Capítulo IX

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-¡Qué ya te he dicho que no me pasa nada, joder!

-¡A mí no me engañas! ¡Sé que aquí está sucediendo algo y no pararé hasta que me lo cuentes!

-¡Rachel! ¡¿Tan difícil es de entender?! ¡No me sucede nada!

-¡Es que no lo entiendo! -bufé- ¡¿Por qué no confías en mí?!

-¡¿Sabes qué?! ¡Déjalo, Gray! -corté la llamada, dejándole con la palabra en la boca y largando un grito de frustración. Nunca la llamaba por su apellido ni a ella, ni a nadie; tan solo en casos de extremo enfado como lo era este. Se me estaba complicando bastante el hecho de tener que ocultarle mi ruptura con Óliver; pero era eso o tener que aguantar por un mes sus constantes recordatorios como "te lo dije" o "ya lo sabía" y soportar todos sus insultos hacia él. Esto último era lo que más me fastidiaba porque, aunque me costara aceptarlo, seguía queriéndole.

Observé el reloj de mi mesilla de noche. Las nueve. Sueño no tenía. Aún así no tenía nada mejor que hacer. Me cepillé los dientes y mientras lo hacía mi móvil sonó. Dudé unos instantes en responder o no, ya que seguramente era la petarda de mi amiga otra vez.

-¿Sí?

-Buenas noches, preciosa -la piel se me erizó al oír su voz ronca al otro lado de la línea.

-¿Ya me estás llamando y nos hemos visto hace dos horas? -reí.

-Es que te echaba de menos. -mis mejillas ardían- Bueno, hoy quiero por fin llevarte al sitio que te dije. Y no me puedes decir que no -no me dejó hablar cuando iba a hacerlo- porque llevamos días aplazándolo. Así que te quiero lista en media hora.

-Pero... -"mierda, me ha colgado" maldije.

No tenía ni idea de cómo vestirme para la ocasión. Estaba empeñado en ocultarme adónde iríamos, a saber Dios porqué. Tomé del vestidor mis vaqueros favoritos y una camisa básica blanca, junto a unas bailarinas marrones y jersey de punto azul marino, pues las noches en Manhattan no eran de lo más "calurosas", por así decirlo. Guardé mi teléfono en el bolsillo junto a la cartera y volví a sentarme al borde de la cama. "Óliver" era todo lo que se me venía a la cabeza. No sé como pero pensara en lo que pensase, al final terminaba siendo él el protagonista de mis sentimientos. Quería olvidarlo: eso estaba claro. Aún así, me resultaba difícil. ¡Y es que cinco años de relación no se olvidan en dos días!

***

Seguramente medio Nueva York había llamado a la policía. "¿Por qué?" Os preguntaréis. Bueno, la verdad es que no es muy normal que un hombre conduzca su vehículo teniendo en el asiento de copiloto a una chica con un pañuelo atado alrededor de la cabeza. Parecía un secuestro en toda regla.

-Nathan, ¿puedo sacarme ya la maldita venda de los ojos? -pregunté por vigésima vez.

-No -gruñí por lo bajo.

-¿Por qu...?

-Llegamos -me interrumpió, deteniendo el coche.

Se bajó primero y rodeo el automóvil, abriéndome a mí la puerta y ayudándome a salir. Acepté su mano dejando que me guiase adónde él quisiese. Al cabo de unos minutos, una robusta madera crujía bajo mis pies y apenas había ruido existente, a excepción de los coches que se oían muy lejos de allí. ¿No estaríamos en un...?

-¡Sorpresa! -me quitó el vendaje, dándome una imagen que jamás olvidaría.

Frente a nosotros descansaba un velero, adornado con cientos de luces y en el cual estaba escrito el apellido "Sykes". En el centro de la embarcación había una mesa preparada para los dos y la cena servida. Todo eso en pleno Río Hudson, adornándolo de fondo las luces de la ciudad metropolitana.

Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora