Capítulo Dieciocho: El favor

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Había esperado. Había dado vueltas como loca por todo el departamento de policía y no había tenido noticias. ¿Lo habían encontrado? ¿Estaba él con vida? Todo estaba revuelto en mi cabeza y sentía que no podía pensar.

Algunos oficiales se ofrecieron a llevarme a casa y los rechacé varias veces pero estaba agotada, estresada y herida. Mi cuerpo ya no podía hacer nada más y sentía que podía desfallecer en cualquier momento. Por lo que acepté que me llevaran a un lugar donde pudiera descansar. Ellos prometieron llamar cuando encontraran a Chris pero aún así no me quedé del todo tranquila.

Les pedí que me llevaran a casa de Chris. Quería sentirme de alguna manera cerca de él y me sentía cómoda estando allí.

Al poco tiempo de estar en el apartamento, mi teléfono sonó.

— ¿Señorita Méndez? Le hablamos del departamento de policía para decirle que el señor Guerrero ya fue encontrado y traslado al hospital de la ciudad. Sus captores fueron sorprendidos en la escena pero uno de ellos emprendió la huida. Le pedimos que esté alerta y que cualquier incidente que ocurra, nos notifique a fin de proteger su seguridad.

— De acuerdo —fue lo único que puede pronunciar. Mi cuerpo estaba temblando y mis ojos estaban líquidos por las lágrimas.

— Muy bien, señorita Méndez. Quédese en un lugar seguro y nos comunicaremos con usted si tenemos otra novedad —despegué el aparato de mi mejilla y me quedé en blanco por unos minutos.

¡Lo habían encontrado! Pero estaba en el hospital y no tenía ni idea si estaba bien o no. Quería ponerme de pie, ir corriendo hasta el pero mis piernas no me obedecieron. Sentía que iba a desmayarme en cualquier momento, no tenía fuerzas para hacer nada. Sin embargo, tenía que ir. Ver su rostro otra vez, estar a su lado cuando despegara y saber por mí misma que estaba bien y a salvo.

En el primer intento no pude levantarme. Mis piernas parecían hechas de gelatina y temblaron tan fuertemente que tuve que volver a sentarme. En el segundo intento me aferré al apoyabrazos del nuevo y ahora destrozado sofá, y me quedé de pie unos minutos. Cuando mis piernas se acostumbraron a mi peso, me dirigí hacia el ascensor y tomé rumbo hacia la entrada del edificio. Allí pedí un taxi quien no tardo muchos minutos en llegar y le pedí que me llevara lo más pronto posible al hospital.

Seguramente tendría que recibir atención médica yo también por el estado en que estaba, pero si me permitían ver a Chris aunque sea un momento, yo haría todo lo que ellos me pidieran.

Cuando llegué, le pagué al taxista con los últimos billetes que cargaba en mi bolso y sin perder más tiempo, me dirigí hacia la recepción del hospital.

— Chris Guerrero —le dije a la enfermera que estaba detrás del recibidor quien me miró con ojo crítico.

— ¿Es usted un familiar del paciente? —me miró expectante.

— No pero...

— Solo pueden verle sus familiares, señorita —me informó con cara de fastidio, probablemente había dicho la misma frase un millar de veces pero yo tenía que ver a Chris. Tenía que verle.

— Por favor, necesito saber como está. Ver si está bien —le supliqué aferrándome al recibidor para no caer.

— Señorita, ya se lo he dicho. El señor Guerrero está en un estado delicado y solo puedo darle acceso a sus familiares. Si usted no lo es, por favor, espere en la sala de espera hasta que un familiar del señor le informe de su estado.

— Es que yo... —pero mis piernas no aguantaron. Perdieron fuerza y estabilidad haciéndome caer al suelo. La enfermera ordenó que me llevaran por el pasillo de urgencias donde me atendieron a gran velocidad.

Segunda chanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora