Capítulo XVIII

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- ¿Señorita Anderson? -me levanté del asiento de plástico de la sala de espera- Entre, por favor.

Me cedió el paso y me adentré en aquel bonito despacho, acto seguido cerró la puerta tras de sí e hizo una seña para que me sentase, y así lo hice. Le miré con miedo, mucho miedo e incertidumbre. En el papel que estaba leyendo en aquel preciso instante me estaba jugando muchas cosas

- Bien. -se aclaró la garganta, después de un silencio que se me hizo eterno- Tengo dos noticias: una buena y una mala. ¿Cuál prefiere que le cuente primero? -me observó por encima de sus pequeñas y redondeadas gafas.

- La mala.

- Me temo decirle que nuestro paciente Sykes padece amnesia.

Sentí como si alguien me rociase por encima de la cabeza un balde de agua frío. No podía ser, esto no me podía pasar a mí.

- ¿Señorita Anderson? -aquella voz grave me devolvió a la realidad- ¿No quiere saber la buena noticia?

- ¿Qué? Oh, sí, c-cl-claro -dije no muy convencida. Aún seguía en shock.

- Verá, no ha perdido la memoria del todo. Sus recuerdos se quedaron estancados en el año 2014.

- Es decir, que solo recuerda lo sucedido hasta hace seis años atrás...

- Veo que lo ha comprendido. -se levantó de la silla, al igual que yo y me estrechó la mano por encima de la mesa- Muchas gracias por su tiempo, señorita Anderson.

- Ha sido un placer, doctor -fingí una sonrisa.

- Y recuerde, tenga mucha paciencia con él.

- Lo haré, señor.

~*~

Ya había pasado un mes y a Nathan le habían dado ya el alta. Quería cuidarlo, sentía la necesidad de hacerlo, por lo que dejé mi trabajo para estar solo con él. Sé que parecerá una locura, ya que se suponía que ser periodista en el New York Time era mi sueño, pero lo único que me importaba ahora era él.

- ¡Vamos, tienes que comer algo!

Apartó la cabeza hacia un lado, impidiéndome que le metiese la cuchara en la boca. Resoplé frustrada; era más testarudo que un niño pequeño.

- Nathan, por favor...

- No pienso comer hasta que no vea a mi novia.

¡Oh, olvidaba decirlo! Ahora que no recordaba de los últimos siete años, seguía creyendo que estaba con Ariana.

- Ella ya no es tu novia. Y ahora come.

- ¡No! -intentó ponerse en pie pero no se hallaba en condiciones físicas- ¡Auch!

- El médico ha dicho que no debes hacer esfuerzos. Tienes el brazo y la pierna izquierda rota.

- ¡Me da igual, yo quiero ir a ver a Ariana!

Rodé los ojos y soplé un poco, para enfriarle la sopa.

- ¿Pero es que no recuerdas que te abandonó?

- Ya estamos otra vez -se quejó-. Solo dices eso para separarme de ella, ¡pero no lo conseguirás!

Se me humedecieron los ojos. Definitivamente él no recordaba cuando me había dicho que me quería, ya no estaba enamorado de mí, y ahora lo volvía a estar de Ariana.

- ¿Por qué lloras?

- No estoy llorando -escondí mi rostro entre mis manos.

- Claro que estás llorando -intentó destapar mi cara, pero no lo logró.

- Creo que debería irme. -dije poniéndome en pie- A-ad-adiós...

Ahogué un grito antes de cerrar la puerta de su habitación. Dirigí mis pasos hacia la salida y al situarme enfrente de aquella puerta de madera de ébano barnizada tuve un déjà vu. Y no era de extrañar que me sucediese, pues cada día de cada semana tenía que cruzar aquel umbral de la puerta completamente desolada, cada día venía a verle y cuidarlo tan solo para estar un poquito más cerca suyo, cada día intentaba despertar sus recuerdos adormecidos de su cabeza y cada vez sentía que estaba más perdida. Simplemente, no podía más, no podía más.

~*~

- ¿Y has intentado hablar con Ariana?

- Ginger, créeme, eso fue lo primero que hice. -suspiré, removiendo en círculos el café- Pero ella no se atreve a decírselo, tiene miedo de hacerle daño.

Desvié la mirada hacia la ventana, intentando no delatar mis ojos cristalizados a la camarera.

- Cariño, no hace falta que te escondas de mí, no me voy a asustar por verte llorar.

Sonreí, mientras limpiaba una lágrima que resbalaba por mi mejilla. Ella se levantó de la silla que se encontraba frente a mí para atender a otra mesa. Aproveché entonces para perderme en mis pensamientos positivos, y aún así no aguanté ni dos segundos en retener lo positivo del asunto, pues de nuevo tenía a aquel chico en la cabeza. "¿Tendrá hambre? ¿Y si tiene frío? No habré olvidado cambiarle las sábanas, ¿verdad? ¡Oh, no, no le he mullido la almohada!" -me dije. Inmediatamente me dirigí a la salida, pero recordé lo que Rachel me había dicho. "Vamos, ____, tienes que dejar de preocuparte tanto por los demás y pensar un poco en misma. A ver, desde que le dieron el alta a Nathan, ¿cuántas veces has ido de fiesta? ¿Cuántas veces has ido a comprar sin contar la comida de Nathan? ¿Cuántas veces quedamos juntas desde entonces? Exacto, ¡ninguna! Somos casi vecinas y llevamos un maldito mes sin vernos. ¿Te has dado cuenta? Has dejado tu trabajo, tu sueño desde que tenías 14 años tan solo para estar con él. ¿Y ha merecido la pena? ¿Eso crees?"

De nuevo, la pesada pero sabia de mi mejor amiga tenía razón. Quizá me estaba dejando un poco olvidada. Miré mi reflejo por la ventana. "Vamos, _____, mírate: estás completamente despeinada, con ojeras, el maquillaje corrido, con el mismo chandal desde hace ya cuatro días". Dios, como odiaba que Rachel tuviese razón.

Sin pensarlo dos veces, la llamé por teléfono. Necesitaba sí o sí una tarde de chicas.

~*~

- Hombre, esto ya es otra cosa -sonrió, en modo de aprobación, observándome con aquel ceñido y diría yo demasiado sugerente vestido.

- No lo sé, Rachel, yo no lo veo...

- ¡Tonterías! -me empujó hacia el cuarto de baño- Ahora dúchate, maquíllate y ponte la ropa -y dichos esto, cerró la puerta, dejándome allí sóla.

Hice todo tal y como ella me ordenó. Me costó bastante verme con aquello que mas que nada, parecía como sí solo llevase un fular transparente cubriéndome los pechos y la parte baja del abdomen. Pero bueno, una noche era una noche, ¿no?

- ¡Vámonos de marcha!

Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora