Capitulo 27

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Ivana se despertó antes de que Anne golpeara la puerta. Había descansado sin sobresaltos y respondió de inmediato a la llamada. Se dio una ducha más larga que la de la tarde anterior porque le aseguraron que no habría problemas con el agua. Antes de vestirse se asomó al balcón. Ya no llovía pero aún estaba el cielo nublado. Abrió la valija y eligió un atuendo cómodo y un impermeable liviano. En un costado divisó el regalo que Alec le enviaba a la madre de Gael. Lo sacó y bajó en busca de Anne.

—¡Buen día, Ivi! —saludó su anfitriona—. Para empezar, hoy me desligo de las tareas domésticas. Los hombres no vienen a comer al mediodía así que empezaremos por desayunar afuera.

—Buen día, Anne. Anoche omití entregarte esta caja que te manda Alec Wilson —dijo estirándole el paquete.

—¡Alec! ¿Lo conociste? —exclamó la mujer tomando el obsequio.

—Sí. Fuimos con Gael a cenar a su restaurante. Y antes de venir pasó por casa para pedirme que te trajera esto.

Anne abrió la caja que contenía un mate de calabaza con boquilla y pie de plata cincelados.

—¡Qué belleza! —expresó Ivi.

—Uno más para mi colección —dijo Anne complacida—. Ven a conocer mi afición.

La siguió hasta la sala en una de cuyas esquinas un delicado modular en ángulo exhibía en múltiples estantes una heterogénea variedad de mates. Los había de distinto tamaño, color, material, lisos, con guarda, con o sin pie. Ivana admiró el inusual muestrario que su anfitriona mostraba con orgullo mientras acomodaba la nueva pieza.

—Por curiosidad —preguntó—: ¿alguna vez tomas mate?

—Aún no averigüé dónde venden yerba —explicó Anne—. Y como a Bob no le gusta, me da pereza prepararlo para mí sola. Pero si alguien me acompañara… —insinuó.

—Esa voy a ser yo —ofertó Ivi—. En algún negocio conseguiremos yerba.

La mujer asintió y cinco minutos después estacionaba frente a un bar de nombre Giraffe. Ivana declinó la oferta del abundante desayuno inglés y pidió tostadas con manteca y mermelada. La madre de Gael la imitó, pues había decidido no alterar los hábitos alimentarios de sus visitantes.

—Anne –dijo Ivi— espero que no me creas antojadiza, pero mi estómago no soportaría una comida a esta hora de la mañana.

—Tampoco nosotros hemos hecho una práctica del desayuno completo. Nuestro estilo se acomoda más a la costumbre de tu país, aunque almorzamos más liviano y privilegiamos la merienda a la cena. Pero te aclaro que hemos acordado ajustarnos a vuestra modalidad —expresó con una sonrisa. A continuación le preguntó—: ¿Pensaste adónde querrías ir?

—Me gustaría recorrer el centro. Caminando —aclaró.

—Es la mejor manera de conocer —asintió Anne—. Dejamos el coche en un estacionamiento y lo buscamos para volver. No trajiste la máquina de fotos —observó.

—Porque al estar detrás de una cámara se dispersan mis sentidos. Quiero ver, escuchar, oler, empaparme del entorno. Además, todo ha sido fotografiado hasta el infinito.

Eran las cuatro de la tarde cuando subieron al auto para emprender el regreso. Habían hecho la ruta de Picadilly Circus después de haber asistido al cambio de guardia real recorriendo los lugares más tradicionales. Almorzaron a las dos de la tarde y compraron yerba mate en Covent Garden.

—¡Preparemos el mate! —pidió Anne apenas llegaron.

Ivana seleccionó dos del modular: uno de vidrio para usar inmediatamente y otro de calabaza para ser curado con la yerba usada de la última mateada, por dos días consecutivos. Se instalaron en la cocina y la cebada quedó a cargo de la invitada.

Amigos y AmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora