Editado: 20 de marzo del 2020
Capítulo 4
Según el calendario de mi móvil, era lunes. Era divertido pensar que durante las vacaciones de verano ignoraba completamente el día en el que vivía. Hice cuentas en mi cabeza y llegué a la conclusión de que faltaban cinco días para el esperado festival de música, tenía demasiadas ganas de asistir.
El día anterior habíamos ido todo el grupo a una discoteca que solo abría en verano, a pesar de la cantidad de gente que había en interior, el aire acondicionado estuvo haciendo su perfecto trabajo durante la noche. Austin, Evan y obviamente yo, todavía éramos considerados menos de edad, por lo que en alguna ocasión si habíamos tenido algún que otro problemilla en introducirlos en el mundo del más dieciocho, aunque normalmente siempre nos habíamos salido con la nuestra, como resulto ser el anterior día. Después de aquella animada discoteca, habíamos decidido descansar en una terraza, la brisa del verano nos aireaba el rostro y eso siempre resultaba agradable.
Distraídamente agarré el móvil que durante unos segundos había estado perdido entre el amasijo de sabanas y enfoqué mi atención en la hora.
—¿Las doce y media? —exclamé para mi misma.
Si que había dormido, según los cálculos mentales no debía ser más de las once de la mañana. Intenté desperezarme lo más rápido que pude y salí de mi habitación con el móvil en la mano, lo que dificultó hacerme la cola de caballo con precisión, tal y como a mi me gustaba. Poco a poco el hambre se iba apoderando de mi al mismo tiempo que avanzaba, como una fuerza imparable. Unas voces llegaron a mis oídos, parecían provenir del salón, sin embargo, mi única dirección iba dirigida a la cocina, donde me esperaban unas tostadas y un café cargado. Al parecer, también me esperaba mi madre, que yacían en la cocina, sentada sobre una de las banquetas del cojín cómodo y leyendo algo en su móvil, las gafas de lectura se resbalaron unos centímetros sobre el puente de la nariz cuando fijo sus ojos azules sobre los míos.
—Ya era hora —comentó mientras miraba el reloj de su muñeca. —Evan se ha despertado hace dos horas.
Me encogí de hombros y avancé hacia el interior de la cocina, donde la luz de la ventana hacía que el mármol y la vitrocerámica brillaran en cientos de luces minúsculas. Cogí mi taza favorita del armario alto y la coloqué en la cafetera, enseguida el olor inundo toda la estancia, aquella sensación hacia que mis recuerdos me trasladasen a momentos aleatorio de mi infancia, cuando eran mis padres los que ingerían aquel brebaje adictivo y no yo. Aquel fuerte olor hacia que mi nariz de arrugará y solía protestar sobre ello. No fue hasta hace dos años cuando me empecé a aficionar por él.
—¿Qué tal lo pasasteis ayer? —preguntó
Resumí la noche en un par de oraciones al mismo tiempo que untaba la mermelada en las tostadas, mi madre siempre había adorado desde el segundo uno que Evan y yo perteneciéramos al mismo grupo de amigos, por un lado, estaba enterada de en qué entorno nos movíamos y por otro se aseguraba de que ambos volvíamos juntos a casa cuando volvíamos a horas intempestivas de la noche, ya que como era obvio, residíamos en el mismo lugar. Supongo que también resultaba agradable que tus hijos se llevasen bien, había conocido casos en lo que, ya fuera por una cosa o por otra, la relación que existía entre los hermanos era nefasta y aquello era una pena.
La puerta de la cocina comenzó a abrirse mientras hablábamos, no tardó en aparecer por detrás la persona que la había empujado. Evan se había intercambiado el pijama por unos vaqueros rotos de media rodilla y una camiseta básica negra, su flequillo aún necesitaba un corte. Iba a hacer un comentario acerca de eso, cuando percaté una sombra por detrás de él, demasiada baja para tratarse de mi padre. El rostro de marco se hizo presenté en la cocina se posicionó junto a Evan. La camiseta blanca que llevaba le contrastaba con su piel morena y sus ojos oscuros, definitivamente le favorecía. Marco levantó la mano en señal de saludo y mi madre le sonrió con una amplia sonrisa.
—Ya nos vamos a ir —dijo Evan mirando a mi madre.
Ahí estaba la respuesta de que Evan se hubiera levantado hacía dos horas, ¡Mi madre solo me contaba la verdad sin contexto!
Mi madre asintió hacia la afirmación de mi hermano y yo terminé el último sorbo del café de la mañana. La atención de mi hermano se dirigió seguidamente hacia mi persona.
—Ell, déjame la batería anda. —suplicó con la mirada —Anoche no cargué el móvil. —Suspiré con exagerada pesadez y con un gesto de muñeca le indiqué que lo cogiera. —Esta en tu cuarto, aquello es como la selva. ¿Cómo pretendes que lo encuentre?
—Oye —exclamé —Aquí el desordenado eres tú.
Me levanté de la mesa y arrastré la silla hacia atrás, recogí los restos del desayuno mientras sentía la mirada en mi espalda. Como había concluido de desayunar prefería tener que ser yo la que rebuscase la dichosa batería y no Evan, que seguramente me dejaría todo hecho un desastre. Era cierto que no podía considerarse como característica principal ser una pulcra del orden, sin embargo, solían mantener mis cosas ordenadas, al menos lo que se encontraba a primera vista. Entré a mi habitación mientras Evan y Marco esperaban en la sala, listos para marcharse y alcancé la batería que estaba en el cajón de la mesita. Al pasar delante del espejo me percaté de la torpe coleta que me había hecho y del pijama colorido que llevaba, aquellas visitas inesperadas debían avisarse.
—Toma anda —dije tendiéndole el aparato a Evan —. No lo pierdas ni esas cosas.
Evan rodó los ojos y agarró el pomo de la puerta hasta abrirla, salió el primero seguido de Marco, antes de irse me proporcionó una media sonrisa. Devolví su gesto.
En el instante en que la puerta se cerró, el sonido que indicaba una notificación llegó a mis oídos, desbloquee la pantalla del móvil. Un correo me había llegado.
Lector/a 1245789B: Eleanor J. TAYLOR
Estimo/a Eleanor:
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Leí por encima los datos importantes, seguramente mañana podría ir y continuar su lectura sin interrupciones inesperadas.
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Amor entre libros (En edición)
Fiksi RemajaEllie Taylor adora leer, disfruta de la compañía de las palabras, de su significado y de lo que trasmiten. Una calurosa mañana de verano, mientras se refugiaba entre las páginas de un libro de la biblioteca, descubrió algo inusual en el interior: un...