Noveno punto

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Me subí las mangas. Sin miedo, por primera vez.
Caminé bajo el sol al ritmo de la música. Movía ligeramente la cabeza tarareando aquella alegre canción.
Algunos abuelos me miraban y sonreían.
"Soy feliz" decía en voz baja. Extraño, pero no mentía. En ese momento que robé era feliz.

Avancé por la calle hasta llegar al puente que cruzaba el río.
"Hermoso..." dije admirando la belleza del susodicho. El sol brillaba sobre él.
"Yo también quiero brillar" dije forzando un poco los labios. Sonriendo pero, de forma sincera.
Me senté en la barandilla despertando la curiosidad y el miedo de los transeúntes.
Se escuchaban murmullos a mis espaldas. Sabía perfectamente lo que estaban pensando.
Se me hacía cómica la situación, también penosa.

"Hoy no queridos amigos" solté antes de dar media vuelta y poner de nuevo los pies en el suelo.
Recogí con naturalidad mi mochila violeta del mismo mientras padres, madres, abuelos y niños me observaban como si fuera un espectáculo de circo.
Le di play al reproductor y proseguí con mi camino. Bueno... proseguí a deambular sin rumbo. Ante la vida estaba de la misma forma; sin dirección.
Me reía cuando de tanto en tanto un pensamiento de estos asaltaba mi mente.
De pronto me encontré en el mirador. El cielo ya estaba bastante nublado. Cosas típicas de Abril.
Apoye mis brazos en el bordillo y observé la ciudad.
"Nunca se detiene, en cambio yo...".
Suspiré.

-¿Todo bien?
Era Daniel, compañero de clase.

Callé.

-¿Por qué? -dijo con dulzura.

Me bajé las mangas rápidamente.

-¿Por qué te escondes? - me miraba a los ojos.

-¿Esconderme?

-Me pareces maravillosa, pero te ocultas en ti bajo mil candados.

No, no se refería a las cicatrices.

-No me oculto Dani - dije apartando la vista.

Mentí. No se lo creyó, tampoco yo. Reitero, no sé mentir.

-¿Qué haces aquí?- dijo poniéndose de lado y mirando también hacía la ciudad.

-No sé...

Cierto.

-Yo vengo aquí a hacer fotos. ¿Quieres verlas?

Había algo en él y en su forma de hablar que me hacía sentir bien.

-Vale.

Me mostró todas las fotos que había hecho, y cuando llegamos al final dijo:

-Esta es mi favorita. La he hecho hoy y es sin duda la mejor foto que he hecho en años.

Miré la foto. Era yo.
Clavé mi ojos en los suyos.

-Eres maravillosa.

Al terminar la frase la lluvia nos cubrió. Fue repentina como las lluvias de verano y muy violenta como las tormentas de invierno.
Me fui mientras él recogía el material de fotografía con rapidez por miedo a que se estropeara.
Salí corriendo (como siempre) y no me detuve hasta llegar a la calle principal del pueblo.

Recorrí la vacía calle mientras las lluvia se llevaba la tristeza que habitaba en mí.

Recuerdo que después, al llegar a casa tenía la mochila y los libros empapados. Pero no importó. Aquél día fui feliz.

17.04.16
Entre recuerdos.

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