Capítulo XVII

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- ¿Qué ha pasado? -preguntó Verónica, aproximándose a mí a gran velocidad y arodillándose a mi lado.

- ¡¿Es qué no lo ves, joder?! -le espeté, a punto de perder la razón.

Vi como su rostro blanquencía y sentí el miedo en su mirada. Pareció darse cuenta de que ahora no estaba para responder a más preguntas, ya que se calló y me miró con indecisión, tragando saliva sonoramente.

- ¡¿Dónde está la puta ambulancia?! -chillé con los ojos aguados. La situación estaba poniendo conmigo.

- ¡Cálmese, está en camino! -respondió el hombre, al que se le veía también exaltado.

Comprendí que gritándole no solucionaría nada, por lo que decidí centrar toda mi atención en el chico que tenía delante.

Acaricié su delicada cara, temblando del terror. Su expresión era fría y su rostro se había tornado pálido. Parecí tan frágil que de tan solo verlo se me quebraba el corazón. Esa sensación horripilante y angustiosa que te inunda por dentro, esa sensación que sientes cuando lo más preciado de ti se está yendo de tus manos, eso era lo que sentía. Simplemente no podía aceptarlo; jamás pensé que me vería en una situación como ésta. Volví a apoyar mi cabeza en su pecho y dejé que mis párpados cayesen, comenzando a recordar todos los momentos vividos a su lado. La primera entrevista, aquella noche en el velero, cuando por poco nos besamos, como me había defendido con Óliver... Estrujé su camiseta con fuerza, dejando que aquellos recuerdos se me clavaran como puñaladas en el corazón. "¿Y si ahora todo esto terminase? ¿Y si este era el fin?" -me pregunté. El sonido de unas sirenas a mis espaldas me devolvieron a la realidad. Dos hombres uniformados bajaron del vehículo y montaron a Nathan en la camilla. Rápidamente corrí tras de ellos.

- Ha perdido mucha sangre.

Sentí una fuerte presión en el pecho al oír aquello. Sin dudarlo dos veces, subí al automóvil. Le dije a Verónica que se fuera a casa, que no se preocupara por ello.

- ¡Todo va a salir bien, ya lo verás! -elevó la voz para que pudiese oírla y las puertas traseras se cerraron. "Eso espero" me dije.

~*~

Petaron en la puerta un par de veces.

- A-adelante.

Jay entró a la habitación y sin decir nada más me abrazó lo más fuerte que pudo. Comencé a llorar en silencio en sus brazos. Estaba rota, destrozada. En seguida envolvieron el cadáver con una especie de lona. Estallé en llanto de nuevo, más fuerte, y Jay me envolvió en sus brazos apegándome a su pecho. Vi por última vez aquel rostro, aquel rostro que me había enamorado, que me había acostumbrado a ver tantas veces, que me había protegido todo este tiempo. Aquel rostro que ahora estaba inerte, sin vida...

- ¡No, no, no! -grité, y en ese preciso momento abrí los ojos.

Desperté empapada en sudor y con la respiración agitada. Miré para ambos lados de la habitación y me deslicé sobre el sofá, suspirando aliviada. "Solo ha sido un sueño" -me dije, algo más tranquila. Me levanté del mullido sillón azul y me dirigí a la camilla, donde reposaba él. Tenía el cuerpo lleno de magulladuras, cortes, una brecha junto a la ceja izquierda, la pierna derecha y el brazo escallolados. Contemplé su expresión y besé su frente, haciendo que una gota salada de mi ojo callese sobre su mejilla. Reí triste. Todo por mi culpa. Si hubiese sido más justa con él, si le hubiese escuchado, si hubiese actuado como debía nada de esto habría sucedido. Recordé entonces lo que me había dicho tan sólo unas horas antes.

-Flashback-

- ¡Mira, mejor será que te vuelvas con Ariana, ya que tanto la quieres! -dije, dando media vuelta.

