Capitulo 29

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El viernes amaneció poco diáfano. Ivana, después de asomarse al balcón, se equipó con la gabardina y el paraguas. Antes de partir, desayunaron en la casa.

—Puede despejar o llover —dijo Anne—. Conviene que tomemos el tren en la estación de Marylebone. Si estás de acuerdo, podemos ir a Birmingham. Con buen tiempo podremos recorrer los jardines botánicos y el parque. Si llueve, visitaremos la fábrica de chocolates Cadbury, galerías de arte, una fábrica de joyas y el acuario.

—¡Me dejaste sin aliento! —rió Ivi—. Creo que no podremos hacer ni la cuarta parte de lo que mencionas —hizo una pausa—. Hay algo que quiero preguntarte: ¿Alec es casado o tiene pareja?

—Es viudo y, que yo sepa, no tiene compromisos —no le preguntó el motivo de su interés pero su mirada reflejaba un interrogante.

—Ayer hablé con mamá y me dijo que la invitó a cenar. No quisiera que sobre la congoja de la separación sufra otra decepción —confesó.

Anne la tomó de las manos:

—Ivana, Alec no ha tenido una relación formal desde que murió su mujer, y si se acercó a Lena es con la mejor intención —se mordió el labio superior—. Voy a ser desleal sin remordimientos porque quiero que estés tranquila. El regalo que me envió por tu intermedio fue la excusa para acercarse a tu casa y hablar con tu madre.

—¿Tú lo sabías?

—Porque Robert no me oculta nada. Alec se sintió atraído hacia Lena desde la noche que la llevaste al restaurante. Le comentó a Bob sus sentimientos y cuando le dijo que se estaba separando pergeñaron el modo de acercamiento —hizo un gesto de disculpa—. Alec temía que Lena recelara cuando tanto mi hijo como tú estuvieran ausentes de Rosario.

La joven la escuchaba acodada sobre la mesa, apoyando la mejilla sobre el puño. Sin abandonar la postura, preguntó:

—¿Gael lo sabía?

—No tiene idea de las artimañas de estos dos viejos —aseguró Anne—. No temas por tu madre, Ivi. Ella tiene la cabeza bien puesta y será la que definirá la situación.

Ivana coincidió con la conclusión de la mujer. Le bastaba saber que Wilson no estaba atado a otra relación. El resto, se dijo, corría por cuenta de su madre. Terminó su café y le anunció a Anne que estaba lista para salir. Tomaron un taxi hasta la estación porque había comenzado a lloviznar. Poco después estaban instaladas en el tren que al cabo de dos horas las dejaría en la estación de Birmingham. Mientras atravesaban la verde campiña salpicada por aldeas pintorescas, Anne e Ivi progresaron en el conocimiento mutuo. Ambas disfrutaban de la compañía recíproca y se arriesgaban al intercambio de confidencias.

—Me costó mucho superar la decisión de mi hijo cuando decidió quedarse en tu país —dijo la mujer—. Sentí que había fracasado como madre y sólo la templanza de Bob pudo sostenerme en aquel entonces.

—Tu compañero es excepcional —concedió Ivana—, pero Gael siempre te tiene presente como si no se hubieran separado. Lo que siempre me extrañó era que nunca nos visitaran cuando viajaban a verlo.

—Porque aprovechábamos el departamento que tiene Alec en Buenos Aires. Mi hijo no tiene comodidades para recibir huéspedes en ninguna de sus viviendas. De esa manera, al ahorrarnos el alojamiento, podíamos viajar más seguido.

—¿Así que se iba a Buenos Aires? —rió la chica—. Siempre creí que su desaparición

se debía a que los llevaba a pasear por distintos lugares.

—Sólo cuando veníamos por más de dos semanas. Pero la intención era no desperdiciar ningún momento de coexistencia. A la postre, en estos encuentros anuales pienso que compartimos mucho más que si hubiéramos vivido juntos. Teníamos el cien por ciento de su atención, cosa que no sucede con los hijos adolescentes.

Amigos y AmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora