1. Sé que no eres Wendy

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Aquella fue la primera noche de nieve de mi vida, y sin duda también fue la mejor. Podría describirla fácilmente con solo decir: ¡En serio fascinante!

Y eso es justo lo que voy a hacer.

Porque fue una noche en serio fascinante.

Me atrapaba en ese entonces una vista maravillosa a través de la ventana: Copos y más copos que caían del cielo como en una ridícula lluvia de deseos. Todo en sí resultaba ridículo, desde el hecho de que nevase y yo estuviese allí para verlo hasta cada uno de los cursis pensamientos que se pasaban por mi mente como balas, llenos de fantasías y mensajes que mi niña interior deseaba expresar con todas sus fuerzas (que, de hecho, no eran muchas). Pero no por eso resultó menos agradable.

Por otro lado, hacía frío. Mucho frío. Una densa y fuerte ventisca se colaba por la ventana, y aun así no me importaba. Lo único que haría sería disfrutar el paisaje de la mejor manera, de la que debe estar presente en toda primera experiencia tan especial. Y fue tanto mi ensueño que creo que me quedé dormida. Pero solo lo creo, no estoy segura. Yo siempre suelo equivocarme.

Entonces, si tengo razón y me dormí, pues debo decirte que desperté al instante. Por lo menos así lo sentí yo, y eso es lo que vale. Así como vale que oí risas en armoniosa melodía formando parte del aire que yo respiraba, entrando dentro de mi pecho como un sentimiento de alegría. Fue genial.

Hasta que una sombra rozó mi cara.

Porque una sombra rozó mi cara.

Más específicamente mi nariz, pero de paso mi cara, por lo que decirlo así está bien.

Por supuesto, la pregunta más destacable fue: ¿Una sombra? ¿Era eso, en verdad, solo una sombra?

No.

Ni mucho menos.

Tan pronto alzase la vista y ésta se ajustase a la situación, me daría cuenta de que lo que rozó mi cara no fue sino otra, muy diferente y masculina, siendo la de un chico que sonreía porque... Porque... Porque bueno, ni idea. ¿Acaso planeaba darme un beso?

O no. Momento... ¡¿Estaba volando?!

¡Sí, volaba! Y yo no tengo idea de qué fue lo que comí para verlo así.

No puedo asegurarte que fue un sueño, y lo más probable es que no porque me gusta creerlo así. Pero el chico estaba allí, volando y sonriendo mientras yo entraba y salía de mi sorpresa con un largo lapso de tiempo entre reacciones. Fue loco.

Y haciéndome consciente de la realidad otra vez, él pestañeó, lo que logró sobresaltarme. Sí, como si yo nunca hubiese pestañeado en toda mi corta vida. Como si eso fuese lo más raro del mundo.

—¿Qué ra...? —tartamudeé, hasta respirar un poco y sacar algo de mi aparente chica ruda interior—. ¿Pero tú quién eres?

Y ya que te digo que creo que la pregunta le gustó. Sí. Con una guapísima pero arrogante sonrisa dio una vuelta en el aire, quedándose de cabeza, con el cabello flotando y su mirada fija en mí. De no ser porque seguía anonadada, mis hormonas habrían hecho una fiesta espectacular.

O para qué mentir, si la estaban haciendo.

—Yo soy Peter Pan.

—Nah, sí, y yo ando más loca de lo normal.

Aunque eso resultaba común conmigo y... Mi cabeza comenzó a trabajar. A trabajar muy duro para revisar en lo más profundo de mis archivos hasta dar con la carpeta de Cuentos de Hadas, y solo entonces con Peter Mi Primer Novio Imaginario Pan.

Peter Pan, el chico en mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora