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"Realidad"

LUKE

 Respire varias veces y abrí los ojos mirando al techo. 

Escuche la puerta abrirse y cerrarse lentamente, no hacia falta mirar para saber que Calum tomó asiento en el sofá de junto.

—¿Quieres salir un rato?—cuestionó. 

Negué. 

—Estoy bien. Ve tú—respondí. 

—Luke ¡Por Dios! Han pasado cinco malditos meses desde que ella se fue, tienes que olvidarlo, te hace mal ¡¿Que no lo ves?!—dijo. 

No respondí a eso. 

—Te lo digo realmente... No has salido de esa cama, comes a medias y ni si quiera sé si has dormido. Mírate, estas hecho un asco—habló. 

—Lo sé—dije. 

—No,Luke. Crees que lo sabes pero en realidad no, tienes que comenzar a entender las cosas, se fue ¿si? Y no va a volver, por lo menos no por un tiempo. Debes empezar con tu vida de nuevo—dijo.

—¡¿Y como carajos quieres que lo haga?! No puedes entenderlo, no sabes lo que es que una persona se aleje de ti a más de cien mil kilómetros solo para evitar verte y que tu asqueroso rostro ya no le causé más dolor porque la lastimaste tanto que dejar la vida que tenía no le importa. Y que a esa persona la amas con todo el corazón, y sabes que no va a regresar ni aunque cruces todo el estúpido océano solo para volver a verla—reclamé.

Calum me miro con preocupación. 

—Sé que no lo entiendo, pero tienes que aprender a seguir así, con la pequeña ilusión que ella va a regresar, y todo será como antes... Pero ¡Por Dios! Te has lastimado de todas las maneras posibles. Debes aceptar tu maldita realidad de una vez—exigió. 

—No, no Calum, ahora entiéndeme a mi. Es difícil aceptar un realidad como la mía, en donde no hay nada por ganar, no hay bueno por qué seguir. Todo es cuesta abajo—dije.

—Jamás aceptare una realidad sin ella—admití.

Calum negó.

—Tienes que pensar positivo—asintió. 

—No,Calum. ¡Mírame! No hay positivo conmigo. Mi padre y yo tenemos una relación mutua de aborrecimiento,Allison se fue del país furiosa conmigo, no quiere verme, ni responde mis mensajes. Y es absurdo hablar de Lydia ahora. Lo único que tengo, que es bueno, es mi madre pero no puedo mirarla a los ojos, porque estaría engañándola—expliqué.

—¿Cómo esperas algo positivo en mi?—repliqué.

Escuche como tragaba saliva. 

—Eres mi mejor amigo Ryan, y sé que solo quieres hacerme sentir mejor y te lo agradezco, pero por ahora nada de eso va a servir. Yo realmente la amaba, no esperes que no la recuerde todos los días, que no recuerde como mi vida cambiaba cerca de ella, ni que no la eche menos. Por favor, déjame recordar lo feliz que era, por un tiempo, y después, te prometo que lo haré, aceptare seguir con lo que tengo, sea como sea—hablé y las lágrimas comenzaron a caer. 

Las limpie de inmediato y suspiré. Asintió.

—Está bien—se rindió, 

—Gracias—respondí. 

Asintió un segundo más y se levantó del sofá. Escuche la puerta cerrarse y mire nuevamente al techo. A pesar de limpiarlas, las malditas lágrimas seguían cayendo, mientras quemaban mis ojos.

Tome la botella de Ginebra de mi costado y le di un trago más, mi garganta ardió pero está vez, ese dolor no me molestaba, en cambio me gustaba. Estaba lleno de amargura y soledad, y de toda la ausencia. 

Le di otro trago y respire hondo, el agua continuaba saliendo de mis ojos. Estaba aquí llorando como un niño, en la oscuridad. Y sólo necesitaba una razón para sentirme bien, pero era más probable que me reconciliara con mi padre antes de que Lydia me ame de nuevo. 

Me tire de nuevo en la cama. 

—Solo Dios sabe cuanto te amo—confesé y bebí otro trago. 


LYDIA  

Negué. 

—Estoy bien—sonreí falsamente. 

Ella miro a otro lado. También negó.

—Dime hasta cuando vas a estar así, tan triste y distante. ¿Dónde ha quedado esa niña tan sonriente y tierna que conocí hace años?—dijo. 

Trague saliva, yo tampoco sabía donde estaba. 

—Estoy bien. Es solo que no tengo hambre por ahora—respondí. 

Ella le hizo una señal al mesero para que trajera dos cafés. 

—Sabes de lo que estoy hablando. Sé que no soy tu madre, ni me acerco a serlo pero siento que no cumplo la promesa que le hice a tu madre, sobre cuidarte y protegerte—habló

Algo en mi pecho se removió. 

—No eres tú, soy yo y problemas de Nueva York. Eres buena en lo que haces, realmente—dije.

—¿Por qué sigues engañándome?—cuestionó.

Ella era la hermana de mi madre. La única familia que aún le quedaba, y cuando ella murió, mi tía Rachel se mudó a París. Y la última vez que la visite estaba realmente cómoda y feliz. 

—No te engañó—juré. 

—Puedes confiar en mi—aseguró. 

La mire con la misma melancolía. 

—Siempre he confiado en ti, es solo que, es un problema que no tiene solución. Estoy bien, en serio—dije. 

—¿Por qué no me cuentas tu problema?—pidió. 

Suspire y asentí. 

—Bien—dije. 

Habían pasado cinco meses desde llegue aquí, y hasta hoy, jamás me había atrevido a contar nada, porque me dolía cada vez que lo pensaba, y aún tenía esa vaga y estúpida idea de que Luke vendría aquí y haríamos las cosas diferentes. Pero ahora, ya no me interesaba que lo hiciera, no quería estar cerca de él. No quería verlo jamás, ni saber como ha estado, o si de verdad se arrepintió por lo que me hizo. O si esta sufriendo ahora. Ya no me interesaba cuanto lo había amado todo este tiempo, porque ya casi nunca lo extrañaba, pocas veces lo pensaba. Ya no tenía la estúpida necesidad de estar cerca de él.Luke era una de esas personas de las que no buscan, y eso estaba bien porque yo era una de esas personas de las que no vuelven. 

Mi tía Rachel abrió bien los ojos. 

—Al final de todo, yo fui la maldita zorra que le rompió el corazón. Después él fue a mi casa y trato de arreglarlo, pero yo no podía perdonarlo tan fácil a pesar de lo mucho que lo quisiera. Luego me di cuenta de que regresar con él sería un error, y me aleje lo más que pude—conté en medio de las lágrimas. 

Su cabello pelirrojo estaba sobre su cara y bajo la mirada al café. 

—Creo que hiciste lo mejor—susurró. 

Asentí. 

—¿Piensas perdonarlo?—cuestionó después. 

—Vine aquí para superarlo y no pensar esas ideas absurdas de perdonarlo. Lo quiero lejos de mi, de mi vida. No quiero tenerlo cerca—sollocé.

Un silencio cómodo se formó en el lugar.

Escuche como tragaba saliva. 

—¿Ya no, lo amas?—dijo con las palabras cortadas.

Pensé realmente bien mi respuesta. Suspiré.

—No—contesté.

—Ya no lo amo—continué. 

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