Capítulo III

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-¡Hola, Bryan! -saludé al portero al entrar. Este, como siempre, no se molestó ni en dirigirme la mirada. "Debería buscarle una novia" me dije "pero con esas actitudes me temo que va a ser difícil".

No sé por qué hoy me sentí como con más energía, más fuerza, así que me dio por subir por las escaleras. Sé que no suena a demasiedo esfuerzo, pero si viviérais en un décimo os haríais una idea. Llegué a mi apartamento a punto de que se me saliese el corazón por la garganta. "Es la última vez que hago esto". Saqué las llaves de mi bolso y las introduje en la cerradura. Abrí la puerta y las dejé en el mueble del recibidor. Entré al salón, dispuesta a hacer el típico ritual de tirarme en el sofá, subir a mi cuarto, darme una ducha... Sí, sí, sí. Y lo hubiera hecho de no ser porque alguien se interpuso en mi camino.

-¡Óliver! -grité asustada, al darme cuenta que había estado de sentarme encima de él con la fuerza de un hipopótamo. Aún no me había acostumbrado a eso de que tuviese una réplica de las llaves de mi casa. Me extraño mucho verlo allí.

-¿Qué pasa, no te alegras de verme? -me miró más serio de lo normal. Noté cierta mezcla entre ironía y arrogancia en sus palabras.

-Sí, pero...

-¿Dónde estabas? -me interrumpió. Estaba por responderle, pero de nuevo me lo impidió con otra pregunta -¿Quién era ese niñato? -bien, seguro que se había asomado a la ventana y lo había visto. "Genial, tengo un novio espía (nótese la ironía) ¡Eh, y rima! ¡____, basta, deja de pensar gilipolleces!"- ¿Por qué no contestaste al teléfono? ¿Eh? ¡Contesta!

Me había olvidado de él por completo mientras estaba con Nathan. Saqué mi móvil y vi que tenía siete llamadas perdidas suyas y 12 mensajes. Vaya, no recordaba lo celoso e incluso controlador que podía ser este chico a veces. "Es tu novio, ¿cómo se te ocurre pensar así sobre él?" me pregunto, más bien me riñó mi conciencia.

-Para empezar, no es ningún niñato, se llama Nathan y es mi amigo. -le defendí- Me invitó a comer y me acompañó hasta casa, eso es todo.

-Eso no explica por qué no me respondiste a los mensajes ni a las llamadas -se puso en pie y se cruzó de brazos. No me gustaba un pelo cómo se estaba comportando. Él también salía cuando le daba la gana y más no le hacía interrogatorios, es que...

-¡Pues porque no miré el móvil, joder! ¡Déjame respirar un poco! -los nervios me pudieron y corrí al baño. Las lágrimas no tardaron en salir.

-____, ábreme la puerta.

-¡No!

Sabía que estaba montando un berrinche propio de una niña de 7 años, pero ya estaba harta de que siempre estuviese detrás de mí.

-¡Que me habras la puerta, he dicho! -su voz era dura.

-¡No quiero!

Empecé a llorar en voz alta, para que lo escuchase bien. Quería que se diese cuenta de que su novia también necesita su espacio vital. Cada vez que yo le hacía alguna de esas preguntas, él me evitaba. ¡Y ya estaba harta!

-Cielo, por favor, abre... -ahora sonaba desenfadado y tranquilo.

Dude unos instantes en hacerlo o no. Tampoco me gustaba actuar como una cría, pero yo perdía los papeles fácilmente. Al fin me levanté del suelo y le dejé pasar. Me tiré a sus brazos y él me correspondió.

-No podemos solucionar problemas como niños, lo entiendes, ¿no? -susurró a mi oído, todavía sin soltarme. Asentí y el depositó un pequeño beso en mi nuca- Venga, no llores más.

Me separé de él y refregué las gotas que aún quedaban en mis párpados. Cogió su chaqueta y se fue, así, sin más. Sentí algo de molestia en la forma en la que se había ido, pero bueno, él era así. Decidí seguir mi rutina y pegarme un buen baño de esos que te despejan. Al acabar me sentía mucho más tranquila. Rachel me mandó un mensaje, proponiendo ir a la cafetería de siempre. Acepté de inmediato, me apetecía quedar con ella.

Glad You Came (Nathan Sykes y tú) 1ª temporada TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora