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  "Si quieres mirarme, puedes hacerlo."

LYDIA

El miedo me había consumido aún más con cada movimiento que hacia después de bajar del auto.

Y era un instituto hermoso y eso, pero me sentía extrañamente rara y tímida desde el momento en el entré. Había pocas personas, debido que el instituto era privado. 

—¿Eres la nueva?—cuestionó el director al verme.

Fruncí el ceño y encogí los hombros. 

—Supongo—dije. 

—Como veo que ya usas el uniforme, lo único que resta es darte tu horario—indicó y entrego una hoja. 

—¿Eso es todo?—cuestioné como si fuera lo más sencillo del mundo. El hombre asintió.

—Buen comienzo Martin.—animó. 

Salí de ahí, y me alivio tanto ver el salón de música y no tener que detener a alguien para preguntárselo. 

Cuando entré, sólo había dos asientos disponibles. Uno al lado de una castaña y otro al lado de un rubio. Inexplicablemente escogí a la castaña.

Me senté lentamente en el asiento y la castaña me miraba de reojo. Estaba analizándome a la perfección. 

Después una pelirroja casi idéntica apareció y ellas me miraron y comenzaron a reír. Ese sentimiento de timidez desapareció gracias a esas chicas. 

—¿Tienes algún problema?—pregunté. 

—Tú, querida—rió cínica.

Sentí mi sangre subir a la cabeza. 

—¿Tienes algo menos idiota que decir?—amenacé. 

—Debes ser nueva para no saber a con quién te metes—dijo. 

—Debes ser estúpida para saber que no me importa—defendí. Y salí caminando a zancadas y tome el otro asiento. 

Después de relajarme, vi que el rubio me miraba sin disimulo.
Lo mire de reojo. 

—Si quieres mirarme puedes hacerlo—aseguró. 

—Si quisiera hacerlo, ya lo hubiera hecho—dije. Y me di cuenta de que aún estaba a la defensiva. 

—¿Tengo gracia?—hablé al ver que el no paraba de mirarme. 

—No, pero eres linda—respondió.

Mis mejillas se sonrojaron, y mire hacia el frente. 

—Buenos días chicos, lamentó el retraso. Termináremos las presentaciones, con el mismo orden que les di ayer.—ordenó el profesor entrando. 

Miro a todos los lugares y se detuvo en el chico de mi lado. 

—¡Hemmings! No es festejado ningún día. ¿A qué debemos el honor de su presencia?—burló. 

—¡Smith!—saludó fingiendo emoción. 

—Siéntase con suerte de tenerme aquí, en un día cualquiera—le dijo. 

—Voy a sentirme con suerte.—le respondió. 

—Dijo que tenía presentaciones, no me aburra con su voz tan rápido—habló. 

Y la cara de Smith se puso sería. 

—Comenzamos—gritó. 

La primera en subir fue la estúpida castaña de hace un momento. Ella comenzó a tocar y término con lo que sea que haya hecho. La castaña le sonrió a Hemmings y él se lo devolvió. 

Eran tal para cual. 

Después de un rato, la clase término. 

El rubio se recargó sobre mi mesa. Y no podía evitar pensar lo guapo que era. 

—¿Y bien?—pregunté.

—¿Vas a decirme tu nombre, o darme tu número?—cuestionó Hemmings poniéndose frente a mi. 

—No voy a decirte nada. Aún estoy impresionada porque al menos habló contigo—dije. 

Él sonrió. Era aún más guapo así. 

—Me gusta observarte—dijo, ignorando mi comentario anterior.

—Pero a mi no, así que deja de bloquear el paso—ordené. 

Ese chico sonrió aún más. No sabía como podía sonreír tanto. 

Él se hizo a un lado y yo pase por ese espacio. 

Cuando salí del salón, observe en la hoja "Literatura" escrito en ella.
Busque por todos los pasillos el maldito salón 128, pero no tuve algún progreso. Me di por vencida y me recargue mi espalda en unos casilleros. Pasaron unos segundos antes de que una chica me sonriera ampliamente, y esa chica me recordó al rubio. 

Ella señalo detrás de mi. Y me di cuenta de que estaba en su casillero. 

—Oh, lo siento—disculpe y me hice a un lado de inmediato. 

—No hay problema—dijo su melodiosa voz. Me miro rápidamente. 

—Debes ser nueva—habló cerrando su casillero. 

Pensé un momento. 

—Algo—respondí. Ella me miro con el ceño fruncido. 

—Habló de que, sólo llevo una clase aquí, y una chica ya me odia.—aclaré. 

Ella sonrió. 

¿Una castaña teñida estúpida?—cuestionó en una sonrisa.

—¿Cómo lo sabes?.—pregunté 

—Noticias, entraste en la lista negra de Ashley Blue—sonrió. 

—Soy Allison—extendió la mano. 

—Lydia.—respondí tomándola. 

—Iremos a la cafetería, tenemos una hora libre. Después de eso, te llevare—aseguró. 

forget;lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora