Desperté con un terrible dolor de cabeza. No sabía cuánto tiempo más había dormido después que Chris salió de mi apartamento.
Me toqué el cuerpo para descubrir mi desnudez y enseguida, la sangre se me subió de golpe al rostro. Por fin Chris estaba conmigo y estábamos juntos o eso era lo que yo creía. Aunque después de todo lo sucedido la noche anterior, estaba casi segura de que lo estábamos.
Me sentía en el paraíso. Como si flotara en una suave nube de algodón y no quería jamás bajarme de ella. Se sentía tan bien y de una manera tan maravillosa que era imposible haber sentido algo así antes. Sonreía y no paraba de hacerlo. Me sentía la mujer más feliz de la tierra y todo era gracias a Chris.
Que él tocará a mi puerta y simplemente me besara, fue la confirmación de que ya había superado a violeta y me estaba dando una oportunidad. Yo ya no podía con tanto sufrimiento sabiendo que él estaba luchando en contra de lo que yo sabía que el sentía por mi, sólo porque no quería aceptar que Violeta nunca sería suya. Incluso, llegué a pensar que debía seguir con mi camino y olvidarme de él. Y estaba convencida de que podía hacerlo.
Entonces él llegó y con un sólo beso, logró borrar todos esos pensamientos de mi cabeza. Ahora era imposible dejarlo ir. Anoche se había tatuado en mi piel con tanta intensidad que aún volviendo a nacer, no podría dejar de amarle.
Me mordí el labio y me levanté con el propósito de saber la hora. Se suponía que me iba a llamar y que iba a volver, así que debía de tenerlo todo listo. Debía limpiar un poco el desastre que habíamos hecho y prepararle algo de almorzar, así que me dirigí hacia la cocina y miré el reloj que colgaba en la pared.
11:45 A.M.
Como no tenía idea de a qué hora Chris se había ido o de cuánto había dormido, empecé con las labores cotidianas. Cocine un poco estofado con pollo y verduras, un poco de arroz y me fui a dar una ducha. Ya refrescada y con el cabello todavía húmedo, me puse lo más sexy que pude encontrar dentro de mi armario repleto de ropa holgada y aburrida, y salí hacia la sala a ver el reloj de la cocina otra vez.
3:18 P.M
¿Por qué Chris aún no se había comunicado conmigo? ¿Acaso se le había olvidado que tenía que llamarme? Algo no se sentía bien. Tenía un nudo atorado en el estómago y me preocupé.
Corrí hacia el teléfono y tomé el auricular entre mi hombro y mi oreja mientras buscaba como loca el número de teléfono de Violeta en un blocs de notas que tenía cerca. Cuando lo encontré, esperé con desesperación a que contestaran y salté de alivio cuando lo hicieron.
— ¿Sí, diga? —era Violeta, al fondo podía escuchar a su bebé reír con fuerza.
— ¡Violeta, soy Emma! Disculpa que te moleste pero, ¿Chris está contigo?
— No, no ha venido por aquí después de la última vez que hablamos. ¿Ya resolvieron sus problemas?
— Sí, pero quedó de llamarme y no lo ha hecho. Estoy un poco preocupada —me mordí el labio para evitar romperme a llorar. Algo no se sentía para nada bien y tenía que descubrir qué era o no estaría tranquila hasta ver a Chris cruzar por mi puerta.
— Él está bien, Emma. Debe de estar tonteando por ahí. Te aseguro que a veces suele hacer este tipo de cosas. No te preocupes.
Pero sí lo hacía. Sentía muy profundo dentro de mí que algo estaba completamente mal y sólo me senté en el sofá a esperar que violeta tuviera razón y que Chris simplemente se le había olvidado llamar.
Espere una hora más y ya estaba desesperada, cuando el teléfono timbró con fuerzas y mi cuerpo saltó inmediatamente del sofá a tomar el auricular.
— ¿Chris? —dije al instante de haber descolgado el auricular.
— Buenas tardes, señorita Méndez. Soy el Oficial Gil de la Policia nacional, quisimos avisarle que el señor Chris Guerrero está siendo rescatado por una de nuestras brigadas especiales. Al parecer, la fugitiva Leyla Santander se puso en contacto con él y logramos formular un plan para su captura. En estos momentos, ella está siendo perseguida por la policia. El señor Guerrero quiso que le avisáramos si algo salía mal y que la mantuviéramos al tanto.
