Por fin te encuentro.

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El celeste extendía sus alas de una manera inquieta, desesperada por salir de la gruesa capa que cubría la mitad de su cuerpo, Un lago oscuro, con olor azufre y textura negra que le quemaba la piel. Las plumas se desprendían con cada intento de angustia por salir. Y mientras más se resistiera, tal parecía que se hundía cada vez más. 

Tenía miedo, miedo de sucumbirse en la oscuridad, de que llegara el momento en el que su cabeza que sumergiera y con él todo intento desperdiciado por escapar. Sus brazos se agotaban, las lagrimas le impedían ver su alrededor, y la garganta se había cansado de gritar las llamadas de auxilio que nadie se había molestado en buscar su proceder. 

¿Estaba mal dejar de luchar, dejar que el tiempo le ahogara para así por lo menos tener un final?Estaba cansado de intentar, sabía que nada iba a cambiar. Así que, cuando la oscuridad borró todo rastro de la cabellera azulada sacó su mano, su último intento por tocar el cielo, por sentir la brisa de la irrealidad que era la ilusión de la libertad. 

Y cuando estaba por hundirse por completo, fue cuando sintió como la tonta rutina era quebrantada. Alguien tomó la mano del menor. Kuroko se sobresalto, pero por inercia se aferró a quien le tomaba, sujetó su mano con fuerza, este, aquel en la superficie, ¿quién era?¿cómo era?¿Cómo es que lo vio? contenía una fuerza increíble. Empezó a sacar a Kuroko de ese lago. Y cuando Kuroko abrió los ojos lo único que pudo ver fue una luz deslumbrante, aquella que habló y dijo:

─ Por fin te encuentro.

Kuroko despertó tras esa voz, y pudo jurar que escucho su eco aún en su realidad, su respiración era ahitada, su corazón latía con fuerzas que jamás había sentido en mucho tiempo. Le dieron ganas de llorar. No por tristeza, no. Sino por felicidad, pues ¡¿Qué significaba aquel sueño?! No quería hacerse luciones, pero ese sueño jamás había cambiado en mucho tiempo, y siempre que soñaba eso nadie tomaba su mano aun desapareciendo en ese lago oscuro. Y ahora...ahora...

─Tetsu...vuelve a dormir...aún es madrugada.─Aomine se quejó en la cama y bostezó con los ojos entre cerrados, tomó a Kuroko en brazos y lo abrazó. Al parecer ya no estaba enojado como la noche anterior, si no hubiese sido porque Kuroko tomó la iniciativa anoche quien sabe como le hubiese ido por lo de su libro nuevo.

─Son las seis de la mañana, Aomine-kun, tienes que ir al trabajo.─ Kuroko cerró los ojos, suspiró, para poder sentir aquel aroma tan peculiar de Aomine en las mañanas, y abrazarlo también. "Es tan cálido" Pesaba él. ─Tienes que despertar...Aomine-kun.─Comentó después de unos segundos.

─Quiero quedarme así contigo...un rato, solamente.─Aomine aun adormilado abrazaba a Kuroko tan delicadamente, tan gentil. Aomine no quería ir a su trabajo ese día, pues, había extrañado el aroma del menor, quería estar todo el día acostado junto a él, aunque lo hiciera enojar la mayor parte del tiempo lo hacía sentir tan especial, tan único, como si fuese el último ser en el mundo y sólo existieran ellos dos. ¿No era hermoso? Aomine se levantó con los brazos presionando el colchón. Quedando Kuroko debajo de él, Aomine se quejó de su soñolencia y con la misma lentitud se acercó nuevamente al menor para besarle mientras acariciaba su mejilla.

Kuroko estaba perdido nuevamente en aquellos besos, le gustaban tanto, le fascinaban, ¿qué más podía pedir uno en las mañanas? Eso le hacía pensar que podía olvidar lo de ahora hace tres días,  cuando Aomine se comportaba tan bueno con él, sentía que era el único en el mundo donde Aomine existía.

─Tetsu...─Suspiró Aomine, lentamente abría más la boca del menor para sentir de nuevo ese dulce cosquilleo que se creaba al juntar sus bocas, al sentir cada parte de sus labios. Movió la mano y la bajó hasta el abdomen de Kuroko, quien sólo cerró los ojos con más fuerza mientras un rubor se le creaba en las mejillas. El corazón de ambos comenzaba a latir al compás del otro. cada vez con más fuerza. Aomine pasó su mano por la piel desnuda del torso del menor. Y el moreno siempre pensó que esta era cálida, tersa, tan linda.

Como un pájaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora