Capítulo XII

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-Entonces... ¿Te vas? -pregunté, triste.

-Sí, ya he encontrado otra casa. No está muy lejos de aquí: a un par de manzanas.

-Pero, ¿y de dónde sacarás el dinero para financiar los gastos?

-No te preocupes; he conseguido un trabajo a tiempo parcial en una librería. -le miré con desconfianza- Y sí, me pagan bien. -añadió, antes de que discrepase- No te preocupes, en cuanto me instale allí te enviaré la dirección para que puedas venir a verme.

Sabía que Verónica no se echaría atrás; siempre era de ideas fijas. Se había comprado un apartamento que, por las fotos que me había enseñado, era bastante mono. Y si además tenía un buen empleo, ¿qué más podía hacer? No podía obligarla a quedarse.

-Voy a hacer la maleta.

Suspiré y asentí, mientras me recostaba en el sofá. Me había acostumbrado a verla allí, en casa, bien fuera cocinando, viendo la televisión o leyendo. Su nuevo piso quedaría cerca del mío, sí, pero no sería lo mismo. La iba a echar mucho de menos. Aquel tema me ponía triste, por lo que decidí entretenerme pensando en otra cosa. "¡Llamaré a Nathan!" me dije. Alcancé el teléfono y le busqué en la lista de contactos. Luego recordé que desde nuestra "discusión" -si es que se podía llamar así- no habíamos vuelto hablar. Quizá estaba enfadado. Volví a dejar el móvil sobre la mesa. Me pusé a pensar en todas las cosas que podría hacer, pero si en esos planes no estaba él, entonces no me apetecía. El sonido de unas ruedas me hizo mirar hacia las escaleras.

-Deja que te ayude -agarré del asa una de sus maletas y abrí la puerta principal. Tomamos el ascensor hasta el sótano, donde estaba su coche. Guardamos el equipaje en el maletero y, una vez terminamos, nos miramos. Ambas sabíamos lo que pasaría a continuación.

-Me parece que llegó la hora de despedirnos...

-Te echaré de menos. -me lancé a sus brazos.

-Pero no llores, mujer, ¡sí viviremos a 5 minutos la una de la otra!

-Lo sé, pero te voy a extrañar mucho.

Si había algo que odiaba en este mundo, eran las despedidas. Nunca se me habían dado demasiado bien, y al final, de una manera u otra, terminaba gimoteando.

-Oh, y yo a ti -me apretó con fuerza entre sus brazos.

-¿Quién me preparará a mí ahora el desayuno por las mañanas? -bromeé y soltó una carcajada.

Estuvimos así unos instantes, sin decir nada, calladas. Sobraban las palabras; el silencio hablaba por sí sólo. Finalmente nos separamos con los ojos cristalizados y ella se subió al Mercedes. Me despedí con la mano, mientras la puerta del garaje se abría y ella salía del bloque de edificios. "Al fin sóla" reí, entre lágrimas, sin poder creérmelo todavía.

Volví a mi apartamento con el corazón en un puño. No había ido a trabajar aquel día, ya que se suponía que estaba "enferma". Sí, esa fue la excusa que le di a mi jefa en vez de contarle que mi humor no era el mejor para ir a la redacción. Escuché la sintonía de llamada de mi teléfono y corrí como una posesa hacia él. "¡Qué sea Nathan, qué sea Nathan!". Me quedé en shock al ver en la pantalla el nombre de Óliver. "¿Óliver? ¿Y este que quiere? ¿Lo cojo o no lo cojo?". Dudé unos instantes, pero terminé por lanzar el móvil lo más lejos posible de mí. "Era lo que me faltaba..." gruñí para mis adentros.

No sé como, pero terminé en Ginger's, en compañía de mi camarera favorita.

-Así que Verónica se ha ido, eh -tensó sus labios en una línea recta y asintió, apenada.

-Ajá.

-A ti te pasa algo más.

-¿Qué? ¿A mí?

Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora