y no descansará hasta que eso ocurra supongo. Aunque haré todo lo que esté en mis manos para hacer que ella se quede donde está.

— ¿Fue él quien te ayudó a salir? — inquirió con curiosidad.

— Le ayudó a mi abogado a sacarme de la cárcel, pero hubiera preferido quedarme allí y no haberla conocido nunca.

— Pero entonces, no te hubiera encontrado.

— Sé que el destino me hubiera puesto en tu camino de otras formas, te lo aseguro. Aunque nos ahorraríamos todo este suplicio vivido por su culpa —besé su frente. Tenerla así tan cerquita hacía que mi cuerpo deseara estar haciendo otras cosas.

— Todo pasa como tiene que pasar. Y esto puede tardar unos meses más.

— Lo sé —sostuve su rostro y bese sus labios —. Aunque, usted señorita y yo, deberíamos estar haciendo cosas más interesantes que esta.

Ella sonrió y se ruborizó como siempre dejándose besar por mi. Tenía que idear un plan para que esa mujer no se me escapara jamás y sabía de las personas correcta para ello...

***

— Tienen que estar de broma —dijo Lucía entre molesta y emocionada si es que alguien podía tener esas dos emociones al mismo tiempo—. Hay millones de personas que pueden ayudarlos y tú, principalmente me pides ayuda a mi. ¡A mí!

— Eres la única que puede hacer que sea algo perfecto —le dije rogando porque aceptara.

— Me lo había pedido a mi, pero como comprenderás, no tengo nada de romántica —dijo Violeta meciendo a Eliazar entre sus brazos.

— Y mi idea no le gustó porque dice que es muy simple —agregó Elliot mientras le daba de comer a Elionor.

— Eres la única que puede ayudarme.

— Sabes que no eres mi persona favorita en el mundo, pero te ayudaré. Tendrás que hacer todo lo que yo diga y como lo diga, te aseguro que será perfecto.

— De eso no tengo lo menor duda.

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