Capitulo 24

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POV SAMANTHA

Estaba en casa mirando un poco de televisión antes de irme a dormir, Jason aun no llegaba del bar y yo no me desvelaría esperándolo. Como sea, miraba uno de esos programas de concursos que brindan una desesperación impresionante, como cuando lanzan una pregunta que sueles saber o es simplemente obvia, pero en fin, los cuestionarios no son para todos.

Las llaves de Jason atravesaron el serojo de la perilla para entrar.

Antes de irse traía un elegante traje negro que resaltaba sus hombros anchos y su digna silueta.

—Sam, creí que ya estabas dormida.

—No tenía mucho sueño que digamos. ¿Por qué tardaste?

—Un asunto, nada serio —Comenzó a quitarse la corbata y la camisa, luego los pantalones.

Reconocí el sonido de una llamada entrante de mi teléfono, lo busqué en los jeans que traía ésta mañana pero no estaba allí, luego regatee en la mesita de noche y tampoco estaba.

— ¿Buscas esto? —Jason traía mi teléfono en sus manos, logró identificar el contacto de la llamada entrante y mi corazón se acelera.

—Dame eso.

— ¿Para qué? ¿Vas a contestarle a tu amante?

Jason estaba ubicado al otro lado de la cama, era un simple obstáculo físico que nos dividía.

—Restriégame lo que soy para ti... ¡Dímelo!

—Mi prometido...—Las amargas lágrimas se juntaron en mis ojos, yo no quería esto.

— ¡¿Y quién es el?! —Sus gritos me estaban asustando a medida que se acercaba a mí.

— ¡El hombre que amo! —Mi pecho se infló y dejo salir un aire denso y pesado —Ahora regrésame el maldito teléfono. —Él se quedó callado y petrificado, sin poner resistencia, le arrebaté el teléfono y tome mi bata. Salí de la habitación echando chispas.

Contesté la llamada antes de que el tiempo de espera se agotara.

—Sam... Me es... estoy... desangrando...

— ¡¿Dónde estás?!

—A unas calles del departamento, date pri...sa...

—Matt... Matt, contesta.

La llamada se apagó, la sangre fluía por mis venas a la velocidad de la luz, reteniendo un ataque al corazón.

Sin importarme el qué dirán, con pantuflas, un short y una blusa color lila tome veinte dólares de mi billetera y corrí en búsqueda por encontrar un taxi.

—Maldita zorra —Escuche a Jason decir antes de detenerme en la puerta.

—Que te jodan Jason —Le saque el dedo medio y cerré la puerta.

Mis piernas por orden propia comenzaron a correr. Había una estación de autobuses cerca pero tardarían mucho, era momento de llegar de una u otra manera.

Estaba cansada, pero no pensaba en detenerme, me detuve a respirar unos segundos y entre la oscuridad de la calle, un bulto tirado descansaba sobre la acera.

Me acerque y había un enorme charco de sangre.

—No, no, no no. Matt, mírame por favor —Su cuerpo estaba inmóvil y sus labios y rostro estaban blancos de una manera siniestra.

Los dedos temblorosos apenas me permitían marcar a una ambulancia.

En menos de dos minutos llegaron.

Unos hombres llevaban el cuerpo en coma de Matt, subimos rápido a la ambulancia que nos llevaría al hospital.

Matt tenía una máscara de oxígeno, unas cuantas gasas y vendas tratando de detener el sangrado.

Mi mente vagaba tratando de encontrar un punto. La esperanza. En su lugar había horror y pánico, un pánico algo incierto. Hoy, en este instante, anhelo saber a qué sabe la muerte, Matt está dando bocados y yo estoy impaciente por saber su respuesta crítica.

Podría tomar el bisturí y acompañarlo en el viaje pero... ¿y si él se queda?

Esta vez, no me ha importado romper sentimientos, silencios y mentiras.

La ambulancia hace un sonido sordo, que para otros, seria molesto.

Un freno precipitado me hizo saber que ya estábamos en urgencias. Las puertas traseras del vehículo se habían abierto con ayuda de los paramédicos. Estos bajaron la camilla y se transportaron hacia una sala.

Seguía la camilla, inconsciente y cerrada a cualquier otro pensamiento.

Las lágrimas habían cesado. Y es que a veces las sonrisas no son suficientes. Fue entonces cuando me di cuenta que era hora de luchar con esperanza y no arraigarme a la cruda verdad.

—Matt, quédate.

Los paramédicos me tomaron de los brazos haciéndome daño, ambos eran más altos que yo y más fuertes que yo.

— ¡Estarás bien!, Matt —Grite a todo pulmón, de su pecho brotaba tanta sangre que cada vez se hacía menos probable salvarlo.

—Señorita aléjese, esta es área restringida —Un par de médicos me alejaron del cuerpo de Matt. Ya no podía más, ni el, ni yo.

No encontraba la manera de entrar, estaba golpeando la puerta del quirófano desesperadamente. Estaba sola, sin consuelo, mientras que Matt se desangraba. Era demasiado tarde.

Me habían dejado afuera, en el pasillo blanco, completamente sola.

El frio penetraba mi piel y golpeaba en los huesos. Me deslice por la pared, quedando sentada sobre el suelo.

La bata que llevaba puesta, no era suficiente. Pero si lo necesario.

Encogí mis piernas, entrelazándolas, intentando mantener algo de calor. Mi cabeza reposaba en el muro mientras esperaba.

Y esperaba...

–Sam, despierta, ya estoy aquí.

–Matt...

El tomo mi mano, me ayudo a levantarme y me llevo hacia afuera.

La temperatura había cambiado, el no llevaba una bata blanca, sino unos jeans, camiseta y estaba descalzo...

– ¿A dónde vamos?

–A recorrer la ciudad.

Al salir del hospital, el día era soleado y muy pintoresco. Las aves cantaban, el viento soplaba y todo permanecía en un estado puro y limpio.

Transitamos las calles que habíamos recorrido días anteriores reconociendo rostros ya familiarizados.

–Echaré de menos el lugar.

–Sí, es muy bonito. Pero no tendrías por qué echarlo de menos.

–Tengo que, no creo volver.


Perdido En Ti [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora