Capítulo Catorce: Muchos problemas

525 45 4
                                    

Quería agarrarla por el cuello y ahorcarla. Su postura era relajada como la de cualquier mujer que estuviera hablando del tiempo o de alguna noticia poco impactante. Aquello hacía que mi rabia incrementara.

— Quita esa cara, Chris —me instó satisfecha de su gran hazaña—, muy pronto estarás con ella. Yo me encargaré de llevarte allá. Pero piensa bien lo que vayas a hacer porque yo no soy igual que Gregor y tengo en mi poder a tu querida amante. Cualquier cosa que intentes, por más mínima que sea, hará que yo llame a Gregor y su hermosa cabecita volará en millones de pedacitos.

— ¿Sí sabes que todo esto es un delito muy grave? Secuestro, intento de asesinato, tortura psicológica y ve tú a saber qué tantas patrañas más se han inventado para hacernos daños. Pero te juro, pequeña que si le han tocado un solo pelo a Emma. Se las verán conmigo y créeme cuando te digo que no quieres eso.

— Amenazas estúpidas y vacías. Si yo muevo un dedo, tú caerás en la cárcel con ese perro de Gregor.

— Pero te aseguro que no sería el único.  Puedo arrastrarte al infierno conmigo, Leyla y ten por seguro que es el último lugar en donde quieras estar.

— ¡Muévete! —me ordenó pronunciándose cada letra con palpable odio—. No puedo esperar a que veas el show que Gregor y yo hemos preparado para ti.

Obedecí y la seguí. Poner en riesgo la vida de Emma no estaba en los planes pero algo tenía que se meocurrir para sacar a Emma una vez más y no morir en el intento. 

***

Toc... toc... toc...

Una gota de agua sonaba por todo el lugar una y otra vez enloqueciendo mis sentidos. Si escuchaba aquel sonido una hora más, perdería la razón.

Estaba en un lugar muy oscuro y sucio, había charcos de lodo y un penetrante y desagradable olor. Y encima de todo, me dolía la cabeza por causa del golpe.

Porque había tenido la estúpida idea de volver a casa a pesar de las advertencias de Chris. Pensé que era buena idea, que estaría segura en mi apartamento donde Leyla no me encontraría, pero estaba muy equivocada.

Aproveché la ocasión que Chris me dio para volver. Era el sitio perfecto, lo bastante lejos y apartado como para que no nos encontraran tan fácilmente en aquel lugar. Pero no estaba cómoda allí. La situación con Chris se había vuelto un tanto extraña y mis sentimientos eran demasiado fuertes y confusos como para lidiar con ellos.

Necesitaba ocupar mi mente en algo. Libros, textos complicados sobre enfermedades y nombres impronunciables de tejidos y células. Algo lo suficientemente lioso como para mantener mi mente distraída de la profunda y oscura mirada de Chris, de sus caricias y sus besos, pero sobre todo, de aquel sufrimiento que cubría sus ojos y que habían provocado en mí un deseo enorme de curarle y confortarle.

Sin embargo, Chris era diferente a aquella imagen que tenía en mi cabeza . Podía llegar a ser posesivo, inexpresivo, insensible y había algo que hacía que la distancia entre nosotros fuera aún más grande: todavía amaba a Violeta y yo no era suficiente como para arrancarla de su ser.

Así que inmediatamente me di cuenta que se había encerrado en su habitación, salí al vestíbulo y le pedí al recepcionista que me pidiera un taxi con el pretexto de salir a dar una vuelta. Y sin más, me dirigí a la estación de autobuses más cercano. Tomé mi autobús y esperé cuatro horas para poder llegar a mi ciudad.

Mientras Chris permaneciera en aquel lugar nada malo iba a ocurrirle y yo estaría bien en mi hogar. Pero al parecer no era así.

Al abrir la puerta de mi habitación, encontré todos mis libros en el suelo. Hojas de papel por todas partes y mi apartamento hecho un revoltijo. Al parecer, alguien estaba buscando algo.

Segunda chanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora