Capitulo 39

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Un ligero roce lo fue sacando de su letargo. Estiró el brazo y palpó el colchón adonde debía estar el cuerpo de Ivi. Se incorporó en el lecho y miró la hora en su celular. Eran las ocho de la mañana y se sintió renovado por el largo descanso. La luz que se filtraba a través del vidrio le indicó que Ivana estaba en el baño. Revivió el impetuoso acoplamiento nocturno y su cuerpo mostró los efectos de la evocación. Se acercó a la puerta vidriada y escuchó correr el agua de la ducha. Entró sin reflexionar, urgido por el deseo. Detrás de la mampara, se desdibujaba el cuerpo de la muchacha. Corrió la puerta y ella lo miró sin sobresalto, como si lo estuviera esperando. Él se impregnó de su figura, del rostro que adoraba con el pelo mojado que le confería ese aire adolescente, de los ojos que brillaban con excitación y de los labios sensualmente entreabiertos. Se acercó y la atrajo contra él. Ivana le pasó los brazos alrededor del cuello y se besaron debajo del agua para terminar contra una de las paredes. Gael recorrió con sus labios y lengua la piel mojada por los cuatro costados enajenando a Ivi que se pegó a su cuerpo con un quejido. Antes de penetrarla, su mano estimuló el sensible clítoris hasta que ella, con un grito, le rodeó la cadera con las piernas. La sujetó por los glúteos y se alojó en la lubricada abertura. La muchacha echó la cabeza hacia atrás proyectando sus pechos contra el rostro de hombre que se apoderó de ellos con la boca. La urgencia mutua apremió los movimientos de Gael buscando el remate de la tensión sexual. El orgasmo lo abatió antes que a la mujer y pugnó por mantener la erección hasta llevarla a la cima. Jadeando para recobrar el aliento, se impulsó una y otra vez dentro de ella hasta que las contracciones la dominaron. Compartió su gozo con un beso y giró para apoyar la espalda contra los cerámicos. La mantuvo fuertemente abrazada mientras resbalaban hasta el piso. -Mi vida... -murmuró cuando se aquietó su respiración-. Te deseo más que antes de tenerte... Me has hechizado... -Y vos me transformaste en una licenciosa -lo acusó besando su mentón. -¿Porque disfrutás del sexo? -dijo divertido. -Porque no me puedo negar a tu demanda... -¡Qué siempre sea así, mi amor...! -rogó cubriéndole la cara de besos. Ella se atajó en medio de risas y él la izó consigo al incorporarse. Terminaron de bañarse y se vistieron para bajar a desayunar con sus anfitriones. Colin insistió en trasladarlos en avioneta para dedicar más tiempo al recorrido. Visitaron la casa Muckross, sus jardines y granjas. Se extraviaron por senderos arbolados hasta divisar un hermoso lago. La lluvia nocturna había despuntado en un día soleado que realzaba el fotogénico paisaje. Comieron algo en un parador y, como en el día anterior, Bree y Colin los dejaron deambular por los alrededores mientras ellos descansaban. -Gael, ¿este anillo perteneció a tu madre? -le preguntó durante la caminata. -Así es, querida. Y ahora es de la mujer que la sucede. La mía -dijo de modo entre tierno y posesivo. A las seis de la tarde estaban de regreso y cenaron temprano pues Ivi y Gael volverían a Marylebone en el vuelo matutino. Antes de comer, el médico le señaló: -Hace mucho que no te comunicás con tu familia. ¿No querrías hablar con tu madre? -¡Ay... sí! Ayer hubo un momento en que lo pensé. -¿Y qué te detuvo, tesoro? -sonrió el hombre muy cerca de ella. -Un sátiro -bisbiseó para que los dueños de casa no escucharan. Gael emitió su característica risa y la abrazó. -A modo de reparación, disfrutarás de una oferta de Colin: una videoconferencia con tu mamá. -¡Pero si en casa no hay ninguna computadora preparada! -Vos confiá en mí -dijo rodeando sus hombros y guiándola hacia un cuarto cuyo interior desconocía. Ivi ladeó la cabeza mientras pasaba al lado del matrimonio y les hizo un gesto de incredulidad. Ambos la miraron divertidos y se quedaron en la sala. Su pareja abrió la puerta de la estancia amoblada con una biblioteca, un escritorio sobre el cual descansaba un moderno equipo de computación y tres cómodos sillones a su alrededor. La orientó hacia el asiento acomodado frente al monitor y encendió la máquina. Después de manipularla, la imagen de Lena apareció en la pantalla. -¡Mami...! -gritó Ivi y abrazó a Gael por la cintura-. ¿Por qué no me trajiste