— ¿ Está él bien? ¿Qué es lo que está pasando? —pregunté confundida consiente de que mi sangre abandonaba mi rostro y al parecer, todo mi cuerpo. Literalmente me quedé helada.
— Hasta ahora desconocemos el estado del señor Guerrero pero tan pronto como tengamos más información, le informaremos.
— ¡No voy a quedarme aquí pegada al teléfono, quiero ir a verle ya! —exigí con fuerza.
— Señorita, el señor Guerrero se encuentra en el auto de la fugitiva, están armados y son peligrosos. En estos momentos es imposible que pueda llevarla hasta ellos, están huyendo de las patrullas y lamentablemente usted no puede hacer nada para ayudarle, solo esperar a que la contactemos para darle información. Es todo por ahora, por favor, espere nuestra llamada.
— Pero... —me respondió el sonido de que me había colgado.
La furia se apoderó de mí y coloqué el auricular con rabia. ¡Cómo se atrevía! ¡Yo tenía derecho a ir tras el! Sentía que debía protegerle de esa loca desquiciada que al parecer, lo había secuestrado una vez más.
¡Aghhh! Sentía tanta rabia porque esto estuviera pasando otra vez. Pateé el sofá para descargar la rabia pero este se movió apenas unos centímetros. Chris estaba allá con ella, seguramente estaba herido o inconsciente, sin ninguna posibilidad de defenderse y ese estúpido oficial quería que me sentara a esperar su llamada.¡No podía hacer eso! Iba a ir al departamento de policía y les exigiría que hagan hasta lo imposible por atrapar a Leyla y traer a Chris sano y salvo.
Decidida a hacerlo, me cambié de ropa, tomé mis llaves y un bolso tejido tipo cartero, y me dirigí hacia la calle a tornar un taxi o caminar al departamento de policías si era necesario. Pero llegaría y no les dejaría en paz hasta que Chris estuviera bien. Afortunadamente, encontré un taxi poco minutos después de llegar s la calle y le indiqué a dónde dirigirse.
Al llegar, el edificio que estaba pintado de un gris bastante deprimente, estaba casi desierto. Entré y le pregunte a una recepcionista con uniforme policial por el oficial Gil y ella me indicó en dónde estaba ubicado su escritorio.
Cuando llegué había una señora que le explicaba al oficial sobre un asalto del que fue víctima.
— ¿Por qué no está usted persiguiendo a Leyla junto a los demás? —pregunté al llegar frente a él sin importarme la cara de disgusto que la señora había puesto por haberla interrumpido.
— Hay oficiales especializados que fueron escogidos para la captura con vida de la fugitiva. Si gusta esperar por allá, la atenderé en unos minutos —me señaló unos asientos de metal que habían del otro lado del salón.
— No voy a sentarme y definitivamente usted no va a ignorarme. Quiero que me explique lo que está pasando —exigí con rudeza pensando que el oficial me pondría total atención.
— Si espera unos minutos, terminaré con la señora y le atenderé —repuso el oficial claramente molesto.
— Esto es más urgente que lo que sea que esté atendiendo, oficial. Necesito...
— ¡Señorita! Estoy haciendo mi trabajo, si usted no me permite hacerlo, la arrestaré por obstrucción a la justicia y créame, allí no podrá saber sobre el señor Guerrero. Así que, espere unos minutos y la atenderé —concluyó bruscamente el oficial y dirigió su mirada hacia la señora demostrando que la conversación había terminado. No me quedó más remedio que dirigirme hacia los fríos y lejanos asientos de metal, y esperar a que me dieran información sobre Chris.
Pensar en él me hacía sentir desesperada e impotente. No podía estar allí para rescatarle y tampoco sabia en qué estado estaba. Pensar que podría estar herido me enfermaba y bloqueaba el pensamiento de que quizás ya lo había perdido para siempre.
No era justo que ahora que las cosas marchaban perfectamente, Leyla hiciera de las suyas. Esa mujer no dejaría de hacer daño a menos que la encerraran en una celda para siempre.
Solo le rogaba a Dios que pudiera volver a ver a Chris sano y salvo otra vez
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Segunda chance
AcciónLiteralmente mi vida había acabado. La chica que había amado se había casado con la persona que más me odiaba en el mundo y lo único que me ayudaba a soportar el dolor era el alcohol. Estaba destrozándome y no me importaba hasta que un incidente en...