Capitulo 22

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Lena se despertó y contempló a Ivi que dormía profundamente. Las alternativas de la noche anterior la despabilaron del todo. Bajó de la cama cuidando de no despertar a su hija y se vistió a la luz del velador. Su reloj indicaba las diez de la mañana. Después de pasar por el baño, salió en busca de Gael. Lo encontró en la cocina tomando un café.

—¡Buen día, Lena! —se acercó a besarla—. ¿Dormiste bien?

—Como si no tuviera problemas —declaró con una sonrisa—. Después del café que me vas a convidar, voy a despertar a Ivi. Dormía tan tranquila que pensé en dejarla un rato más.

—Me parece bien. Vas a tener un desayuno completo: café con leche y medialunas.

—Gracias, Gael. Por todo. Por tu comprensión y tus atenciones.

—Que retribuyen escasamente lo que me brindaste por años —dijo él—. ¿Qué planes tienen para hoy?

—Compras en Patio Bullrich.

—Las alcanzo y cuando terminen las paso a buscar. El almuerzo corre por mi cuenta. ¿Se van a quedar hasta mañana? —preguntó esperanzado.

—No sé. Todo depende de Ivi. La golpeó fuerte el encuentro de anoche y presumo que para aliviarse le falta una charla con su padre.

—Vos lo estás tomando con mucha entereza. ¿Debo preocuparme por un derrumbe?

También a ella la había admirado su serena aceptación de la nueva realidad. La pregunta de Gael propició el análisis:

—Hace tiempo que sospechaba que a Julio le pasaba algo. Estaba evasivo, se preocupaba menos por las actividades de sus hijos y, esencialmente, entre nosotros se había instalado una progresiva apatía. Yo lo atribuía al poco tiempo que pasábamos juntos y a sus crecientes obligaciones que lo devolvían a casa para recuperarse del cansancio acumulado —hizo una pausa—. Pero lo cierto es que también caí en esa espiral descendente como si el enfriamiento de nuestra relación fuera normal cuando yo —acentuó— a mis cincuenta y tres años, todavía sueño con amar y ser amada —lo miró como temiendo ser reprobada pero en los ojos del joven leyó un tácito acuerdo que la animó a seguir—. Entonces me pregunto: ¿en qué momento se fueron entibiando mis sentimientos? ¿Por qué frente a la evidencia  del desgaste no pude encarar una charla con Julio? Sospecho que era más fácil ese silencio cómplice que hacerme cargo de que algo se había deteriorado en nuestra pareja —se quedó absorta, como intentando aprehender el significado de su discurso.

—Entonces me quedo tranquilo por vos. Tus palabras indican que hace tiempo venís elaborando el duelo —la tomó de las manos y se las apretó cálidamente—: Mejor así, Lena. El episodio de anoche te libera de la pesada mochila de la culpa y mengua el proceder de Julio. Y esto lo digo porque con el tiempo, cualquiera sea el rumbo que tomen sus vidas, podrán disfrutar de lo más valioso que dejó su relación: los buenos momentos y los hijos.

Lena escuchó al muchacho devenido en hombre que había prohijado, y su discurso terminó por esclarecer los cuestionamientos que había intentado sofocar durante tanto tiempo. Respondió a la presión de sus manos y le confió el motivo de su preocupación:

—Aunque lo de Julio no sea más que una relación circunstancial yo no lo puedo disculpar, Gael. Así que debo asumir que desde ahora soy una mujer separada y la repercusión que va a tener sobre mis hijos. Creo que a los varones mayores les será más fácil de sobrellevar, pero me temo que Ivi y Jordi serán los más afectados.

El médico asintió. Para Ivi sería un duro golpe porque conocía la debilidad que la muchacha tenía por su padre. En cuanto a Jordi, el chico lo procesaría más rápido porque ya se le habían revelado los conflictos de sus progenitores. Deberían abocarse a Ivana. Como convocada por su pensamiento, la joven hizo su aparición en la cocina. Con el cabello mojado por la ducha reciente se acercó a Lena y la abrazó. Después se enfrentó al hombre cuya mirada desbordaba los sentimientos que la muchacha le provocaba:

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