-Maldito despertador -farfullé por lo bajo mientras lo apagaba con los ojos cerrados.
Me senté al borde de la cama y comencé a estirarme. Bostecé automáticamente. "Esto de madrugar no es bueno" me dije. Bajé a prepararme el desayuno a velocidad de zombie. Me hice unas tostadas con leche y un vaso de zumo. Al terminar lavé los platos y regresé a mi cuarto a vestirme. Estuve unos instantes contemplando por la ventana el bullicio de las calles neoyorquinas. Sonreí incoscientemente al darme cuenta de que estaba cumpliendo mi sueño: trabajar para uno de los periódicos más importantes del mundo, -por no decir el más- vivir en un ático dúplex en pleno centro de Nueva York con vistas al Central Park y a tan solo unas manzanas del apartamento de mi novio. ¿Qué más podía pedir?
Cuando me di cuenta había perdido un cuarto de hora mirando para las musarañas. ¡Rayos! Me adentré en el gran vestidor, indecisa. Quería ir elegante, pero tampoco exageradamente formal. Mi primera entrevista... Suspiré. Negué con la cabeza y volví a concentrarme en mi tarea de encontrar la ropa adecuada. Al final opté por una camisa blanca de cuello bebé negro (cuyo estampado consistía en pequeños pajaros dibujados), una falda oscura de tubo un poco por encima de las rodillas y unas bailarinas negras también. Sonreí un par de veces al verme en el espejo. Sí, definitivamente había acertado.
Cogí las llaves, el bolso y el móvil. Bajé en ascensor y me despedí de mi portero, Bryan. Debo reconocer que era un poco amargado pero no le culpo; su profesión no era la más divertida del mundo. Pedí un taxi y le di la dirección que se indicaba en el papel que me había entregado Jill. Cuando ya habían pasado cinco minutos el coche se detuvo. Sinceramente, me hubiera ahorrado el dinero del taxi, total, para lo lejos que me quedaba podía haber ido a pie. Entregué el dinero justo al conductor y bajé del coche. "Así que aquí es..." levanté la vista del folio para toparme con una construcción antigua de piedra roja. Tenía toda la pinta de valer, mínimo, millón y medio de dólares. Sin duda este podía ser tranquilamente hogar de un millonario.
Timbre un par de veces con indecisión hasta que por fin alguien abrió la puerta. Supe por su cara de sopresa que él también me había reconocido. ¿El chico dueño de aquellos ojos preciosos que había visto en el restaurante era uno de los millonarios más codiciados?
Supe que la situación resultaba para ambos un tanto... Incómoda. Nunca se me había dado bien manejarme en situaciones vergonzosas. Pero de los dos se veía que no era la única tímida. Así que entre unas y otras no me quedó más remedio que ser yo la que rompiese el silencio.
-H-hola. -me llevé mentalmente una mano a la cara. Había quedado ridículo que se me quebrara la voz. "Venga, ____, haz tu trabajo. Se suppone que eres periodista, ¡tienes que acostumbrarte a esa clase de cosas!"- Ejem. -me aclaré la voz- Soy ____ Anderson, del New York Times.
-Oh, sí, claro. Se me había olvidado. Pasa, pasa -hizo un hueco para dejarme entrar primero.
-Vaya... -se me escapó sin querer. Su casa me fascinaba. Él rió.
-¿Te gusta? -preguntó, cerrando la puerta tras de sí. Asentí, saltando saliva sonoramente. Parecía por dentro la típica mansión de un Rey, decorado con muebles antiguos.
-Es preciosa.
-Sí, bueno, los muebles están un poco pasados de moda. -bromeó- Ven, acompáñame hasta el salón. Allí estaremos más comodos -pasó un brazo por encima de mi hombro, haciendo que su contacto me pusiera extrañamente nerviosa.
Me guió hasta la gran sala en la que predominaba el color rojo, ya sea en los tapizados de los muebles como en las cortinas y en las paredes. La decoración parecía que te transportaba al pasado, dos siglos atrás. Los acabados en madera oscura, casi negra y la chimenea le daban un toque muy señorial. Él se sentó enfrente mía, en un sillón individual mientras que yo estaba en un sofá de tres plazas.
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Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADA
FanfictionFanfic (o novela) con Nathan Sykes de The Wanted y contigo. ¡Espero que os guste! :3