Capítulo 22

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Sin importarle las miradas curiosas de sus empleadas y clientes, Camila se dejó llevar fuera del edificio por Blake. Quien abrió la puerta del auto y la ayudó a instalarse en el asiento del copiloto. Esperó que abordara y pusiera en marcha le vehículo, disfrutando de la vista. No podía imaginar un mejor lugar para olvidarse del mal rato que su madre le hizo pasar, que la cama donde estuvo prácticamente 48 horas. Ante el pensamiento, se ruborizo y se obligó a mantener el control. Pero aquello era verdaderamente complicado, más aun, al ver como sus manos hacían girar el volante y sus dedos tamboriteaban. Pensamientos morbosos llenaron su mente, aumentado la temperatura de su cuerpo. ¿Cómo era posible que sintiera de nuevo deseo, si hacia menos de una hora que habían estado juntos?

La explicación era simple: Blake Grover. Solo ese hombre, que personificaba la lujuria, era capaz de eso y mucho más.

―Lo siento ―se disculpó al encontrarse con su mirada. Esperaba que no pudiera adivinar lo que pensaba. Así que buscó rápido un tema que enfriara su mente y que mejor que sacar a colación a su madre.

No había esperado verla, porque era una mujer demasiado ocupada socialmente para molestarse en visitarla en su casa, mucho menos en su trabajo. Pero su presencia solo podía significar que pasaba algo, que probablemente tenía relación con su ex prometido. ¿Acaso le había contado sobre su encuentro? Una parte de ella se sintió hastiada de él y ese mundo de plástico.

―Tu madre es algo especial ―comentó Blake sujetando su mano, aprovechando la luz roja para admirarla. No lograba descifrar la fascinación que su pálido rostro le causaba, pero tampoco necesitaba hacerlo. Había dejado de cuestionarse las razones, solo le importaba tenerla a su lado.

―Te diste cuenta, ¿eh? ―preguntó con ironía y Blake sonrió.

―Difícil no hacerlo.

Ambos rieron.

―Por eso nunca podemos terminar una conversación como seres normales, aunque he de admitir que no siempre ha sido así. Sin embargo las personas cambian y no siempre para bien ―comentó recordando algunas discusiones. Como cuando anunció que se mudaría y no para vivir con Derek, aunque poco después lo hizo y en ese instante su madre celebró por lo grande. «Apariencias», pensó con una mueca―. ¿Sabes? ―dijo volviéndose por completo hacia él, quien la miraba sin perder detalle del asfalto―. Los lujos y amistades fueron influyendo poco a poco en su manera de ser y ahora solo le interesa que pensara fulana o sultana. Por eso es un poco... odiosa.

―Ya veo ―susurro sin saber que decir. Podía darse una idea, pero a diferencia de la madre de Camila, sus padres habían dejado de intentar cambiarlos a él y su hermano. Permitiendo que hicieran su vida, sin romper los lazos familiares. Aunque desde luego, ellos no eran tan influyentes como los padres de ella―. Tú no eres así ―dijo con cierto alivio. Ese era otro de los motivos que lo habían atraído. No era como la mayoría de las mujeres que conocía. Quienes solo parecían interesadas en su aspecto y en lo que pensaran de ellas.

―No ―admitió con una risilla, que deleito los oídos de Blake―. Yo siempre he sido algo rebelde. ―Le gustaba el sonido de su voz, entre otras muchas cosas, sin dejar de lado esa su alegría.

― ¿La oveja negra de la familia? ―inquirió elevando una ceja, gesto que hizo estallar otra de sus preciosas sonrisas.

―Algo así, pero me temo que el título ahora lo tiene mi hermana ―dijo fingiéndose preocupada.

―Tienes una hermana ―comentó sorprendido. Hasta el momento no se había preguntado por esos detalles. Todo lo que sabía era sobre ella y su ritmo de vida, pero desde luego que existía una familia. Una que quizás llegaría a conocer. Aunque a la primera de ellos, no pareció agradarle demasiado.

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