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"Arrepentimiento y dolor"

LUKE

 Me tire en el sofá, y suspire profundo. 

Mi sistema nervioso estaba a punto de colapsar, no tenía ni la más maldita idea de como ella iba a tomar recibir esos obsequios de alguien anónimo o peor aún si supo que eran míos. No pude haberme quedado y esperar que ella me mirara y que me...

¿Cómo puedo ser tan idiota? ¿Cómo pude pensar que iba a poder hacerlo?. 

—Dime, ¿Cómo te fue?—cuestionó Calum sentándose en el sofá de enfrente. 

Lo mire desanimado. 

—¿Fracasaste?—preguntó después. 

—No creo que tengamos el mismo concepto de esa palabra—dije.

Frunció el ceño.

—¿Se lo entregaste?—dijo.

Asentí. 

—¿Hablaste con ella?—continuó con las cuestiones.

Tragué saliva. 

—No—susurré.

—¿Qué? ¿Por qué no lo hiciste?—cuestionó levantándose de inmediato del sofá. 

—Porque no pude hacerlo,Calum. Lo lamento pero no puedo soportar su rechazo dos veces, no—respondí. 

Calum echó su cabeza hacia atrás y volvió a sentarse sobre el sofá. 

—Bien, al menos lo estas intentando—dio ánimos.

—Lo hago—afirmé.

—¿Quieres que olvidemos el tema de "Lydia" por hoy?—dijo después de unos minutos en silencio.

Asentí.

—Bien—respondí.


Conducía mi Porsche negro que mamá compro para mi hace varios meses. Después de que le contará todo lo que pasó con Lydia y luego de que me deshiciera del maldito auto rojo, mi madre decidió comprármelo. Ella era la mejor de todas. 

Salí de mi mente y de esos dolorosos recuerdos, que aún me causaban escalofríos y estacione el auto en un lugar cercano. Odiaba caminar largos tramos para entrar a un estúpido centro comercial.

Calum y yo vimos demasiadas tiendas, y abusar de mi tarjeta de crédito comprando todo lo que quería, tampoco ayudaba a sentirme mejor.

Salí y vi a Calum hablar frenéticamente por su teléfono. 

—Si, lo entiendo ¿Dónde debo verte?—cuestionó. 

—¡Maldita sea!—expreso casi en un grito después. 

Después de maldecir en voz baja mil veces más, metió su teléfono en el bolsillo. Luego me miro y abrió sus ojos, como si estuviera viendo un milagro naciente.

—Tu teléfono,Luke. Necesito que me lo prestes ahora mismo—dijo. 

Por la necesidad que vi antes no le cuestioné nada más y lo busque por todos mis bolsillos... Toda la sangre cayó a mis pies.

—Lo olvide en el auto—recordé.

Me sonrió como idiota. 

—Vé por él—ordenó. 

—¿Por qué demonios debería de ir yo?—dije luego. Enserio odiaba caminar por los estacionamientos. 

—Por Dios,Luke que habló enserio. No voy a pelear aquí por quién maldita sea debería ir por el estúpido teléfono. Ve por él—repitió. 

Trague saliva. Y camine a buscar el puto teléfono. 

Lo maldije miles de veces mientras sacaba mi idiota teléfono de la guantera y regrese por el mismo camino.

Mis pupilas se expandieron y mi corazón salió disparado. 

Esa silueta, que toda mi vida recordaría a la perfección. 

—¿Lydia?—susurré. 

Y la vi.

Allí estaba, más alta, más madura y sobre todo más hermosa, pero cuando la mire de nuevo no fue como la historia que por años me plante estúpidamente en la cabeza. Ella ya no tenía la calidez ni la ternura en sus ojos, ahora podía notar el odio y frialdad con la que miraba al mundo.

Y comenzó a alejarse de mi. 

—No—pedí. 

—No te vayas—la tomé del antebrazo. 

Ella bajo su vista a mi mano, y luego la subió la mirada hacia mis ojos, como si quisiera matarme con solo hacerlo. 

—¿Qué quieres?—dijo. 

Su voz, aún era la misma. Pero se podía notar como le raspaba la garganta con cada palabra que me dirigía. 

—Te quiero a ti—susurré.

—Buscamos cosas muy diferentes—respondió.

Mi pecho dolió.

—Todavía me dueles—admití. 

Asintió. 

—Es bueno escucharlo—habló al instante.

Las lágrimas demandaban salir de una manera, sus palabras tenían la misma intensidad que una bala. 

—Por favor, no puedes sacarme de tu vida así como así. Te lo pido, no me alejes de ti ahora que has vuelto—rogué.

Ella se coloco los lentes oscuros con la boca endurecida.

—Yo no regrese para perdonarte ni quedar bien contigo. No tengo que darte explicaciones de nada—escupió. 

—Lo sé—susurré.

—¿Cuál es el motivo de estar aquí, entonces?—ordenó.

—Nuestro amor—respondí. 

—No, eso ya no significa nada—dijo. 

Ignore el intenso ardor que se formaba en mi garganta. 

—Jamás he amado a alguien como te amo a ti—argumenté. 

Su expresión fría me quitó las esperanzas. 

Y negó. 

—No,Luke. Eso ya no importa, no importa, ya no. Ya desistí, ya no hay emociones, ya no hay esperanzas o sentimientos. Ya no hay nada, y ya no puede haberlo si lo único que causas en mi son arrepentimientos y dolor. Y estoy cansada de sentir ese maldito vacío dentro de mi, porque ya no te amo—respondió y sus palabras dolieron tanto que pude escuchar como mi corazón se rompía. 

forget;lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora