Capitulo 21

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Los tres varones acompañaron a la madre y a la hermana a la estación. Todavía estaban agitando las manos cuando el ómnibus dio la vuelta y los perdieron de vista. Ivana se acomodó la almohada bajo la nuca y le avisó a Lena que trataría de dormir. La mujer asintió y se sumió en inquietantes planteos durante todo el viaje. Había aceptado la propuesta de Ivi de no informar del paseo a Julio, pero dudaba de que éste lo tomara de buen grado. Nunca había mezclado el trabajo con su familia y, a decir verdad, esta era la primera visita que Lena le haría en la casa central de la empresa. Hasta pensó en encarar, lejos de su hogar, la charla de sinceramiento que tanto la acuciaba. Su febril cuestionamiento no le permitió descansar hasta que arribaron a Retiro. Despertó a Ivana y bajaron en la estación terminal a las diez de la noche. Después de pasar por el baño adonde atendieron las necesidades fisiológicas y recompusieron su peinado y maquillaje, se detuvieron a tomar un café a pedido de Ivi:

—Todavía es temprano mami, y necesito despabilarme. En taxi nos llevará poco tiempo llegar al hotel de papá.

Poco antes de las once de la noche entraban al Regency, alojamiento que Julio tenía asignado por la empresa. Antes de dirigirse al mostrador de recepción, Ivana escudriñó el restaurante del hotel. Al no ver a su padre en ninguna mesa, se encaminó con Lena para preguntar por él.

—Buenas noches —saludó la mujer al conserje—. ¿Podría avisarle a Julio Rodríguez que lo esperan en la recepción?

El hombre dirigió la vista hacia el tablero que tenía a su espalda. Tomó el teléfono y marcó el doscientos dos. Tras una espera prudencial, dijo:

—No contesta nadie. Posiblemente haya salido a cenar. ¿Quieren dejarle algún recado?

—No, —dijo Lena—. Lo esperaremos.

—Mientras tanto —precisó la hija—, ¿podremos comer en el restaurante?

—Sí, señorita. Es de acceso libre.

Se ubicaron en una mesa desde donde dominaban la puerta de ingreso al hotel. Mientras aguardaban ser atendidas hicieron planes para el día siguiente:

—Primero iremos al Patio —dijo Ivana—. Allí está todo lo que quiero comprar. Después podremos dar un paseo, recorrer librerías y combinar el almuerzo con papá ¿qué te parece?

—Que transitás por la cuarta dimensión —rió Lena—. Me conformo con que terminés tus compras durante la mañana. Cuando salgamos de la Galería, programaremos el tiempo restante.

Un camarero se acercó con el menú y esperó a que eligieran los platos y la bebida. Ambas estaban distendidas y disfrutaron de la cena en medio de una charla amena adonde no faltó la preocupación materna de cómo se las estarían arreglando los varones.

—¡Mamá! Siempre lo mismo —exclamó Ivi—. Estarán festejando que tienen la casa para ellos solos. Aunque te cueste creerlo, para los vagos es un jolgorio no depender de los horarios de rutina.

Después del postre pidieron café porque la espera se estiraba. A la una de la mañana, Julio ingresó en el hotel y salió definitivamente de la vida de Lena. Ante la mirada aturdida de madre e hija el hombre, sin advertir su presencia, se acercó al mostrador para pedir la llave de su habitación. Lo acompañaba una mujer joven a la cual rodeaba con su brazo. Ivana hizo el ademán de incorporarse pero la firme mano de su madre se lo impidió.

—Esperá —le ordenó con un tono tan autoritario que la muchacha obedeció sin resistir.

Como en una pesadilla, vieron a Julio dirigirse al ascensor sin dejar de abrazar a su acompañante. La puerta del elevador que los ocultó al cerrarse, las sacudió de su parálisis.

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