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"Aun peor que la soledad"

LUKE

 Y fue aún más doloroso cuando asentí. 

—Lo sé—admití mientras cada letra de esas palabras me quemaban la garganta.

Ella miro a otro lado un segundo. 

—No sé por qué haces esto entonces—dijo.

—Porque te amo, y hacer esto hace que te sientas mejor—respondí. 

Negó. 

—Yo no disfruto verte sufrir—susurró.

—Ni yo lo hice—defendí. 

—Lo hiciste—respondió al instante. 

—Hasta el momento en que te diste cuenta lo idiota que fuiste—continuó. 

Baje la mirada. 

La verdad de sus palabras fue como una daga entrando al pecho.

—Entonces disfrútalo, por favor. Si lo haces, vengas tu dolor—digo y el pecho me da una punzada.

—No quiero vengar nada—dijo.

—No quiero nada que tenga que ver contigo—siguió. 

Trague saliva.

—Vete de una maldita vez—susurró entre un sollozo. 

Y sentí la misma arrancada desilusión, ese pánico inquebrantable de la soledad, el que me avisaba que volvería a perderla. 

Negué. 

—No me pidas eso—pedí llorando. 

—Es lo único que quiero de ti—respondió. 

Encontrando las palabras exactas para matar mis esperanzas.

Asentí con los ojos cristalinos. 

—Lo sé—repetí. 

—Y aunque lo dudes, sé que nada hará que las cosas cambien porque no sé que no hay nada en el mundo que justifique lo te hice. Me doliste y me dueles. Me heriste y lo sigues haciendo aún así y también sabemos lo mucho que amas que este aquí frente a ti, rogándote, pidiéndote perdón, otra vez—sigo

—Y luego vienes y reprochas que me has superado y olvidado pero terminas diciendo que no disfrutas verme sufrir y te quedas a oírme. Eres mala para esto—continuó. 

Frunció las cejas.

—¿Soy mala para herirte?—cuestionó.

Negué.

—Eres mala para mentir, porque herirme lo has hecho por años—respondí. 

Ella miro a otro lado y continuó negando varias veces.

La desesperación invadió mi cuerpo, y mis sentidos comenzaron a difuminarse, después el dolor vino con todo, me estaba convirtiendo en ese monstruo que por tantos años quise alejar.

—Pero eso está bien, porque ahora no me importa todo el tiempo que pasé sufriendo tu pérdida, ahora me importa ser egoísta y hacerte sentir como que de nuevo valgo pena, y también quiero mentirte diciendo que nunca volveré a lastimarte, pero sé que lo haré, porque soy un monstruo que hace daño y en realidad no sabe por qué, y mucho menos sabe por qué te lo hace a ti—dije.

Ella echó su mirada a otro lado. Y yo me acerque a ella para que me mirara.

—Y lo único que le importa es tenerte, y mentirte... Para sentirse bien—continué.

Las lágrimas de dolor y pesar caían de mis ojos. Cada palabra salía como en un drama, en esas películas donde los idiotas sufrían a pesar de ser ellos quienes hacen daño.

—Dile que se vaya al infierno—escupió con la misma dureza de antes. 

—He estado ahí por mucho tiempo, aún no logró salir entero—susurré todavía con los sollozos deteniendo mi respiración. 

LYDIA

Trague saliva. 

—Tal vez aún no has ardido todo lo que mereces—repliqué.

Negó.

—Lo hice—susurró sin separar los dientes. 

—Ardí, ardí más de la cuenta, pero aprendí a vivir así—continuó en la misma actitud.

Me tomó por los hombros y me miro a los ojos, mientras su agarre se intensificaba.

—Aprendí a vivir solo, y vacío. Aprendí a vivir extrañándote, llenado el espacio de tu ausencia, aprendí a vivir medio muerto, y quitándome el dolor por mi cuenta—dijo mientras podía sentir la verdad de cada palabra.

—Rompiendo veinte botellas de alcohol en la pared y bebiéndome dos, yo podía, podía sentir como cada gota alejaba un poco todo el dolor. Pero siempre despertaba por la mañana y todo el dolor volvía, y era aún peor que la soledad—siguió y las lágrimas se resbalaban por su cara. 

Su expresión dolorosa y melancólica se esfumó de golpe, a una llena de dureza y frialdad. Me soltó del agarre de un tirón y se alejó unos pasos de mi. 

—Pero eso te importa un carajo... Quiero que todo sea como antes y soy realista y sé que eso jamás va a pasar, sin importar lo mucho que lo desee, ya nada de lo que haga va a cambiar las cosas, ni vas a perdonarme y vas a olvidarme aún más—continuó. 

—Porque eso es lo que tu haces, olvidar—reprochó. 

Nuevamente tragué saliva, y asentí.

—Después de que no me dejaste nada, esa fue una manera de arrebatarte algo que yo tenía el derecho de recuperar—respondí. 

Él me miro con la vista perdida y asintió. 

—Deberías enseñarme a como olvidarte, porque en tantos días, no hubo uno solo en que no pensara en ti—término diciendo y comenzó a caminar a grandes pasos. 

Me quede ahí, observando como se alejaba de mi. 

Esto no se sintió como la venganza que pensé en mi mente, no tuve la felicidad ni satisfacción al saber que aún me amaba y sufría por mi. Porque yo era una idiota a la que todavía le dolía su sufrimiento.

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