Madrugó para despedir a los varones. Gael se incorporó del taburete junto a la barra no bien la vio entrar. Jordi, masticando su tostada, fue testigo de la metamorfosis amorosa de su hermana. Gael miraba fascinado a la mujer que soñaba cada día y que ahora se materializaba inesperadamente. Se acercó a ella con lentitud y el mensaje que leyó en sus ojos lo autorizó a tomarla entre sus brazos.
—¡Oh, Ivi! A pesar de que me moría por verte no hubiera sido capaz de pedirte este sacrificio… —dijo en voz baja.
—Quería saludarlos antes de que se fueran. Cuatro días son muchos —murmuró ella perdida en su mirada.
—Nos resarciremos cuando vuelva —prometió él antes de besarla.
Ivana se entregó a la caricia hasta que el hombre, en un instante de lucidez, recordó que no estaban solos. Deslizó sus labios hasta la suave mejilla y sostuvo a la joven contra su pecho hasta recuperar el dominio. Ella volvió a la realidad cuando divisó a su sonriente hermano que los observaba sin disimulo. Se separó de Gael y se dirigió a la barra:
—Tendrías que ser más discreto y mirar para otro lado —le dijo mientras lo abrazaba.
—No me hubiera perdido esto por nada del mundo —alegó dándole un beso—. Hace tiempo que lo espero.
Ella sonrió al tiempo que aceptaba la taza de café que le ofrecía Gael. Los tres terminaban de desayunar cuando Anne y Bob entraron a la cocina.
—¡Qué familia madrugadora! —tronó el hombre—. ¡Así da gusto empezar una jornada!
Ivana preparó los pocillos para ambos. Mientras el matrimonio desayunaba, Gael y Jordi se levantaron para irse. En la cochera, el médico enlazó a Ivi por la cintura:
—Quiero vivir amándote y besándote—murmuró apoyando su frente contra la de ella.
—Repetimelo el jueves —musitó Ivi sobre su boca—. Y no me beses hasta que estemos en Irlanda — solicitó interponiendo el índice entre sus labios.
La risa grave de Gael arrulló su oído al tiempo que le oprimía la cabeza contra su cuello.
—¿Eso quiere decir que querés estar a solas conmigo? —demandó esperanzado.
—Eso significa que convertiste mi vida en un caos que necesito descifrar.
Él la separó de su cuerpo y la sofocó con una mirada colmada de promesas.
—No te vas a arrepentir, muchachita —garantizó con gravedad y, obviando el pedido femenino, la besó suavemente antes de subirse al auto.
Ivana los saludó hasta que se cerró el portón automático. Volvió a la cocina y se enfrentó a la mirada afectuosa y discreta de sus anfitriones. Robert le tendió ambas manos:
—¿Voy a tener la dicha de llamarte hija?
Ella sintió que le ardían las mejillas y disimuló su azoramiento con una risa:
—Gael es muy persuasivo —dijo—. Así que me ha convencido de que estoy enamorada de él.
La mujer emitió una exclamación de alegría y la abrazó.
—¡Ivi! ¡Estoy tan feliz de que compartas los sentimientos de mi muchacho que podría llorar! —dijo conmovida.
Mientras los acompañaba con otra taza de café, los puso al tanto de su viaje a Irlanda.
—Gael me invitó a visitar a unos amigos en Dublín.
—¡Ah…! Debe ser a Colin y Bree —exclamó Anne—. Te van a agobiar con sus atenciones. ¿Cuándo irán?