antes? -acusó con gesto pueril. -Porque tuve que coordinar accesorios y horarios, niña -dijo él agachándose para ponerse a su altura y devolver el reproche con un beso. Ivana lo miró encandilada y le acarició la mejilla a manera de disculpa. Él atrapó la mano y la apoyó contra sus labios. -¡Eh, eh...! -gritó Jotacé del otro lado del visor-. ¡Basta de exhibicionismo y dennos un poco de pelota que hace una hora los estamos esperando! -¡Jotacé! -exclamó su hermana riendo-. ¡Extrañaba tus exabruptos...! ¿Cómo estás? -Bien, y veo que ustedes mejor... ¿eh, macho? -Parece que me preguntó a mí -dijo Gael sonriéndole a Ivi-. En la gloria, hermano, para no abundar en detalles. -Apartate, Julio César -intervino Lena-. Yo estaba antes -fijó la vista en el rostro de su hija y celebró-: ¡Hijita! Te veo hermosa y feliz. ¿Debo adivinar por qué? -inquirió a sabiendas. -Porque estoy enamorada, mamacita -confesó-. Y de alguien que no te hubieras imaginado... -dijo burlona. La risa alegre de su madre la colmó y apoyó la cabeza sobre el pecho del hombre que amaba. -Si me hubiera dejado convencer por tus argumentos, podría ser. Pero mi fe estaba depositada en Gael -contestó Lena. -Veo que todos han conspirado contra mí -suspiró arrebujada entre los brazos de su amante. Se enderezó e indagó-: ¿Dónde está Diego? -Viniendo para acá y reclamando verte -contestó su mamá. -¿Y Alec? -preguntó como al descuido. -¿Querés saludarlo? -¡Sí! -rió. El hombre apareció en la visual al costado de Lena. -¡Hola, Alec! ¡Cuánto me alegra verte! -le dijo en inglés. -Hola, Ivi -pronunció él en claro castellano-. No más que a mí, y sobre todo en compañía de mi amigo que parece haber ganado el premio mayor. -Tú lo has dicho, Alec. La vida me ha favorecido -declaró Gael ciñendo a la muchacha-. Pero creo que no soy el único beneficiado... -dejó la conjetura en suspenso. Wilson sonrió dichoso y pasó un brazo sobre los hombros de Lena. -Si alguna vez me pregunté por qué escogí este país para afincarme, esta maravillosa mujer es la respuesta -dijo radiante. Ivana observó que su madre se veía muy cómoda y distendida al lado de Alec, lejos de la mujer de gesto concentrado y triste de la última época de su matrimonio. La aparición de Diego ahuyentó el fugaz aguijonazo de angustia y le devolvió la alegría del reencuentro con los rostros queridos. Antes de interrumpir la comunicación, les presentó a Colin y Bree. Gael la conectó a renglón seguido con Marylebone adonde aguardaban Jordi y sus padres. Ivi se sintió desbordada de amor por ese hombre que se había preocupado en brindarle un acercamiento afectivo que intuyó le faltaba. Esa noche no hicieron el amor porque Gael tuvo que ahuyentarle la tristeza de la ausencia paterna y lloró entre los brazos de su amado hasta liberarse del sentimiento de privación. Se durmieron a las dos de la mañana y a las ocho los despertó Bree para que desayunaran antes de partir. -¿Estás mejor? -se interesó Gael antes de bajar. Ella se precipitó en sus brazos y lo besó con pasión. Cuando se separaron, le dijo: -Te amo, Gael. Gracias por el aguante. Él la conmovió con la mirada. Antes de devolverle la caricia, alegó con gravedad: -Te prohíbo, testaruda, te prohíbo que busques contención en otro lugar que no sean mis brazos -tras lo cual la alojó sobre su pecho y la besó hasta dejarla temblorosa. El desayuno fue un poco melancólico. Tanto los dueños de casa como ellos lamentaban separarse. En el aeropuerto, Bree abrazó a Ivi y le hizo prometer que los visitarían en cada ocasión que volviesen a Inglaterra. La chica lagrimeó un poco y se lo juró por lo dichosa que había sido en su casa. Jordi y los padres de Gael los esperaban para llevarlos a la finca. Su hermano la abrazó y ella supo que no necesitaba de palabras para comprender su felicidad. Le agradeció a Anne por la alianza lo que motivó una exhortación de su marido: -Querida, espero que mi hijo honre con su amor este símbolo como yo lo hice por mi Anne. Ivana sonrió y se abrazó a Gael. Su expresión le reveló que su heredero estaba cumpliendo debidamente el compromiso. Esa noche Gael se la llevó a su dormitorio y allí pernoctaron hasta que volvió con Jordi a su país. Las dos semanas de separación la llenaron de añoranza por su apasionado compañero con el que se comunicaba diariamente. El mismo día en que él regresó de Inglaterra se mudó a su departamento adonde concretaron la expectativa de estar juntos. Ivana retomó los estudios y Gael siguió investigando a Jordi. Para fin de año Lena y Alec se habían comprometido y esperaban casarse en el invierno. Ivi fue visitada y visitó a su papá, estableciendo una tolerable relación con María Gracia. En mayo, antes del habitual viaje de Gael a Inglaterra, Anne le avisó que Bob había sufrido un accidente cerebro vascular. Ante la angustia de su pareja, Ivana no dudó en acompañarlo. Se instalaron en la casa adonde Gael dedicó todo su conocimiento para la recuperación de su padre. Después de un largo mes sin progresos, ella le propuso la intervención de Jordi. El hombre la abrazó esperanzado y ese mismo día combinó el viaje con el chico. Aliviados por la esperanza, esa noche se amaron sin precauciones ni mesura. Jordi logró viajar a la semana y llegó acompañado por su madre y Alec. Tuvo una extensa charla con Gael y pidió quedarse a solas con Bob. Cuando salió de la habitación, su rostro irradiaba confianza. La recuperación de Robert se fue acelerando y a las dos semanas iniciaba el tratamiento de rehabilitación. Jordi retomó la concurrencia al Instituto de Investigación adonde se enfocaron en desarrollar su aptitud para modificar las conexiones cerebrales. Dos meses después, Gael se sintió obligado a plantearle a Ivi sus inquietudes: -Querida -le dijo mientras paseaban por el jardín donde él le confesó su enamoramiento-. Sé que has abandonado tus clases y estudios por acompañarme y que ya deberíamos volver a Argentina. Pero estoy preocupado por la salud de mi padre porque no sé si su mejoría pueda revertirse -expresó con pesadumbre. -¿Por qué lo decís? -Porque Jordi ha intervenido en el cuadro de otros pacientes y después de dos semanas dejaron de recuperarse. -¡Ay, mi amor! Pero el caso de Bob puede ser distinto. Sus progresos son notables y ya han pasado casi dos meses... -aportó animosa. -Es lo que estamos tratando de determinar -explicó el médico-. En tanto, no me animo a ausentarme. Y no quiero que te vayas pero no puedo someterte a mi egoísmo -concluyó alterado. Ivana acarició el rostro sombrío y le propuso: -¿Vamos a sentarnos en el banco adonde te declaraste? Él la miró sorprendido pero la tomó de la cintura para complacer su petición. Ella lo empujó para que se sentara e hizo lo propio sobre sus rodillas. Le rodeó el cuello con los brazos y le dijo: -También yo tengo que hacerte una declaración. Aunque mi carrera dependiera del regreso, no te dejaría en esta instancia. Además -le cruzó el índice sobre los labios dispuestos a besarla como lo había hecho antes de viajar a Irlanda- no sé si en mi estado me convendría viajar en avión. La atontada expresión del hombre la hizo reír y esperó, con los ojos brillantes, que sacara alguna conclusión. -¿Tu estado...? -balbuceó-. ¡Oh, Ivi! ¿Querés decir...? -su rostro se iluminó como la aparición del sol en medio de la tormenta-. Amor mío... -murmuró con voz ronca y la besó hondo y suave como si temiera dañarla. Ivana cerró los ojos y descansó sobre el pecho del hombre. Escuchó el acelerado latido de su corazón y pensó que sus más radiantes fantasías no podían equipararse a la realidad que le deparaba la relación con Gael. Levantó la cara y encontró los ojos de su compañero que la miraban embelesados. -¿Y cómo ocurrió este milagro? -le dijo apartando el pelo de su frente con movimientos delicados. -Los detalles quedan librados a tu imaginación -rió Ivi-. El resultado es producto de nuestra ¿distracción...? -aventuró. Gael besó su frente despejada y se levantó con ella entre sus brazos. Caminó hacia el interior de la casa y se detuvo frente a los demás integrantes de la familia: -¿Adivinen qué...? -propuso con una gran sonrisa. -¡Voy a ser tío! -vociferó Jordi intuitivamente. El futuro padre emitió una carcajada regocijada mientras escuchaba las expresiones de alegría de sus padres, Lena y Alec. -¡Hija querida! -exclamó la madre de Ivi tendiéndole los brazos. Gael depositó con suavidad su carga en el regazo de la mujer que la llenó de besos y la acunó amorosamente. Miró a su padre que lucía radiante y le dedicaba un guiño cómplice. Lo asaltó la premonición de que todo iba a estar bien. ¿Acaso el advenimiento de una nueva vida no era un presagio de la providencia? Así lo aceptó. Y así fue.


FIN

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