- ¡No voy a estar con una tía por conveniencia! ¡¿Vale?! -abrí los ojos como platos y volví a girarme- ¡Si estoy con Ariana, es porque le gusta a Jay y estoy intentado convencerla para que salgan! -juraría que si fuera un dibujo animado, mi mandíbula llegaría hasta la acera- ¡Pero claro, como eres una desconfiada de mierda siempre piensas lo peor!

- ¿A qué te refieres con eso de "desconfiada"?! -pregunté, con el ceño fruncido.

- ¡A que aún dudes de que si te quiero o no! ¡Mira, joder, ya lo he dicho! ¡Me molas! -mis hormonas comenzaron a descontrolarse, y un calor agradable recorrió mi estómago. ¿Eso eran mariposas? Porque juraría que nunca, y digo que ni con Óliver, había experimentado nada parecido- ¡Hala, adiós!

-Fin del flashback-

Preferí no acordarme de lo que sucedió después de eso, ya que de lo contrario rompería a llorar otra vez. "Daría lo que fuera por ver de nuevo esos preciosos ojitos que esconden esos párpados". Tal y como en el sueño me había sucedido, entró por la puerta y me rodeo con sus brazos.

- ¿Cómo está?

- Mal. -dije, y me acurruqué más en su pecho, intentando que las lágrimas no saliesen-. El médico dice que está muy grave y que quizá halla sufrido lesiones cerebrales y, y, y...

- Tranquila, tranquila -me interrumpió y acarició mi cabeza- Todo va a salir bien.

- No, no va a salir bien -me separé de él con brusquedad-. Soy una idiota, Jay.

- No digas eso, mujer -acarició mi brazo, con ternura.

- ¡Todo fue por mi culpa! -estallé.

- He dicho que no. No sigas culpándote.

- ¡Sí que lo fue, yo soy la responsable de lo que sucedió! -le di la espalda y me derrumbé sobre mis rodillas.

Se agachó a mi altura y me abrazó. Hundí mi cabeza en su hombro y el comenzó a susurrarme al oído cosas que me calmasen, aunque no funcionó al 100%.

- Intenta ver lo positivo de esto -depositó un beso en mi frente y me miró, esperanzado.

Cerré los ojos y volví a rememorar en mi cabeza de nuevo lo que sucedió segundos antes del accidente. Recordé el preciso instante en el que me dijo que me quería y sonreí inconscientemente. "Sé positiva, ____" -me dije. Si al menos el despertara, podríamos ser los dos felices. Él me quería, yo le quería. Podríamos empezar una vida nueva los dos. Quería estar a su lado, eso lo tenía decidido. El de rizos pareció ver que estaba algo mejor, por lo que se separó de mí.

- Voy a la cafetería a por un café, espera aquí -asentí y me senté de nuevo en el sofá, viéndole desaparecer por la puerta.

Comencé a mover mis dedos al compás del sonido del reloj de la habitación. Las seis de la madrugada. Llevaba allí al menos tres horas. Bostecé y me froté el ojo izquierdo. "Aún puedo dormir un rato". Me recosté sobre el respaldo, dispuesta a conciliar el sueño cuando el sonido de algo moviéndose me exaltó. Miré a ambos lados, pero nada. Entonces desvié la mirada hacia la camilla y lo vi a él, moverse. Corrí hasta dónde estaba y le sujeté la mano. Empezó a apretar sus ojos. ¡Estaba despertando! En mis labios se curvó una enorme sonrisa. Observé atenta cada uno de sus movimientos, hasta que por fin sus ojos se abrieron.

- ¡Nathan! -grité y lo abracé, sollozando, esta vez de la emoción y del miedo que había pasado. Era consciente de que seguramente le hacía daño, por lo que reí y me separé. Lo miré con ternura unos instantes, pero enseguida fruncí el ceño porque me apartó y me miró confuso.

- ¿Quién eres tú?

Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora